¿Qué es lo que más te ha sorprendido, alterado o fascinado desde que empezaste a trabajar?
El hecho que más ha influido en mi trayectoria fue cuando era muy joven. Tenía 16 años cuando el hombre llegó a la Luna. Pero, de hecho, aquellas imágenes borrosas en blanco y negro me empujaron a querer saber más sobre la Luna y el espacio, y por eso estudié Física.
Más adelante, cuando hice la licenciatura, las sondas Voyager 1 y 2 enviaron imágenes de Júpiter y Saturno. Eran los años 1980 y 1981, y eran las imágenes más nítidas y cercanas jamás obtenidas, tanto de aquellos planetas lejanos como de sus lunas. Me sorprendieron y decidí hacer el doctorado justo en este tema, en el observatorio canadiense. Estos son, por tanto, los puntos de partida de mi trayectoria científica.
¿Qué le gustaría ser testigo de la revolución o el descubrimiento en su trayectoria?
En mi campo de trabajo, las ciencias planetarias y el Sistema Solar, me gustaría encontrar alguna huella de vida en Marte. Efectivamente, nosotros participamos en una misión de la NASA, Marte 2020, y mi deseo sería encontrar un indicio de vida allí, aunque sea muy básico. Y si no es en esa misión, que sea en una próxima.
Esto supondría una auténtica revolución no sólo en el campo de las ciencias planetarias, sino también en las ciencias biomédicas. De hecho, veríamos cuáles son las bases de la vida. Puede que sea lo mismo que el nuestro, entonces nos preguntaríamos si nosotros hemos llevado la vida, si ha venido de allí, o si es universal... Y si no fuera el mismo, surgirían nuevas preguntas, y no sé lo que supondría. De cualquier manera, a nivel filosófico y ético también habría influido muchísimo.
Yendo más lejos, me gustaría encontrar indicios de vida también en los exoplanetas, a través de los telescopios espaciales que tenemos ahora o de los cada vez más grandes telescopios terrestres. Encontrar vida con telescopios es imposible, pero, al menos, sí que existen indicios de vida: oxígeno, agua... No sé si ocurrirá, ni cuándo, pero me encantaría.