25 de junio de 1994, Zumaia. A lo largo de las calles de este pequeño pueblo costero de Gipuzkoa se manifestaron cerca de mil personas bajo el lema superior, para denunciar la intención del Ayuntamiento y la Secretaría de Puertos del Gobierno Vasco de construir un puerto deportivo en la zona de la marisma de Santixo.
Hasta el momento ha sido inútil que el Departamento de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente apruebe y ensalza los valores ecológicos de este aspecto, se integre dentro del “Catálogo de Parques Naturales de Euskadi” o se declare como parte estrictamente integrante de los “Derechos de Ordenación del Territorio” (DOT).
Han sido inútiles también las protestas lanzadas por diversas instituciones científicas y ecologistas, o que la ley de costas declare que este aspecto es de utilidad pública, prohibiendo los cambios o la construcción de infraestructuras. Esto deja claro que no hay ninguna ley que rompa el desarrollo salvaje e irracional de nuestros políticos, y que las leyes no se aplican por igual a todos los ciudadanos.
Sin embargo, el caso de Zumaia en general es sólo el ejemplo más claro de uno de los mayores problemas ecológicos a los que se enfrenta toda la costa vasca: el ejemplo de la “fiebre en los puertos deportivos”.
De hecho, importantes aspectos ecológicos que han escapado del brusco cambio que ha sufrido la costa vasca en los últimos años están amenazados por el puerto deportivo. Estos se han vendido como panacea para los pueblos sin necesidad o estudio ambiental.
Pero la realidad es diferente. La experiencia mediterránea ha demostrado que los puertos deportivos apenas generan empleo. Los fuertes cambios en los atractivos naturales y la enorme especulación que provocan los habitantes de estos pueblos se enfrentan a graves problemas socioeconómicos.
Además, la mayor parte de los espacios elegidos para la construcción de puertos deportivos en el País Vasco (Zumaia-Santixo, Plentzia-Txipio, Donostia-Monpas, Angelu-Txiberta, etc.) Teniendo en cuenta que desde el punto de vista ecológico son muy sensibles, no cabe duda de que ha llegado el momento de una reflexión seria sobre esta cuestión.
Mientras tanto, la administración debería parar los proyectos de todos los puertos deportivos hasta que se realice una investigación que defina la necesidad real de estas instalaciones. A continuación, habría que decidir cuáles son los lugares más adecuados para ubicar estos puertos, para lo que habría que tener en cuenta como factor determinante los valores ecológicos de cada parte.
Si no queremos ver nuestra costa llena de hormigón y cemento, ha llegado el momento de decir que es suficiente.