Astenia primaveral

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

El cansancio, la debilidad física y la tristeza son las principales características de esta situación que se manifiesta desde los primeros calentamientos de primavera hasta el verano. Este cambio que los médicos conocemos como astenia primaveral afecta al 60% de la población.

En algunas personas el otoño provoca depresión (de lo que hablaremos en una próxima ocasión), después del verano aparece el síndrome postvacacional y, por tanto, junto a la primavera, la astenia. En general, todas ellas son consecuencia de las variaciones de temperatura y luz asociadas al cambio de las estaciones, ejemplos claros y claros de que nuestro cuerpo responde mucho más de lo que creemos a todos esos cambios. No son, por tanto, manías de unos pocos o falsas convicciones que se transmiten de generación en generación en boca de la gente, sino hechos reales que condicionan nuestra vida cotidiana y configuran al ser humano como algo que produce e integra la naturaleza.

¿Qué es la astenia?

Como ya se ha comentado anteriormente, el aumento de la fatiga, el sentimiento de agotamiento físico y psíquico y la tristeza injustificada que se manifiesta son las características de la astenia. La persona asténica percibe un gran cansancio, aunque haga el menor esfuerzo o esfuerzo y suele ser más irritante de lo normal.

Los médicos no lo consideran como una situación depresiva, pero sin embargo, el abatimiento, la melancolía y el desmonte que sufren en esta alteración son muy similares a los síntomas que suele tener la persona deprimida.

¿Por qué aparece?

Aunque todavía no se conoce muy bien el porqué exacto de esta situación, algunos especialistas consideran que se debe a factores externos como un esfuerzo prolongado, la monotonía del trabajo, hasta qué punto se produce algo agradable o no, la falta de estímulos o incentivos o una alimentación inadecuada. Para otros, sin embargo, el síndrome estaría influido por modificaciones internas como los desajustes biológicos provocados por el cambio estacional.

Pasear y practicar deportes moderados ayudan a equilibrar el cuerpo y la mente y a luchar contra el insomnio.

Las personas afectadas por el síndrome del cansancio de la primavera, hombres y mujeres, han estado normalmente sometidas a serios problemas y responsabilidades durante largos periodos de tiempo, lo que les obliga a vivir en un estado de tensión excesivo. La llegada de la primavera, o mejor dicho, el cambio en una época más cálida del año, actúa como iniciador o como explosivo, incendiando la mecha de la bomba dormida. El cuerpo, acostumbrado a la aspereza invernal, se turba más o menos ante el nuevo mapa del tiempo que anuncia el sol y temperaturas superiores a los veinte grados.

El cambio estacional afecta al sesenta por ciento de la población, pero son las personas mayores de 60 años las que más se ven afectadas, mientras que las menores de 20 años son las que menos perciben la influencia de las variaciones climáticas producidas por el cambio de invierno a primavera.

¿Qué se siente?

La astenia primaveral produce una serie de molestias que el enfermo sufrirá durante un tiempo relativamente largo. Los más habituales son:

  • Disminución de la capacidad intelectual. Cuesta concentrarse, coordinar ideas y a veces la memoria se reduce. A menudo, las personas asténicas se distraen y olvidan los datos, hechos y nombres que antes controlaban con facilidad.
  • Excitabilidad. Incluso con el acontecimiento más alegre, la persona asténica suele tener reacciones muy exageradas: al principio muy contento, pero a continuación la lentitud, la apatía y la indiferencia.
  • Suelen ser hipocondríacos, aunque sólo en temporadas. Están muy preocupados por su situación, siempre pensando que están afectados por alguna enfermedad grave.
  • Dolores de cabeza, sobre todo tras un esfuerzo intelectual.
  • Sensaciones de vértigo y zumbidos en los oídos.
  • Pueden aparecer diarreas y dolores abdominales.
  • Disminución significativa de la potencia sexual y libido.
  • Trastornos del sueño que pueden ser muy variados: dificultades para conciliar el sueño, despertar prematuro (a la madrugada), tener pesadillas o tener un sueño muy ligero.
  • Las manos y los pies a menudo están fríos y sudan.
  • Taquicardias y alteraciones de la presión arterial.

¿Qué se puede hacer?

Seguramente la mayoría de nosotros hemos notado en años anteriores los síntomas mencionados anteriormente, pero no hemos sabido de qué se derivaron. Para que este año no te sorprenda la primavera (y después el verano) os recomendamos:

  • Descansa como el del cuerpo y también el psíquico. Quizá te conviene hacer una siesta por la tarde, pero no más de veinte minutos.
  • No abuses con el alcohol, el café o el té, pero puede provocar incentivos en una o dos tazas de las dos últimas bebidas.
  • No dejes las tareas diarias, pero hazlas poco a poco y con los descansos necesarios.
  • Practica ejercicio físico: pasear y practicar deportes moderados ayudan a equilibrar el cuerpo y la mente y luchar contra el insomnio.
  • Acostúmbrate a ducharse cada mañana con agua templada (o incluso fría) y échate las duchas y baños con agua muy caliente.
  • Cuida la alimentación y procura que sea suficiente para la actividad física que realices, pero no demasiado ni de difícil digestión.

Las vitaminas pueden ser de gran ayuda

La escasez de vitaminas puede provocar situaciones de fatiga y apatía. Por ello, se indican a continuación dónde se pueden encontrar las vitaminas:

  • Vitamina A: Aceite de bacalao, leche, mantequilla, yema de huevo, zanahorias, espinacas, coliflor, berza, guisantes. No es muy rica en fruta.
  • Vitamina B1: Arroz, pan integral, legumbres, verduras, tomates, carne de cerdo y riñones.
  • Vitamina B6: Huevos, pescado, cereales y legumbres.
  • Vitamina B12: Productos de origen animal: hígado, marisco, leche, huevos.
  • Vitamina C: Limones, pimientos frescos, naranjas, berros, patatas frescas, tomates.
  • Vitamina E: Aceites vegetales, cereales, legumbres.
  • Ácido fólico: Hígado y vísceras, verduras verdes y fruta.
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