Ciencia de la Adolescencia

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

La adolescencia no es un mero paso de la infancia a la edad adulta, es un proceso con características específicas. El catedrático de Fisiología, Juan Ignacio Pérez Iglesias, y la doctora de Psicología, Naiara Ozamiz Etxebarria, han analizado esta etapa de la vida desde sus respectivos ámbitos. Se trata de un proceso biopsicosocial, es decir, hay que tener en cuenta los aspectos biológico, psicológico y social para entenderlo en su totalidad.
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Ed. Danel Solabarrieta Arrizabalaga

Desde el punto de vista biológico, la adolescencia se basa en que las partes del encéfalo finalizan su maduración en diferentes momentos. Juan Ignacio Pérez Iglesias ha explicado que “las partes inferiores de la corteza maduran antes y ahí están los circuitos del placer (circuitos de premios). Estos circuitos están completamente desarrollados cuando los niños tienen entre 11 y 12 años, en la pubertad, mientras que la parte delantera de la corteza llega 15 años después, aproximadamente 30 años”.

En el desarrollo del encéfalo se dan dos fases: primero una fase de crecimiento antes y después una fase de poda. Con ello se reducen las uniones sinápticas entre neuronas, lo que implica la fijación de unas funciones y la desaparición de otras.

Para explicarlo, Iglesias pone un ejemplo: “Esto se ve muy bien en la pronunciación de las lenguas, especialmente en las lenguas tonales como el chino. Si los lenguajes tonales no se aprenden desde pequeños, luego no hay forma de pronunciar bien y muchas veces de identificar bien los sonidos. ¿Por qué? Porque esa capacidad se pierde al podar las sinapsis”.

Podado de neuronas

En la adolescencia, en toda la corteza, pero especialmente en la corteza prefrontal, la mielina va engrosándose.

En general, la poda se produce a lo largo de la infancia, mientras que en la corteza prefrontal no es así: en este apartado la densidad neuronal no queda antes de nacer o recién nacidos, sino que aumenta hasta la pubertad. “Y entonces empieza la poda”, matiza Iglesias.

Por tanto, en la corteza prefrontal, en principio la materia gris es muy abundante, ya que es esa materia gris: sinapsis, dendritas... Después, más tarde que en otras partes del encéfalo, se inicia el proceso de poda, que a su vez comienza a reforzar las conexiones intracraneales.

Iglesias explica cómo sucede: “Los axones están rodeados de una capa lipídica llamada mielina. Esto les aísla y garantiza una comunicación eficaz y rápida. Pues durante la adolescencia, en toda la corteza, pero especialmente en la corteza prefrontal, la mielina va aumentando, es decir, la materia blanca va creciendo. El proceso es largo y hasta que termina el cortex no funciona del todo bien”.

Esto es muy importante ya que la función de control ejecutivo corresponde a la corteza prefrontal. “La labor de la corteza prefrontal consiste, sobre todo, en evaluar diferentes alternativas y, como resultado de esta evaluación, tomar una decisión. Por eso podemos decir, en gran medida, que ese es también el núcleo de decisiones morales. Y hasta que no se haya desarrollado completamente, no se puede decidir bien; los adolescentes saben lo que les da placer, pero no tienen en cuenta sus consecuencias futuras”.

Juan Ignacio Pérez Iglesias. Catedrático de Fisiología.

Dilema moral

También se ha analizado el desarrollo de la moral desde el punto de vista de la psicología evolutiva. La doctora en Psicología Naiara Ozamiz Etxebarria ha mencionado la teoría de Kohlberg: “Lawrence Kohlberg era seguidor de Piaget y dividió el desarrollo de la moral en etapas. Según su edad, el individuo estaría en una etapa u otra. Por ejemplo, al tomar una decisión moral, los niños dan importancia a los premios y a las penalizaciones, mirando el beneficio de sí mismos. Los adolescentes, por su parte, también tienen en cuenta la opinión de la sociedad y, sobre todo, lo que piensan los iguales”.

Ozamiz pone como ejemplo el dilema Heinz: Una mujer está a punto de morir por una extraña enfermedad. Un medicamento puede salvarlo, pero está en manos de una compañía farmacéutica y vende 20 veces más caro de lo que vale. El marido de la mujer, el señor Heinz, recauda todo el dinero que puede, pero es la mitad de lo que pide la compañía. En busca de soluciones, al Sr. Heinz se le ocurre robar el medicamento. En este caso, ¿sería correcto robar?

Ozamiz ha explicado que los niños juegan en beneficio de sí mismos, por lo que creen que si Heinz ama a su mujer, por ejemplo, robar el medicamento es correcto. Los adolescentes, por el contrario, también se fijan en otros aspectos y tienen en cuenta las normas sociales. “Por ejemplo, un adolescente podría responder qué pasaría si empezara a robar todo el mundo, todavía no son capaces de entender que la vida de la persona está por encima de todo. Los mayores anteponen la vida a las leyes. No todos llegan al máximo nivel de moralidad, pero en el último nivel estarían los que se atreverían a robar el medicamento”.

Construcción de identidad

Naiara Ozamiz Etxebarria. Doctor en Psicología.

También ha destacado a Erik Erikson. Según Erikson, en el desarrollo de la persona hay ocho etapas y en cada una de ellas hay que afrontar un reto o un conflicto. “Así, la adolescencia es el momento de definir la identidad”, ha precisado. “Según Erikson, ocurre entre los 12-21 años y si superamos bien esta etapa, la persona tendrá una fuerte identidad. Sin embargo, si no lo supera bien, por ejemplo, si se basa en proyectos y expectativas de sus padres, vivirá un futuro hipotecado”. A pesar de que esto no es más que un ejemplo, Ozamiz tiene claro que la adolescencia es clave para crear una identidad personal.

Pérez Iglesias coincide con el desarrollo de la corteza prefrontal: “Me preguntaba por qué ese desarrollo no se producía antes, por qué tardó en la segunda etapa de la vida en lugar de en la infancia. Creo que es por la energía que necesita el cerebro para desarrollar; en la infancia necesita tanta energía, no puede desarrollar todas las partes a la vez. Casi la mitad del metabolismo infantil lo necesita el cerebro para su desarrollo y funcionamiento. Esto significa que la capacidad del cerebro es limitada para el desarrollo y por eso se desarrolla por partes”.

Pérez Iglesias ha explicado una investigación que refuerza esta idea: “Hay una investigación que compara genéticamente el chimpancé y el hombre, y se observa que hay genes neoténicos en humanos, en los chimpancés no son neoténicos. Es decir, algunos genes que se expresan muy tarde en el ser humano, en la segunda o tercera década, se expresan mucho antes en los chimpancés. Esto tiene que ver con la diferencia entre el chimpancé y los cerebros del hombre, y la mayor diferencia es que el nuestro es mucho más grande y complejo, especialmente el cortex”.

Y eso tiene que ver con el número de Dunbar, según Iglesias. El número de las dunas indica que el número de personas con las que tenemos relación es limitado, no superior a 140-150. “Es una cantidad muy grande, mucho mayor que los chimpancés y otros primates. Para tener una red de relaciones tan grande, el córtex también tiene que ser muy grande y complejo (o viceversa, nunca sabes lo que es antes). El desarrollo de estas relaciones se centra principalmente en la corteza prefamantal. Por eso la identidad se construye en la adolescencia, porque la identidad se crea con los demás, en relación con los demás y por interacción con los demás”.

Ed. Adrieen/Pexels

“Por eso los adolescentes dan tanta importancia a su imagen, porque la opinión de los demás es clave para definirse”, ha continuado Pérez Iglesias. “Por eso necesitan estar con sus amigos, se avergüenzan cuando están con sus padres con sus amigos, les importa lo que han dicho tantas personas... En definitiva, están consolidando su personalidad, y su control se lleva por la corteza prefrontal”.

Explica que está en la base la exigencia energética: son tan grandes que primero se desarrollan las partes evolutivamente más antiguas y después más recientes. Además, para Pérez Iglesias, es lógico que antes se desarrollen las habilidades físicas y luego las habilidades sociales.

Conducta peligrosa

En concreto, Ozamiz ha destacado la interacción de los adolescentes con la sociedad y ha señalado que en esas interacciones pueden surgir crisis, como las crisis religiosas. Otra característica es vivir en el presente: “Viven en el presente. No se preocupan por el futuro y por ello pueden adoptar conductas de riesgo”.

En esta época, los jóvenes no se preocupan por el futuro, por lo que pueden adoptar comportamientos de riesgo. ED. : Rawpixel.

En este sentido, Pérez Iglesias considera que habría que tener en cuenta la naturaleza de esta conducta peligrosa: “Los adolescentes entran muchas veces en problemas graves, especialmente los chicos. Muestran un comportamiento antisocial y está a menudo relacionado con el consumo de drogas. Esto tiene que ver con los circuitos del placer: saben antes qué les produce placer, que las consecuencias que puede tener la búsqueda de ese placer”.

Y sigue: “Hoy en día está bastante claro que las conductas antisociales en la adolescencia son de dos tipos. Algunos desaparecen con la adolescencia y otros no, pertenecen a la personalidad de la persona. En mi opinión, desde el punto de vista de la sanción, no habría que actuar de la misma manera ante ambos: sabemos que algunos son efímeros, y eso habría que tenerlo en cuenta a la hora de imponer sanciones. Es decir, hay que dar a quien se mete en problemas por ser adolescente la oportunidad de salir del círculo vicioso de sanciones y conductas antisociales. Eso sería bueno para los jóvenes, por supuesto, pero también para toda la sociedad”.

Localización del problema

Tal y como ha señalado Pérez Iglesias en relación al consumo de drogas, Ozamiz también considera importante que los adultos entiendan que estas conductas están ligadas a la adolescencia, ya que, de lo contrario, se corre el riesgo de considerarlas como un problema. “En este sentido, el problema no es de ellos sino de adultos”, afirma.

Ozamiz cree que la adolescencia no tiene por qué ser conflictiva, pero algunos pueden tener problemas. Las más graves, además del consumo de drogas mencionado, serían los trastornos de la alimentación, los relacionados con la autoimagen, los trastornos emocionales y los accidentes. “Pero la mayoría no tiene problemas graves y se enfrentan a las nuevas situaciones que se les plantean”, ha subrayado.

En rojo, corteza prefrontal. Imagen: DBCLS/CC-BY-SA-2.1.

Como los adultos, Ozamiz explica que pueden tener estrés. En casos extremos, y dado que el estrés actúa sobre el sistema hormonal, puede producirse una detención del desarrollo físico por interrupción del flujo hormonal. En el desarrollo normal, y también por la acción de las hormonas, aumenta el impulso sexual y los trastornos emocionales son frecuentes.

Los cambios que se producen en el cuerpo y en el carácter no sólo afectan a sí mismos, sino también a la manera en que la sociedad los ve, lo que repercute en su autoimagen. “Es una rueda loca”. La imagen corporal tiene gran importancia y, en la mayoría de los casos, tienden a verse más feos de lo que son. En este sentido, la autoestima se ve alterada y por eso cobran importancia los logros deportivos o académicos.

En este contexto, y también influenciado por la fuerza de la publicidad y la moda, pueden aparecer obsesiones como la dedicación de horas y horas en el gimnasio y, en los casos más graves, alteraciones alimenticias, especialmente en las chicas. “Pueden aparecer anorexia, bulimia y son alteraciones muy graves. Un 5-20% de los casos de anorexia terminan en la muerte y la bulimia puede dejar secuelas para toda la vida en la salud”.

El riesgo de aparición de otros trastornos psiquiátricos también es mayor en la adolescencia, en ocasiones asociados al consumo de drogas: “Es hora de experimentar, y eso incluye probar drogas. Los primeros son el alcohol, el tabaco y la marihuana, y algunos también toman drogas que se llaman más duras. Pero estos primeros también pueden tener consecuencias muy perjudiciales, por ejemplo, muchos brotes psicóticos se deben al consumo de marihuana”, ha advertido Ozamiz.

Ed. Klimkin/Pixabay

Dice que está demostrado que en las personas vulnerables puede aparecer esquizofrenia por consumo de drogas, lo que es más probable en la adolescencia. “Y ahí también tenemos un papel, sobre todo en la prevención”.

Parte social

Según la OMS, la mitad de las enfermedades mentales aparecen cuando la persona tiene 14 años, pero la mayoría de los casos no se diagnostican hasta mucho más tarde; los más frecuentes son la depresión y la ansiedad. Ozamiz da un dato: “Entre los jóvenes, el suicidio es la tercera causa de muerte. Por ello, es muy importante prevenir, diagnosticar y cuidar a tiempo. Y eso es responsabilidad de toda la sociedad”.

En este sentido, Pérez Iglesias y Ozamiz comparten la idea de que la adolescencia es un proceso específico que la sociedad debe entender y que, si se ofrece a los jóvenes un entorno beneficioso, tanto ellos como el conjunto de la sociedad tendrán un buen futuro.

¿La adolescencia se está alargando?
Pérez Iglesias: “La duda es interesante. No sé hasta qué punto es algo fijado en la ontogenia del individuo, lo que es natural o si es adaptable. En definitiva, el periodo de formación en nuestra vida es cada vez más largo. Por un lado, los jóvenes pasan cada vez más tiempo en el sistema educativo y por otro, siguen jugando hasta después. No sé hasta qué punto no está relacionado con los hábitos sociales”.
“La adolescencia está aceptada en todas las culturas, pero no sé si abarca el mismo tiempo en todas. No me sorprendería cambiar, porque sabemos que el encéfalo tiene una gran plasticidad y es posible que factores como el tiempo que pasamos jugando o aprendiendo, o las posibilidades que tenemos de jugar o aprender influyan en la longitud de la adolescencia. En definitiva, ambas son formas de prepararte para ser autónomo”.
Ozamiz: “En psicología se dice que la adolescencia acaba cuando se toman roles de adultos. Y sí, estudios de hace unos cinco años demostraban que hasta los 25-26 no se tomaban esos roles, y parece que cada vez se adoptan más tarde. Y es que los jóvenes salen cada vez más tarde del hogar familiar y siguen en el sistema educativo hasta más tiempo.
No hay límites claros. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud define entre 10-19 años la adolescencia y la juventud, 19-25. Por su parte, la Organización Nacional de Salud de EE.UU., durante los años 10-21. Entonces, más que una edad concreta, la adolescencia está definida por la capacidad de la persona y por las responsabilidades y roles que asume”.
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