Rachel Carson

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

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Ed. D. Manu Ortega Santos

«Estos sprays, polvos y aerosoles son vertidos en campos de cultivo, jardines, bosques y casas, y tienen la capacidad de matar, “buenos” y “malos”, silenciar el canto de las aves, detener los peces en los ríos, tapar las hojas con una capa letal y permanecer en el suelo, aunque su destino natural sea un poco de malas hierbas o insectos. ¿Alguien puede pensar que esta mezcla de venenos puede extenderse por la superficie terrestre sin perjudicar a todo ser vivo?».

Así lo escribió Rachel Carson en su libro “Udaberri isila” (Silent spring), merecedor del aprecio de 1926. Anunciaba una primavera en la que faltarían los cantes de los pájaros muertos por pesticidas. Eran las primeras notas que alertaban de la crisis ecológica en curso, las primeras que llegaron a los oídos de la sociedad, las que Carson tomó a los pájaros silenciados.

«No deberían llamarse insecticidas, sino biocidas», explica Carson, para comparar su propio objetivo con sus efectos reales. Los plaguicidas se utilizaban incontroladamente para todo, especialmente el DDT (diclorodifeniltricloroetano).

En 1939 se descubrió que mataba insectos. Y durante la Segunda Guerra Mundial fue muy utilizado para acabar con los mosquitos y las pulgas que transmitían la malaria, el tifus y la peste bubónica. Y luego se volvió terrible. Se utilizaba en la agricultura para fumigar bosques y en los jardines de las casas.

Sin embargo, poco a poco varios investigadores fueron tomando conciencia de los peligros del DDT: no se degradaba, se acumulaba en los seres vivos, entraba en la cadena trófica, afectando a otros seres como los pájaros.

Por una parte, Carson comienza a recibir esta información y, preocupada, comienza a investigar el tema. Trabajó durante unos cuatro años, con la ayuda de varios científicos, en la recogida de información. «Cuanto más se sabía sobre el uso de pesticidas, mayor era mi acariciamiento. Vi que todo lo que para mí era importante como naturalista estaba en peligro. Y quería demostrar que mi preocupación estaba bien fundada», contó Carson. Y decidió escribir un libro.

«En menos de dos décadas los plaguicidas sintéticos se han extendido tanto que ahora están por todas partes. Se han encontrado en la mayoría de los sistemas fluviales, incluso en corrientes subterráneas desconocidas, y en el suelo, donde fue arrojada una docena de años antes», escribió. «Se han encontrado en peces lagunas de montañas lejanas, gusanos subterráneos, grietas de aves e incluso humanos. Estos productos químicos están ahora en los cuerpos de la mayoría de los seres humanos, independientemente de su edad. Están en la leche materna y probablemente en los tejidos del bebé que aún no ha nacido».

«¿Cómo es posible que un ser inteligente utilice un método para el control de unas pocas especies no deseadas, que contamine todo el medio ambiente y que entrañe enfermedades y amenazas de valor, incluidas las de su especie?», preguntaba Carson.

No exigía la prohibición total de los plaguicidas, sino el control de su uso: «No digo que nunca se utilicen insecticidas químicos, pero creo que hemos puesto sustancias venenosas y de gran impacto biológico en manos de personas que poco o nada saben de esos riesgos. Muchas personas nos hemos puesto en contacto con estos venenos sin su consentimiento y muchas veces sin que ellos sepan nada».

Licenciada en zoología y genética, Carson era una escritora muy competente. De hecho, con la intención de ser escritor, comenzó a estudiar filología, pero dominó el gusto por la naturaleza y pasó a la biología. Debido a problemas familiares y económicos no pudo realizar el doctorado y continuar la investigación y se incorporó al Servicio de Pesca y Vida Salvaje del Gobierno. La obra de investigación consistió en la creación de obras de investigación y en la redacción de resúmenes y textos dirigidos a profesionales y público en general. Así se unieron sus dos aficiones: la biología y la escritura.

También escribía artículos para periódicos, revistas y libros; escribió tres sobre el mar. El segundo, The sea around us (El mar de nuestro entorno), fue un éxito y obtuvo numerosos premios, entre ellos el Premio Nacional del Libro. Al recoger el premio habló: «Si en el libro hay poesía sobre el mar, no es porque lo he querido hacer, sino porque nadie podría escribir sobre el mar sin poesía».

Ed. D. Manu Ortega Santos

La mesa puso sobre la mesa los problemas ambientales a lo largo de toda su labor. Escribió sobre los campesinos monocultivos que reducen la biodiversidad, el problema de las especies invasoras, y reiteró la importancia del equilibrio natural.

La primavera silenciosa tuvo una gran influencia en la humanidad. Suscitó una conciencia ecológica en buena parte de la población, así como un fuerte debate.

La industria química se enfrentó duramente al libro y a Carson. Decían que los datos no eran fiables y que Carson no era doctor sino un simple técnico. Se dice que era una solterona histérica y probablemente comunista. Sólo así se podía entender que, a pesar de su atractivo físico, no se había casado. Etc.

La preocupación y el debate que suscitó el Presidente Kennedy pidió a la Comisión de Asesores Científicos del Gobierno que investigara el tema. El informe final decía: “Antes de la publicación del libro de Rachel Carso­n Udaberri isila toxicidad de los pesticidas era, en general, desconocida para el jen­dea”. Este informe confirma el desconocimiento de los efectos de muchos pesticidas en uso.

El DDT y otros pesticidas citados por Carson fueron prohibidos en junio en EE.UU. Y estas prohibiciones se extendieron a otros países del mundo. Carson no lo pudo ver. Un cáncer de mama diagnosticado durante la escritura de una primavera silenciosa fue silenciado en 1964 a los 56 años.

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