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El francés André-Jacques Garnerin fue el primer hombre en saltar con paracaídas. Primer salto desde una aeronave en octubre de 1797. Aquella experiencia le gustó tanto que a partir de entonces saltó. Desgraciadamente, esa pasión le llevó muy joven al otro mundo.
Estos paracaidistas realizan una prueba denominada vuelo relativo. (Foto: M. A. Dominguez):

Nace en la capital francesa el 31 de enero de 1769. Creyendo que cursar estudios de física era poco para él, obtuvo también los títulos de química y astronomía. A los 14 años, Pilâtre de Rozier y Marquis d’Arlande tuvieron la oportunidad de ver el primer vuelo con balón. Desde aquel día, en la antigüedad, la aeronáutica se convirtió en pasión, pero desgraciadamente, en aquellos años se inició la revolución francesa y los austriacos la encarcelaron. Pasó tres años en las cárceles austriacas.

Salto mundial

Al regresar a Francia comenzó a trabajar en la cabeza durante su estancia en Austria: empezó a construir los primeros balones y organizar vuelos. En un principio, antes de que él mismo realizara los saltos que tenía previstos, los hacía a su perro. Como aquel animal nunca murió, él tuvo que atreverse.

Primera fotografía de un salto con paracaídas.

En octubre de 1797, en el primer salto de Garnerín en el parque de Monceau, su ayudante dijo las siguientes frases: “Garnerine ha conseguido el salto por paracaídas prometido y ha sido espectacular. Cuando llevaba un minuto en el aire y a 600 metros de altura, Garnerín corta la cuerda y el balón se levanta y se abre. Nuestro físico ha conseguido caer con paracaídas y, a pesar de que al aterrizar le ha retorcido un poco la pierna, todo le ha salido como quería”.

El paracaídas que utilizó ese día era de seda y estaba sostenido por 36 palos rígidos. En total, la tela tenía un diámetro de 8 metros y la parte superior estaba formada por un disco de madera. Este disco fue colocado, entre otras cosas, para que entrara aire en el paracaídas y elevara el balón.

El problema más importante que tuvo Garnerine durante el vuelo fue el constante balanceo del paracaídas. Por ello, el físico Lalande, que se acercó a ver el salto, aconsejó a Garnerin que perforara un poco la punta de la tela para que pasase el aire y de alguna manera se redujeran los columpios. Después de ese salto, hizo todos los demás siguiendo el consejo de Lalander.

En 1802, estando en Inglaterra, Garnerín decidió realizar unos viajes más o menos largos por el cielo: el primer viaje fue de 300 kilómetros desde Moscú hasta Polonia; en 1807 el anterior viaje se incrementó en 95 kilómetros y llegó desde París a Clausen.

Pero, desgraciadamente, el hombre tan atraído por el cielo murió muy joven (a los 41 años): mientras preparaba todas las herramientas para otro largo viaje, se le cayó una viga larga y un piso sobre la cabeza y murió allí.

Evolución de paracaídas

Primer libro publicado sobre Garnerín.

Desde la época de Garnerín, como todas las herramientas, se han ido mejorando los paracaídas. En 1897 se inventó un paracaídas que no llevaba soporte. A diferencia de lo anterior, en lugar de una cesta grande llevaba una barra trapezoidal. Tom Baldwin fue el primero en saltar con esta herramienta.

Pero, ¿se utilizaba la aeronáutica únicamente para el ocio? No. Nada más inventarse el paracaídas, este instrumento llenó el ojo a los militares. Esta herramienta fue muy utilizada, creando nuevos materiales y técnicas: En la Primera Guerra Mundial, los ejércitos mejoraron los paracaídas para proteger a sus pilotos. En 1930 el Ejército Rojo dio un nuevo uso a los paracaídas: los pilotos, gracias a este instrumento progresista, empezaron a aterrizar tras las líneas enemigas y crearon una nueva táctica bélica.

Además de los usos militares, en los años 30 se intentó reconocer en más de una ocasión la aeronáutica como deporte. Sin embargo, hubo que esperar hasta los años 50 para que la Federación Aeronáutica lo reconociera como deporte. Los primeros deportistas usaban trajes y paracaídas militares, pero poco a poco, a medida que la competición entre los deportistas iba creciendo, empezó a comercializar material adaptado a ellos.

Tras su aprobación como deporte aeronáutico, los primeros campeonatos mundiales en esta materia se celebraron en Yugoslavia en 1951. Desde entonces, los deportistas tienen que superar una serie de pruebas: la primera, que los militares realizaban varias veces, la prueba de aterrizaje; la segunda, es un salto con imágenes. En este ejercicio, los paracaidistas tienen que saltar 2.000 metros y realizar seis imágenes diferentes. El vuelo relativo suele ser una tercera prueba: Entre 4 y 8 jotas se unen en el aire y tienen que realizar unas imágenes preestablecidas durante el tiempo que quieran. Y la última prueba es el contacto de las telas: Los 4-8 paracaidistas, con sus paracaídas abiertos, se ven obligados a reunirse y a realizar unas imágenes establecidas por los jueces durante un tiempo determinado.

¡Menudo placer al aterrizar!

El paracaidismo ha dado la misma vuelta que André-Jacques en su día en el cielo. Surgió de la pasión de algunos científicos por construir nuevas herramientas, disfrutarlas y superar los límites de la física, se ha utilizado y se sigue utilizando para dañar a los seres humanos, y menos mal que desde mediados del último siglo volvemos a su uso original y disponemos de una herramienta de ocio.

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