El 23 de enero de 1896, en la Universidad de Würzburg, se reunieron multitud para presenciar aquella exposición científica. La sala estaba colgada, con sillas llenas en forma de anfiteatro y gente de pie junto a las paredes. Un joven se acercó a la mesa del tablado y el público se calló de repente. A continuación salió un hombre barbudo de poca altura y el público se levantó con respeto a aquel científico. Llegó a la mesa dando grandes pasos y el joven dijo: "Señoras y señores, el profesor Wilhelm Röntgen reclama con total respeto su atención".
Röntgen comenzó a dar explicaciones sobre su último descubrimiento con palabras bien medidas. No se alargó mucho, y para terminar pidió permiso al prestigioso anatomista Albert von Kölliker para sacar una "foto" de su mano. Kölliker lo aceptó con muchas ganas. Röntgen mostró la foto en unos minutos. La respuesta fue un aplauso. En ella se veían claramente los huesos de la mano, una de las primeras radiografías realizadas con rayos X.
El primero lo sacó a la mano de su mujer un mes antes. Todo comenzó en noviembre de 1895. Röntgen ya tenía 50 años y era conocido entre los científicos, tanto como profesor de universidad respetado, como investigador que trabajaba con rigor y precisión. En aquella época, como otros físicos, investigaba las propiedades de los rayos catódicos. Repitió los trabajos de Hertz, Lenard, Hittorf y Crookes y ratificó los resultados obtenidos por los mismos. Pero también hizo otras aportaciones. Observó, por ejemplo, que los rayos catódicos oscurecían las placas fotográficas y que algunas sales producían fluorescencia, especialmente en el platocianuro de bario.
El 8 de noviembre de 1895 se dio cuenta de una cosa muy curiosa: aunque se ponía cartón entre el tubo de rayos catódicos y las placas recubiertas de platocianuro, en la placa aparecía fluorescencia. ¿Cómo se podía? ¿Cómo llegaban los rayos a la placa? De hecho, el cartón debía obstaculizar lógicamente los rayos de los cátodos. Pero, entonces, ¿qué provocaba esta fluorescencia?
Era el viernes por la tarde y estaba solo en el laboratorio. Para asegurar lo que estaba pasando, cubrió todo el tubo con cartón negro y colocó la habitación a oscuras para que la luz solar no tuviera nada que ver. El cartón no permitía el paso de los rayos catódicos, pero cuando acercó la placa recubierta de platicianuro apareció la luz fluorescente. Quedó sorprendido en Röntgen. Había algo que no conocían; algo, quizás unos rayos invisibles, atravesaban el cartón y llegaban a la placa.
Pasó todo el fin de semana en el laboratorio, haciendo pruebas repetidas, tratando de entender lo que estaba pasando. Así lo dijo a su mujer Anna: "Cuando la gente se entera de lo que estoy haciendo, '¡Röntgen se ha perdido la cabeza!' dirán".
Pero Röntgen sabía que aquello que estaba viendo era real y que no estaba loco. Sin embargo, durante un tiempo no dijo nada a nadie. Durante varias semanas su mujer y ambos experimentaron. Al no tener idea de qué era esa radiación capaz de atravesar el cartón, les llamó rayos X. Y vieron que, además del cartón, atravesaban la madera y también la pared. Lo único que frenaba estos rayos eran los metales. Por ejemplo, cuando unos pesos metálicos se colocaron delante de una placa fotográfica, en la placa aparecieron claras las siluetas de aquellos pesos.
Lo ocurrido el 22 de diciembre fue lo que más sorprendió. Anna colocó la mano sobre una placa fotográfica y la sometió a los rayos X durante 15 minutos. Dejó los resultados sin aliento. No era para menos; ver en la foto el esqueleto de la mano (y el anillo) provocó al mismo tiempo fascinación y pánico. Así lo demuestran las primeras palabras que Anna pudo pronunciar: "¡He visto mi muerte!"
El pasado 28 de diciembre se publicó en el artículo de Über eine neue Art von Strahl ( Sobre un nuevo tipo de rayos ) todo lo que Röntgen había aprendido sobre estos nuevos rayos. La noticia se difundió inmediatamente. El 5 de enero London Daily Chronicle decía: "El rumor de una alarma bélica no debe alejar nuestra atención del fascinante logro de la ciencia comunicada en Viena. Según han anunciado, el doctor Röntgen, de la Universidad de Würzburg, ha encontrado una luz al fotografiar, que atraviesa carnes, ropas y otras sustancias orgánicas".
Las aplicaciones también se vieron de inmediato, sobre todo los médicos. Poder ver el interior sin abrir el cuerpo era impresionante. El anatomista Kölliker también vio clara la importancia del descubrimiento en la muestra de Würzburg. Así lo reconoció allí mismo, viendo el esqueleto de su mano. Y propuso llamar a esos rayos Röntgen.
Pero el propio Röntgen prefirió seguir llamando rayos X. Era un hombre humilde. Se negó a patentar el descubrimiento, incluso cuando le ofrecieron el título Von. Sin embargo, recibió varios honores. Los premios Nobel se entregaron por primera vez en 1901, y el de física fue para Röntgen. Donó el dinero del premio a la Universidad de Würzburg.