De hecho, los de Karolinski han advertido que está en la base de muchos procesos fisiológicos, como la adaptación al hambre o la respuesta a infecciones. Las mutaciones génicas relacionadas con el mecanismo de autofagia pueden producir cáncer o enfermedades neurológicas. Todo ello gracias al trabajo de Yoshinori Ohsumi.
Partiendo de las levaduras, el destino de los genes
En la década de los 90, cuando Ohsumi comenzó a investigar la autofagia, se conocían los lisosomas, los orgánulos que deshacían proteínas, grasas e hidratos de carbono mediante enzimas, y los autofagosomas, vesículas que recogen los componentes de la célula y los llevan a los lisosomas. El mecanismo en profundidad de la autofagia no era conocido.
Ohsumi se dedicó a ello. Partió de la levadura, por su sencillez de investigación y por ser ejemplo de células humanas. Sin embargo, se encontró con un problema: las levaduras son pequeñas y las estructuras internas, difíciles de ver al microscopio. De hecho, no sabían ni siquiera si tenían mecanismos de autofagia. Para comprobarlo se le ocurrió entorpecer la degradación que se produce en los vacuolas. De este modo, los autofagosomas se acumularían en el vaquero y podrían verse.
Acertó: creció levaduras que no tenían enzimas de degradación y no les dio alimento para favorecer la autofagia; pronto vio vacuolas llenas de autofagosomas indisolubles. Así, demostró que las levaduras tenían autofagia y además identificó algunos genes clave relacionados con el mecanismo.
El siguiente paso fue identificar más genes. Para ello, provocó mutaciones en las levaduras y posteriormente impulsó la autofagia. Con ello consiguió identificar los genes y estudiar las proteínas que controlaban. Estos estudios demostraron que la autofagia está controlada por una cadena de proteínas y complejos proteicos, y que cada uno de ellos regula una fase diferente del autofagosoma.
También en células humanas fundamentales
Por último, demostró que en las células humanas tenemos el mismo mecanismo. Gracias a todo ello, ahora se sabe que controla un gran número de funciones fisiológicas que requieren la destrucción y reutilización de los componentes celulares. Es un mecanismo de destrucción de virus y bacterias que entran en la célula tras una infección. También participa en el desarrollo del embrión y en la separación celular, eliminando proteínas y orgánulos defectuosos.
Al otro lado de la moneda se encuentran las enfermedades causadas por fallos de autofagia. En relación a ello se encuentran, por ejemplo, el parkinson, la diabetes tipo 2 y algunos cánceres, y algunos de los tratamientos que se están desarrollando se han centrado en ello.
Yoshimori Ohsumi nació en 1945 en Fukuoka (Japón). Tras obtener el doctorado en la Universidad de Tokio, se traslada a Nueva York, en la Universidad Rockefeller. En 1988 regresa a la Universidad de Tokio para dirigir su equipo de investigación y desde 2009 es investigador del Instituto de Tecnología de Tokio.