Retroceso en el tiempo de los árboles

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

Si los árboles hablaran, qué no contarían, por ejemplo, los robles de cinco siglos de los bosques alaveses. No hablan pero guardan bien las marcas del tiempo. Y estas son las marcas que lee Josue Susperregi Lasalde. En los árboles vivos empieza a tirar del hilo del tiempo y continúa en maderas antiguas que han sido árboles. Tirador, XII. Ha llegado hasta el siglo XX.
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Ed. Sersoll/Shutterstock

Recuerda perfectamente cómo escribió al arqueólogo Nigel Nayling en 2005: “Gracias por enviar datos, pero no encuentro ninguna sincronización con nuestras referencias”. Nayling intentaba averiguar si un barco que apareció en la ciudad de Newport (Gales) era de cuándo y de dónde era. Tras analizar los anillos de madera del barco, pronto descubrió que no era madera británica y envió los datos a los socios europeos, entre ellos Josue Susperregi Lasalde, investigador de Arkeolan. Susperregi no consiguió nada. No, en ese primer intento.

Susperregi llevaba sólo cinco o seis años en dendrocronología, fechando piezas de madera leyendo los anillos de cultivo de los árboles. Aún no sabía, pero había construido la cronología de referencia. Aunque llegaba hasta el siglo XIX, no era suficiente para la nave de Newport.

En Arkeolan, Irun, se creó el laboratorio de dendrocronología a finales del año 2000. Desde entonces Susperregi ha recogido y recogido muestras. “Para empezar a hacer dendrocronología es necesario crear cronologías de referencia, empezando por árboles vivos”, explica. “El primer paso es encontrar árboles muy viejos”.

Referencias por especies y zonas climáticas. Eligieron el roble: “El 99% de la madera utilizada en Euskal Herria para la estructura de los edificios es roble”, afirma Susperregi.

En busca de robles viejos

Comenzó a buscar robles viejos en la zona, en Gipuzkoa. “Hay árboles viejos, pero casi todos son lepados y por dentro están vacíos”. Este efecto se produce en la mayoría de los árboles. La ginbeleta fue introducida en un montón de árboles y consiguieron sacar muestras de entre 200 y 250 años. Pero necesitaban más.

Abrieron el campo de búsqueda y consiguieron lo que necesitaban en los montes alaveses: “Descubrimos bosques impresionantes y árboles muy viejos de entre 450-500 años”. Además, los árboles alaveses eran mucho más apropiados para la dendrocronología. “Necesitamos que el árbol registre la señal del clima”, explica Susperregi. El clima marca los árboles, creando anillos en función del tiempo que haya hecho cada año. Y eso es lo que leen los dendrocronólogos.

“En Gipuzkoa, sobre todo en la costa, los inviernos son muy templados, nunca faltan precipitaciones y los árboles crecen muy cómodos”, afirma Susperregi. “En las montañas alavesas hace mucho frío en invierno y muy poca lluvia en verano; los ritmos de crecimiento se marcan mucho mejor”.

Josue Susperregi Lasalde, dendrocronóloga de Arkeolan, sacando la muestra de un árbol con la ginbeleta.

De ahí obtuvieron una buena base que recogía los últimos 400 años. Y con esta base, siguieron tirando del hilo del tiempo en maderas antiguas. En Arkeolan, material recogido durante los años a su alcance. Las series extraídas de los anillos de los árboles vivos se solapan con las extraídas de las maderas viejas y, extraídas de las maderas viejas, con las más antiguas, lo que hace retroceder en el tiempo.

El hilo del tiempo

Durante veinte años ha leído los anillos de cientos y cientos de árboles y otras tantas maderas más antiguas. Estima que tiene unas 8.000 muestras en el taller. “Ahora tenemos los últimos 800 años muy bien registrados, curvas de referencia XII. Llegan hasta finales del siglo XX”.

Parece mucho, pero “Irlanda y Alemania tienen unas curvas de 8.000 años”, afirma Susperregi. “Estas curvas se utilizan para calibrar las dataciones mediante el carbono-14, es increíble. Llevan muchos años trabajando y, además, cuentan con turberas donde se conservan todo el bosque bajo tierra. Es maravilloso”.

“Aquí vamos con 40-50 años de retraso”. Y con muy pocos recursos. Al principio eran dos personas, pero sólo Susperregi sigue. “En muchas universidades hay departamentos de dendrocronología”, ha comparado.

Sueña con llegar a la época romana, porque en Euskal Herria tenemos restos de aquella época. Pero si el pie en el suelo, “completaría el último milenio, estaría contento, ese es mi objetivo realista”, reconoce.

Eso tampoco será fácil. XII. y XI. encontrar maderas de siglos. “Seguramente habrá, pero hay que buscar mucho”, dice Susperregi. Recientemente descubrió el XIV. Una casa con maderas del siglo XX. “Súper sorprendente, porque visto desde fuera nadie se lo diría. Es una casa sencilla, bastante pequeña. Eso sí, está junto a la iglesia; probablemente sería una de las primeras casas del pueblo.

Caseríos anteriores

También tiene experiencia en caseríos. Susperregi ha demostrado que surgieron antes de lo que creían. XVI. Creían que se crearon a principios del siglo XX, pero cuando fechó los caseríos Lazkao e Ezkio, Maizgoena y Zen, lo vio claro. a mediados del siglo XX. “Además, en ambos casos pude llegar a conocer el año en que se derribó el árbol”, ha subrayado.

Desván del caserío Zen (Ezkio). Susperregi ha podido precisar que para la construcción de este caserío se talaron árboles en 1453. ED. : Ibon Telleria.

Se pueden realizar dataciones muy precisas con dendrocronología, según la muestra. “Ventajas e inconvenientes. El carbono 14, por ejemplo, siempre te da una datación y requiere una muestra muy pequeña, unos pocos gramos. Pero da poca precisión”. En cuanto a la dendrocronología, la principal limitación es que el resultado depende de las características de la muestra. “Necesitamos que la muestra tenga un número mínimo de anillos para poder compararla estadísticamente con las curvas de referencia. Si tienes una sucesión de 20-30 anillos, es casi imposible conseguir una buena sincronización, y si tienes entre 80 y 100 obtendrás un resultado muy bueno”.

En los casos en los que se consiga la sincronización se pueden llegar a tres niveles de precisión. En el caso de que la muestra disponga únicamente de carpintería (parte interna del árbol, madera muerta), sólo se podrá saber que es posterior a la fecha del último anillo. Si tiene parte de la madera (parte viva en el exterior del tronco, más clara que el carpintero), se puede calcular, aproximadamente, la cantidad de madera que retiró la madera. Para ello, Susperregi está definiendo ahora mismo el número de anillos que suele tener la madera de los robles autóctonos, mientras que utiliza la referencia aquitana: 10-40 anillos. “Si en una muestra encuentro 7 anillos de Zurgizene, puedo saber que con la fecha del último anillo, añadiendo 3 y 33, se taló ese árbol en ese intervalo”, ha explicado.

Y el último caso es que haya todos los anillos con la piel, o sin la piel, pero de manera que se pueda ver que el último anillo está ahí. En este caso se puede especificar el año en el que se taló el árbol. “Y como parte del anillo surge en primavera y verano, a veces se puede saber en qué época del año fue derribado”.

Descubrió todos los anillos en los caseríos Maizgoena y Zen, y ha podido determinar que los restos de la obra fueron derribados en 1445 y 1453 respectivamente. Los caseríos que se construirían inmediatamente después de su derribo, según explica Susperregi: “Había muchas teorías que decían que permitían secar la madera durante varios años, pero no es así. Todo el trabajo que tienen las maderas de un caserío es imposible realizarlo en madera seca. Trabajaban con madera húmeda. En muchas fachadas también se puede observar que las vigas de madera están curvadas, lo que se debe a que se secaron sobre el terreno. Ha habido muchos estudios y está bien demostrado”.

En 2015 fechó ambos caseríos. “Ya he encontrado 40. dependientes. Varios”. Hipótesis de creación de caseríos XV. Susperregi cree que hay que llevarlo a principios del siglo. “Y tenemos que encontrar las estructuras que precedieron a los caseríos. No creo que de las casetas prehistóricas pasaran directamente a los caseríos”.

Envase de Newport

Además de los caseríos, Susperregi ha datado de todo, iglesias, palaciones, casas-torre, presas, muelles… También barcos. “El del Newport fue emocionante”. En aquel primer intento no obtuvo resultados, pero en los años siguientes fue completando la curva de referencia.

La clave fue la ayuda de unos carpinteros alaveses. Fabricaban muebles con material de demolición. Se puso en contacto con ellos y les contó en qué estaba. “Era de ver con qué cara me miraban”. Les dejó una caja y les pidió que, cuando encontraran maderas y anillos que parecían viejos, cortaran un trozo para guardarlo en la caja y, una vez lleno, llamaran. “Así estuvimos durante mucho tiempo. Me iba y me encontré con grandes tesoros”.

Aquellos carpinteros le enseñaron a Susperregi lo interesante que eran las tablas que en su día, sin sierra, sacaban directamente del tronco con sus cuñas. Se dice que antiguamente se utilizaban como impermeables. “Me pasaron unas tablas de 300 anillos. Tablas amarillas XVI. Si son cortados en el siglo XVIII, vamos hasta el XIII. Mis curvas me llevaron entre 200 y 300 años atrás”.

En la ciudad de Newport (Gales) aparecieron restos de un barco de madera. Susperregi pudo aclarar que es madera de Euskal Herria, XV. Elaborada en el siglo XX. ED. : Owain/CC BY-SA 3.0.

“Cada vez que haces una mejora de este tipo en las referencias, prueba de nuevo con aquellas muestras con las que no consiguió fechar”, explica Susperregi. Un día se le ocurrió revisar los datos del barco de Newport. “Me dio casi un infarto! La sincronización era total”.

“‘Nigel, tienes que venir aquí’, le dije; ‘He conseguido datar el barco, es de aquí’”. Durante una semana estuvo en Nayling Arkeolan y confirmó el descubrimiento de Susperregi: El barco que apareció en Newport fue construido en el País Vasco, en el siglo XV. En el siglo XX.

“Ahora estoy refinando las cronologías y espero poder concretar más con qué árboles se hizo”. De hecho, cuanto más amplia es la red cronológica, más se puede determinar el origen de las maderas. “También te dicen de qué valle sacaron la madera en el norte de Europa”.

No se puede

Susperregi también ha tratado de fechar el ballenero de San Juan, pero en vano. “Quedan muy pocas muestras, la mayoría perdidas. Nadie los tiene”. Los canadienses se intentaron mucho antes. La nave apareció en Red Bay en 1978. Y para poder fechar, en la década de los 80, un dendrocronólogo fue enviado al País Vasco para tomar muestras de sus árboles y edificios históricos. “Los canadienses analizaron estas muestras y concluyeron que aquí no se podía hacer ninguna dendrocronología”.

Existe una gran variabilidad: “Si compara troncos de la misma edad, uno de los recibidos en Donostia o Hernani no tiene nada que ver con uno recibido en Bergara; en uno de ellos la anchura de los anillos puede ser el doble o triple de la otra”. Con tal versatilidad, no es fácil hacer aquí la dendrocronología. Pero Susperregi lo ha conseguido.

Lamenta que aquí no haya más dendrocronología, por ejemplo, para estudiar el clima del pasado. Esta es la segunda gran aplicación de la dendrocronología. Susperregi también realizó un trabajo al respecto. Cultivos arbóreos en Álava en la estación meteorológica de Vitoria-Gasteiz XX. Se compaginó con los datos recogidos a partir de principios del siglo XX, encontrando conexiones con las precipitaciones estivales y las temperaturas invernales. Así, calculó las precipitaciones veraniegas de los últimos 400 años. “Salieron cosas bonitas, como los que hacían coincidir unas sequías con los datos documentales en los que se recogían los robos y las procesiones para pedir la lluvia”.

“Tenemos árboles viejos que registran bien el clima y puede ser una gran contribución a la investigación del cambio climático. Es una pena no aprovecharlo”. Sin embargo, está satisfecho con el trabajo realizado. “Cuando empecé tenía la negativa de los canadienses, no se podía hacer. Llevo veinte años”. Ahora también le vienen alumnos canadienses a aprender a hacer dendrocronología.

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