Dilema nuclear

Altonaga, Kepa

EHUko biologia irakaslea

Hace un mes tuve el momento de visitar una central nuclear junto a varios alumnos. Lo que allí se ha visto y escuchado me ha animado a recordar otros datos preocupantes leídos previamente y a sugerir una reflexión posterior.

A pesar de que en la actualidad la cercanía al petróleo es elevada, se está acercando con ligereza al final del periodo en el que este recurso no renovable ha sido barato y abundante. Sin embargo, no podemos olvidar que el petróleo es y será una materia prima indispensable para la industria petroquímica, por lo que habrá que tomar medidas especiales para la conservación gradual de este recurso a gran escala. Por otro lado, el efecto invernadero obligará a reducir el uso del petróleo como principal combustible.

El problema energético tiene otra parte muy importante. La producción agrícola ha ido creciendo con la superficie cultivada hasta 1950. Desde entonces, los fertilizantes químicos han sido la causa principal del aumento de la producción (entre 1950-86 el consumo de fertilizantes por habitante y año ha pasado de 5 a 26 kilos a nivel planetario). Sin embargo, se necesita una tonelada de petróleo por tonelada de fertilizantes nitrogenados, que también es necesario en la producción de herbicidas y pesticidas.

Así, el aumento de la producción mundial de alimentos se ha basado en la conversión del petróleo en un cereal mediante la fotosíntesis. Sin embargo, la escasez de petróleo de futuro próximo, o los altos precios y las restrecciones impuestas por el riesgo de calentamiento del planeta, determinarán el descenso de la producción agrícola justo en el momento en el que la gran población demande más comida (8.500 millones de personas vivirán en 2025 según las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas).

Por lo tanto, en breve nos encontraremos en una situación crítica cuando el riesgo de calentamiento global nos obligue a reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles. Se podría recurrir a fuentes de energía blandas (solar, eólica, mareal, térmica), pero con los ritmos de desarrollo actuales no podrán sustituir los combustibles fósiles: la energía de estas fuentes sólo abastecerá al 8-10% de las necesidades mundiales a finales de este siglo.

Desde hace años estamos preocupados por la proliferación de las centrales nucleares, sus riesgos a la vista y sus residuos, pero empezamos a darnos cuenta de que el uso del petróleo y el carbón puede resultar más laborioso para la sociedad. En una situación de crisis ecológica, en la urgente necesidad de una reducción drástica de las emisiones de CO2 y con una proximidad extremadamente reducida de energías limpias, puede ser beneficioso mantener abierta la opción nuclear, aunque sea como solución parcial. De hecho, sería imposible construir una central suficiente para hacer frente a los efectos de la reducción del CO2.

El impacto del calentamiento del planeta será especialmente grave en los Estados pobres, donde el desarrollo necesita energía para las necesidades agrícolas, industriales y domésticas. El terrible escenario que viene es el mejor ilustrado por China: el esfuerzo industrializador del estado más poblado se basará en el carbón, con grandes reservas. De este modo, el nivel de CO2 se incrementará drásticamente mientras la industria mundial intenta descender. Frenar el desarrollo en China, o en otros pueblos, es moralmente injusto, políticamente acabado y en la práctica imposible.

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