El título de junio es el siguiente: vivimos en el mundo del cambio climático. Física y mediática. La última es evidente, ya que oímos palabras sobre el tema hasta convertirse en ruido de fondo. Y, sin embargo, muchas veces actuamos como si fuéramos sordos. No hay más que ver en la solución que queremos dar a la crisis económica: la promoción del consumo es una de las acciones a realizar. Debemos consumir para mantener la producción y no destruir puestos de trabajo. Y para ello, son posibles unas subvenciones, ya que les ponemos condiciones para que el consumo que vamos a impulsar sea “sostenible”.
Nuestro modelo es una gran rueda loca y estamos atrapados. Pero como no sabemos cómo escaparnos, o como sabemos, no tenemos el poder de hacer, estamos ahí, dándonos un poco de freno, intentando frenar la rueda loca. ¿Quién se atreve a accionar el freno con la suficiente fuerza?
El cambio climático es, en definitiva, uno de los indicadores de nuestro círculo vicioso, y por eso se le ponen tantas excusas. Porque los datos no recogidos no son claros. Se recurre a los gráficos de las variables indicadoras del clima, que muestran casi la misma imagen: una curva que aumenta acelerándose con la industrialización y la explosión de población. Y lo mismo ocurre con otras variables relacionadas con la salud ambiental. Si detrás hubiera existido una especie distinta al Homo sapiens, hace tiempo que la denominamos peste. Pero nos cuesta reconocernos como tales y, a pesar de que los datos son claros, las consecuencias que pueden derivarse son más difusas, sólo hemos abierto los oídos a medias.
Tenemos que saber que nos perjudicará. Hace unas semanas el biólogo Miguel Delibes aseguró en el ciclo de conferencias “La palabra de las rocas” que somos los que necesitamos un planeta sano, que funcione en las condiciones hasta ahora. No al revés. Por lo tanto, si nuestra preocupación por el planeta que hemos humanizado por completo no es suficiente razón, sea por egoísmo. Rueda loca antes de salir de los raíles.