Era el turno del físico Joseph Henry. Se subió al tablado a paso firme. Tenía cientos de hombres científicos. Respira y empieza por: “La ciencia no es de ningún país ni de ningún sexo. La esfera femenina no sólo reúne belleza y utilidad, sino también verdad”.
Era el 23 de agosto de 1856, octava reunión anual de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia (AAAS) en Albany (Nueva York). Fue el más multitudinario de todos los tiempos.
El objetivo de estas reuniones era compartir los últimos descubrimientos y avances científicos estadounidenses. El trabajo que iba a presentar a Henry no era suyo sino de Eunice Foote. A Foote no le dieron la oportunidad de presentar su trabajo porque era mujer, por eso Henry comenzó su presentación. “Circumstances Affecting the Heat of Sun’s Rays” es el título de la obra de Footer, “Situaciones que afectan al calor de los rayos solares”, en la que por primera vez se mostraba el efecto de calentamiento del CO2.
Fue el trabajo más importante que se presentó en aquella reunión, aunque en las actas de la sesión no se recogió ni la presentación de Henry ni el documento de Footer. Fue publicado tres meses después en la revista AAAS American Journal of Art and Science. Antes le hicieron caso en la revista Scientific American. En una columna del número de septiembre se alabó la labor de Footer: “Hay quienes creen que las mujeres no tienen la fuerza mental necesaria para la investigación científica. Debido a la naturaleza de las obligaciones de las mujeres, pocas de ellas han tenido la oportunidad de trabajar la ciencia de forma experimental, pero quienes han podido hacerlo han demostrado que tienen la misma capacidad y habilidad que los hombres para la investigación […]. Los experimentos de la Sra. Foote demuestran la capacidad de las mujeres para investigar con originalidad y precisión cualquier tema”.
Footer realizó experimentos tan simples como claros. Dos recipientes cilíndricos de cristal, una bomba de aire y cuatro termómetros fueron los que utilizó todo el equipamiento. Primero sacó aire de un recipiente y en el otro metió más. Cuando ambos recipientes alcanzaron la misma temperatura, los puso al sol, uno junto a otros. “Cuando el recipiente con aire condensado ocupó 43 ºC, el otro sólo tenía 31 ºC”, escribió. “No tenía recursos para medir el nivel de condensación y de arrarificación del aire”.
La primera conclusión fue la siguiente: “La influencia de los rayos solares aumenta con la densidad del aire y disminuye a medida que el aire se grava”. Y añadió: “Esto debe afectar a la fuerza de los rayos solares en diferentes lugares y por ello su influencia en las cumbres de las montañas altas”.
Tras analizar qué pasaba con la humedad, de ahí la segunda conclusión: “La influencia de los rayos solares es mayor en el aire húmedo que en el aire seco”.
Finalmente, el barco realizó pruebas llenas de gases. Y la tercera conclusión: “El mayor impacto de los rayos solares lo he encontrado con el dióxido de carbono”. Comparado con el aire normal, observó que el envase lleno de CO2 se calentaba más y que necesitaba mucho más tiempo para enfriarse. Vio claramente sus consecuencias en la atmósfera: “Una atmósfera con este gas daría a nuestra Tierra una alta temperatura y, como algunos afirman, si en una época de la historia había estado en el aire en mayor proporción que en la actualidad, la temperatura sería necesariamente mayor”.
Footer descubrió lo que hoy conocemos como efecto invernadero. Tres años después el irlandés John Tyndall encontraría el mismo efecto. Con experimentos más sofisticados y precisos realizados con muchos mejores recursos, Tyndall demostró que el vapor de agua, el CO2 y los gases de hidrocarburos como el metano tienen una gran capacidad de absorción de radiación infrarroja, lo que tiene un efecto de calentamiento en la Tierra. Desde entonces, Tyndall ha sido el descubridor del efecto invernadero.
La obra de Footer no ha sido conocida hasta hace pocos años, ni siquiera el propio Foote. De joven fue a la escuela Tory Female Seminary. Fundada por Emma Har Willard, también estableció el plan de estudios de las primeras ciencias para las mujeres y los primeros laboratorios del mundo diseñados exclusivamente para estudiantes. Allí aprendió a experimentar.
También fue activista por los derechos de las mujeres. En 1848 participó en la Asamblea de Séneca Falls, primera reunión en defensa de los derechos de las mujeres en Estados Unidos, y firmó la Declaración de Sentimientos extraída de aquella reunión.
También investigó las propiedades eléctricas de los gases a diferentes presiones y temperaturas, en otro trabajo publicado en 1857. En los años siguientes creó una nueva máquina de papel y registró una patente de “relleno para suelas de botas y zapatos”: “una sola pieza, fabricada en caucho vulcanizado indio, para que las botas y zapatos no se enrollen”.