Mataza de semillas transgénicas

Carton Virto, Eider

Elhuyar Zientzia

Teniendo en cuenta la superficie cultivada y las variedades obtenidas, es innegable el éxito de los transgénicos. Cada año ocupan más superficie, cada vez en más países. Y cada vez hay más variedades, cada vez más especies, con características cada vez más especiales. Sin embargo, tienen mala reputación y, sobre todo en Europa, los transgénicos han despertado una gran rivalidad.

En general, el consumidor europeo no desea transgénicos y, aunque la Unión Europea permite su cultivo, los gobiernos limitan drásticamente las plantaciones. Ejemplo de ello son la moratoria impuesta por Alemania en abril y el decreto aprobado por el Gobierno Vasco. Por lo tanto, se podría hablar de fracaso porque los transgénicos y el riesgo, o directamente el daño, se han igualado en la mente de muchas personas.

No es de extrañar. Por un lado, las grandes compañías que impulsan el cultivo de transgénicos han hecho poco favor a la biotecnología, entre otras cosas porque son más oscuras en el ámbito de la comunicación que las oscuras. Por otro lado, los transgénicos se han colocado en el centro de la matización socioeconómica y política del modelo comercial y productivo. De hecho, algunos consideran los transgénicos como una herramienta imprescindible de un modelo de producción injusto. Y denuncian que su producción o no es a menudo una opción. Otros, por su parte, destacan que el foco está instalado en ellos, pero que el problema no es propiamente transgénico, sino la miseria de nuestro modelo de desarrollo.

A diferencia de las tecnologías maliciosas, se suele decir que hay usos maliciosos, y aunque sea un tópico, deberíamos diferenciar cuáles son los riesgos asociados a la transgénesis cuáles son las enfermedades del modelo productivo. Eso va a dar trabajo, la mataza de las semillas transgénicas está tan complicada, pero para que la transgénesis sea una oportunidad para todos, no hay otra opción.

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