La humanidad necesita de un planeta sano, unas condiciones ambientales adecuadas. Sin embargo, las evidencias muestran que cada vez será más difícil mantener estas condiciones. Estamos superando todos los límites de seguridad. Dos investigadores que han investigado estas limitaciones, Noelia Zafra Calvo y David Nogués Bravo, nos han contado cuál es la situación.
Un amplio grupo de científicos internacionales concluyó que “el planeta está lejos de ser un lugar seguro para la humanidad” en un exhaustivo estudio publicado en la revista Science el pasado mes de septiembre. De hecho, los resultados de este estudio demostraron que seis de los nueve límites conocidos como “frontera planetaria” ya han sido superados y otros dos en vías de superación. Así, “hay un gran riesgo de que el sistema no siga funcionando como hasta ahora y de que no podamos ofrecer los servicios necesarios”, explica Noelia Zafra Calvo, investigadora del BC3.
Estos nueve límites fueron definidos por los investigadores del Stockholm Resilience Centre en 2009. “Lo que conseguimos con las fronteras planetarias es comprender las condiciones en las que se han desarrollado las sociedades a lo largo de todo el Holoceno y medir cuánto nos hemos alejado de ellas”, explica el macroecólogo David Nogués Bravo. Es profesor de la Universidad de Copenhague y ha participado en este último estudio. “Superar fronteras significa alejarnos mucho de estas condiciones. Es una forma de conceptualizar y cuantificar qué es un espacio seguro para las sociedades”.
De hecho, aunque nuestra especie tiene unos 300.000 años, todas las civilizaciones modernas se han desarrollado en los últimos 10.000 años, a partir de la última glaciación. Y es muy probable que las condiciones ambientales durante este periodo sean una de las principales razones para ello. A partir de esta hipótesis, en 2009 se establecieron los nueve límites planetarios, seleccionando nueve procesos o sistemas claves para mantener estas condiciones ambientales: integridad de la biosfera, cambio climático, usos del suelo, agua dulce, ciclos de fósforo y nitrógeno, contaminantes ambientales, acidificación de océanos, aerosoles atmosféricos y ozono estratosférico.
“La mayor fortaleza de las fronteras planetarias es que combina conceptos y datos de diferentes disciplinas, no hay otra metodología que la consiga”, afirma Nogués. “A menudo, los climatólogos trabajan por separado, los que trabajan en la biodiversidad por igual, los que estudian los ciclos del nitrógeno… Poner todas estas variables en un mismo marco no es fácil, y en los últimos 15-20 años se ha trabajado mucho en ello, con límites planetarios”.
Cuando en 2009 se establecieron los nueve límites, se encontraron cuatro superados: el cambio climático, la integridad de la biosfera, el uso de suelos y los ciclos de fósforo y nitrógeno. Para medir el resto, no disponían entonces de información suficiente. Otro estudio concluyó el año pasado que el límite de contaminantes ambientales también estaba superado.
Ahora se ha analizado la situación de nueve fronteras, basándose en más de 2.000 estudios. Y estos resultados demuestran que, además de los cinco superados anteriormente, se ha superado también un sexto, el de las aguas dulces. Además, los investigadores advierten de que una séptima, la acidificación de los océanos, está a punto de ser superada, y que la acumulación de aerosoles atmosféricos, a pesar de que globalmente se encuentra dentro de límites seguros, está muy por encima de ese límite en muchos lugares.
“No es fácil establecer unos límites concretos, ni obtener toda la información para medir la situación a escala global, por lo que hemos tardado 8-9 años”, explica Nogués.
Estos límites deben entenderse como umbrales de riesgo”. Utiliza la tensión arterial como metáfora: “Cuando tienes una tensión superior a 13 no significa que tengas un corazón, pero sí que estás en situación de riesgo. Pues eso es lo que nos dicen esos límites, que estamos en una situación de riesgo”.
Los sistemas que sustentan la vida han sido tan dañados por el hombre que ahora no sabemos qué puede pasar —dice Zafra—, no sabemos cómo reaccionarán esos sistemas y podrán seguir ofreciendo lo que necesitamos para vivir”.
Predecir el futuro siempre es difícil, pero es útil mirar al pasado. Esto es lo que hace Nogués, que ha investigado mucho los cambios ambientales del pasado. “Ha habido grandes cambios en el pasado que han influido en la pérdida de especies y en el declive de algunas civilizaciones. Pues bien, los cambios actuales son tan grandes y están ocurriendo tan rápido que pensamos que los impactos pueden ser mayores que nunca. En biodiversidad, por ejemplo, estamos asistiendo a una sexta destrucción masiva. Todavía no estamos en este punto, pero los datos dicen que nos estamos acercando al vacío”.
De hecho, la biodiversidad y el clima son el centro de estas nueve fronteras estrechamente ligadas. En el caso del cambio climático, la concentración de CO2 es uno de los parámetros considerados. El límite se sitúa en 350 ppm y actualmente se sitúa en torno a 420. Los investigadores calculan que acercarse a 450 supondrá un aumento de la temperatura global de casi 2 ° C. Antes de la revolución industrial, la concentración de CO2 era de 280 ppm.
Por otra parte, la destrucción y degradación de los ecosistemas, la pérdida de especies, etc. han conducido a la biosfera a un estado deprimido, límite también superado ampliamente. Y no estamos hablando de salvar al lince o al oso polar; la pérdida de biodiversidad afecta directamente a los seres humanos.
Con el clima empezamos a ver que cada día las cosas empeoran, pero con la biodiversidad es mucho más difícil tomar conciencia de lo que nos afecta”, dice Zafra. “Pero vivimos en un sistema en el que necesitamos otros muchos seres vivos, para tener agua limpia, para tener aire respirable, para producir alimentos… Y, a otro nivel, las lenguas, las culturas y las sociedades han nacido en interacción con la naturaleza. Es decir, la biodiversidad es la base de todo”.
La pérdida de biodiversidad afecta directamente a nuestra salud”, destaca Nogués. “Cuando los ecosistemas no funcionan bien, aparecen más enfermedades. Desde el punto de vista de la Salud Única, comenzamos a entender cómo afectan las relaciones entre naturaleza y sociedades y la salud de los ecosistemas a la salud de las personas”.
Debemos ser conscientes del impacto real de estos cambios”, ha subrayado Nogués. “Más allá del riesgo de pérdida del oso polar, o de los problemas de seguridad alimentaria, inciden directamente en la salud humana y en las posibilidades de mantener sociedades estables”.
Así, los investigadores han demostrado que estamos asumiendo riesgos excesivos. “Corremos el riesgo de trasladar la biosfera a una zona zombie irreversible”, afirma Nogués. “Cuando la biosfera pierde parte de su diversidad, deja de funcionar. Y cuando esto ocurre es muy difícil darle la vuelta”.
“La biodiversidad es el resultado de miles de millones de años de evolución. Por eso, la vida tiene millones de formas y todas tienen su función en el ecosistema. Si se pierden esos seres vivos y esas funciones, los seres humanos no podremos recuperar lo que tantos años le ha costado a la naturaleza”. Así lo cree también Zafra: “Cuando se pierde la biodiversidad es imposible recuperarla por completo”.
“Pero podemos intentar recuperarlo al máximo”, añade. “Ahora mismo quizás no necesitamos que la Tierra sea como hace 10.000 años, pero sí que restituyan las funciones que sustentan la vida”.
El estudio también muestra una tendencia positiva, con la única de que el límite del ozono estratosférico se encuentra en buen estado, mejorando desde la prohibición de clorofluorocarbonados. “El caso del ozono demuestra que cuando hay un objetivo y las cosas se hacen bien se pueden conseguir impactos positivos”, destaca Nogués.
“Este caso es especial —aclara Zafra— porque era fácil de sustituir y nadie tenía ningún interés en contra. Eso no ocurre con la biodiversidad y el clima”.
Si analizamos los nueve límites, tres tienen que ver con lo que sacamos del planeta y los otros seis están directamente relacionados con lo que dejamos, los residuos. En definitiva, ahí está la clave de todo. “Una parte muy importante del problema es que vivimos en un sistema absolutamente estractivista y productivista, que va en contra de la vida”, dice Zafra.
“Sapiens siempre ha sido estractivista —dice Nogués—; el problema es que en el último siglo y medio, con las revoluciones industriales y tecnológicas, nuestra capacidad de extraer recursos de la biosfera ha aumentado exponencialmente, y eso nos ha traído a esta situación”.
Zafra lo tiene claro: “A nivel planetario, el sistema se basa en la sobreexplotación del planeta. A nivel individual lo importante es producir. Puedes prescindir del resto de cosas: familia, relaciones, relación con la naturaleza, o incluso con ti mismo. Un día puedes levantarte con dolor de espalda, pero más importante que analizar y cuidar lo que te pasa es coger una píldora y seguir produciendo. Por último, a nivel social, lo que está en la base del sistema es que hay personas que viven muy bien porque otras viven muy mal”.
De hecho, teniendo en cuenta lo social y la justicia, el pasado mes de mayo unos 50 científicos publicaron en la revista Nature una revisión de las fronteras planetarias. El propio Zafra es uno de ellos. “Es absolutamente fundamental, cuando decimos que la Tierra debe ser habitable para los seres humanos debe ser para todos. Y lo cierto es que los problemas relacionados con las fronteras planetarias influyen de forma diferente en diferentes lugares del mundo, grupos sociales diferentes o personas diferentes”.
Si se tiene en cuenta esto, los límites planetarios son aún más estrechos. Por ejemplo, el caso del cambio climático es muy claro. Limitando el calentamiento a 1,5 ºC se evitarían los impactos más graves pero no muchos otros daños significativos que afectarán a muchas personas, como muertes, migraciones, disponibilidad de alimentos y agua. De hecho, con un aumento de 1,5 °C, 200 millones de personas deberán convivir con temperaturas extremas, afectando a más de 500 millones de personas. “El aumento de grado y medio de la temperatura no tendrá el mismo efecto en países como Alemania o las islas Vanuatu, que son estados de características muy diferentes, y probablemente su contribución al cambio climático y a la contaminación tampoco tiene nada que ver”.
Así, calculan que el límite climático seguro y justo es igual o inferior a 1,0°C. Y la superación de esta frontera no es justa, porque ya está causando daños significativos a millones de personas.
“Además, hay que aplicar justicia a los cambios que habrá que hacer para hacer frente a lo que viene”, añade Zafra. “No todos tenemos la misma responsabilidad ni la misma capacidad de respuesta. Ni las mismas perspectivas y valores. Y la cuestión es a quién se va a dar voz en ese proceso de cambio, quién va a tomar decisiones, y en qué conocimientos se van a tener en cuenta otras concepciones del mundo…”.
Nogués valora también la labor de Zafra y sus compañeros. “Este artículo demuestra muy bien que sin equidad social será muy difícil mejorar las condiciones planetarias”.
El reto no es pequeño. “Hablamos de un planeta, de millones de personas”, advierte Nogués. “La desaceleración puede ser una solución”. Porque estamos hablando de las fronteras del planeta, pero vivimos en un sistema basado en un crecimiento ilimitado. “La apuesta de los últimos años está siendo el ‘crecimiento verde’, basado en economías sostenibles. Pero cada vez son más las voces que están cuestionando este camino. Quizás el decrecimiento es lo que necesitamos para afrontar el reto que tenemos delante”.
Sea cual sea la solución, se necesitarán grandes cambios. “Harían falta compromisos y alianzas políticas, económicas y sociales a escala global, como nunca hemos visto hasta ahora”, afirma Nogués. “La humanidad tiene que enfrentarse a una situación como la que nunca ha conocido, a ver si somos capaces de entender qué está en juego y cómo debemos afrontarlo”.
Zafra coincide: “Es una cuestión de varios niveles. Un partido de billar con muchas bolas y un mínimo de cuatro jugadores. Por un lado, debemos trabajar a nivel científico en la investigación de estas limitaciones, en la aportación de datos y en la comunicación de la situación. Pero esto no sirve de nada si luego no se lleva a cabo en acciones políticas, para que los gobiernos protejan lo que mantiene la vida, y no lo destruya. Y la acción de los gobiernos debe estar alineada con la sociedad y con los movimientos sociales y con los cambios que hay que hacer en la sociedad. Y sería un cuarto nivel individual”.
Aunque la situación es preocupante, “no se trata de alarmar a la gente”, subraya Zafra. “Pero hay que hacer cosas a muchos niveles y hay que hacerlo ahora”.
“No quisiéramos entender la frontera planetaria como apocalipsis”, afirma Nogués. Y aunque consideran imposible recuperar las condiciones ambientales, “estamos a tiempo de reducir los impactos y de cambiar las tendencias”, añade. “Tenemos que hacer todo lo posible para cambiar o al menos no acelerar las tendencias. Así ganaríamos tiempo en buscar más soluciones”.
“Si una persona tiene tensión de 16 o 17, puede que no pueda hacer nunca un maratón, pero si toma unas pastillas, hace ejercicio y cuida su dieta, puede que no tenga infarto y pueda llevar una vida relativamente normal”.