En el tronco de un viejo árbol vio dos extravagantes escarabajos. Ellos no los tenía en la colección. Los dos los cogió enseguida en una mano. Y entonces vio a un tercero diferente. No se podía permitir la fuga y para poder cogerla metió la mano derecha en la boca... "Ay, me quemó la lengua y lanzó un líquido extremadamente ácido. Acabé perdiendo ambas, la boca y la tercera", escribió Charles Darwin en su autobiografía.
No sería la última vez que introducía animales extraños en la boca, aunque los siguientes no habrían estado crudos al menos. Mientras estudiaba teología en Cambridge, Darwin y otros 7 alumnos fundaron The Glutton Club. Cada semana los miembros del club se reunían para cenar en sus aulas de clase alternativamente. El club fue famoso por su afición a comer "aves y bestias desconocidas para el gusto humano": ardillas, roedores, búhos, halcones, toros de pájaro... Él mismo cazaba. Era un cazador apasionado y hábil, que siempre tenía la escopeta colgada en la pared de la habitación.
La última cena fue cuando se atrevieron a comer un viejo urubi. La carne de este ave nocturna resultó fibrosa y molesta, "indescriptible" según uno de sus miembros. No hicieron más cenas, pero los miembros del club fueron amigos a lo largo de toda la vida y posteriormente recordarían con mucha nostalgia esas cenas.
Darwin también salía a cenar fuera del campus. Le gustaba especialmente cenar en casa del profesor de botánica John Stevens Henslow. Además, conoció a gente muy importante en su carrera en el Hensloween. Y fue el propio Henslow quien abrió las puertas del Beagle.
También estuvo relacionado con la mesa. De hecho, el capitán de Beagle, Fritz Roy, quería un comensal que le hiciera una buena compañía en las comidas de los largos viajes al mar. Y le dijo a Henslow. Él le recomendó a Darwin. Lo conocía bien y sabía que era una persona perfecta para ello. Cuando Roy vio a Darwin, apenas lo aceptó. No le gustó su nariz, era la nariz de una persona insegura, según Roy. Finalmente aceptó, sin embargo, y le advirtió de que las cenas de Beagle serían cenas sin lujo: "Sin vino y las cenas más sencillas".
Las primeras semanas fueron mucho peores para Darwin que advertía Roy. Por mareo pasaba el día en hamacas, comiendo solo galletas y pasas. Cuando se detuvieron en Cabo Verde, probó por primera vez los plátanos y se comió un montón de tamarindos y naranjas. Allí también degustó su primer plato tropical: una barracada.
A pesar de haber sufrido mucho los mareos durante todo el viaje, Darwin acabó siendo mucho más comensal que el capitán en aquella expedición: Se convirtió en el naturalista oficial de Beagle. Con la misma pasión cogía aquel trabajo y descubría nuevos alimentos en las nuevas tierras.
Cuando Beagle quedaba en cualquier lugar, recogían todo lo que la tierra o el mar les ofrecía para llenar la despensa del barco. Los cazadores cazaban gansos, patos, perdices, conejos, foca, etc. Y los pescadores pescaban todo lo que querían. Si en las redes venía algún animal desconocido, después de comer, juntaba la piel y el esqueleto y Darwin los catalogaba y describía.
Cuando estaban en el mar, el propio Darwin echaba a menudo anzuelos y Roy y ambos cenaban a menudo la captura del día de Darwin acompañada de arroz, guisantes y calabaza. En el suelo disfrutaba de la caza. Le gustaban las largas expediciones a caballo, cazando la cena del día y acampando cada día en diferentes lugares: "cielo techo y tierra mesa". Cazó y comió iguanas, jaguares, llamas, zorros, pumas, cóndores, ciervos de pampa, capibaras, guaneses, etc.
Sin embargo, había un animal que Darwin quería atrapar pero no lo conseguía. Los canguros le llamaban "avestruz petisse". Era un matiz más pequeño que el normal y muy difícil de ver. Seis años antes de Darwin, fue uno de los pocos animales que no encontró el famoso naturalista francés Alcide d'Orbigny, que describió miles de especies. Y lo que no consiguió el rival francés que quería conseguir Darwin. Pero él tampoco lo consiguió.
Los ñandu comunes sí que se cazaban muchas veces. "El ñandu y el armadillo son algunos de los platos preferidos en el barco -escribió Darwinek-; el primero tiene sabor a carne de vaca y el segundo, asado sin cáscara, parece un pato". Los huevos de ñanua también eran apreciados, mientras que el plato favorito de Darwin fue la agutia (un gran roedor): "la mejor carne que he probado nunca".
Darwin siempre estaba dispuesto a probar todo, pero también tenía sus límites. Una vez en la Patagonia, los canguros le sacaron uno de sus platos más codiciados. A esa carne blanca-blanca le gustaba el ciervo, pero se le molesta cuando le dijeron que era el feto de un puma.
El 3 de enero de 1834, estando en el sur de Argentina, un miembro enseñó a Darwin lo que cazó. "Un joven ñandu", pensó Darwin y ¡comamos para cenar!" expulsó. En medio de la cena Darwin gritó: "¡Espera! ¡Detenidos todos!" Se dio cuenta de que aquello que estaban comiendo no era un joven matiz vulgar, sino un pequeño ñandu que se iba haciendo. El que quedaba en los platos y recogió unas cabezas, cuello, patas y plumas tomadas de la cocina y las envió a Londres. Con esta muestra describieron Rhea darwinii, o el matiz de Darwin, la nueva especie que fue declarada (luego pasó a ser R. pennata).
En Galápagos se comieron iguanas y tortugas. Según Darwin, las iguanas eran delicadas para los estómagos sin prejuicios. Y aprendió que con las tortugas jóvenes se hacía una sopa estupenda, y que la tortuga asada también era hermosa, como los bastoncitos armadillos, cocidos en su grasa verde si se comen dentro de la caparazón. Además, eran animales excelentes para llevarlos a bordo, supervivientes durante meses sobre la espalda, sin beber agua. Beagle salió de Galápagos con 48 tortugas.
“Esta entrada es #Cultura Científica I. Participa en el festival”