En invierno también hay que cuidar

Agirre, Jabier

Medikua eta OEEko kidea

Los seres humanos, como animales de sangre caliente, debemos mantener la temperatura interior en unos 37ºC. El cuerpo, a través de un proceso fisiológico extremadamente complejo, consigue mantener la temperatura dentro de unos márgenes muy estrechos, poniendo en marcha diferentes mecanismos gracias a sensores especializados situados a lo largo del cuerpo y a los centros cerebrales termoreguladores.

Cualquier actividad física o metabólica que tenga lugar en el cuerpo, es decir, un proceso interno como el ejercicio o la digestión, produce una generación o pérdida continua de calor, procesos que son imprescindibles para mantener la temperatura estable. Cuando hace mucho calor, bien por el aumento de la temperatura exterior o por el aumento de nuestra temperatura, por cualquier motivo, el cuerpo pone en marcha mecanismos de refrigeración, entre los que destaca la sudoración, entre los que destaca la reducción del calor producido por el cuerpo al sudar.

Cuando hace frío, el proceso es inverso: aumenta la generación de calor o disminuye la pérdida de calor para mantener la temperatura constante, es decir, en la medida adecuada para las funciones binarias. ¿Cómo se incrementa la generación de calor? Pues haciendo ejercicio, o a través de contracciones musculares no controladas por la voluntad, como las temblores, con las que el cuerpo se enfrenta al frío exterior. Al mismo tiempo, la red capilar se aprieta para evitar que la temperatura corporal disminuya, lo que provoca el desollado y el enfriamiento de la piel.

¿Frío, peligroso para la salud?

Algunos deportes como el patinaje sobre hielo o el patinaje o el montañismo (sobre todo en montañas de gran altura) se realizan en condiciones de frío. Otros deportes, como el ciclismo, el footing o el fútbol, se endurecen mucho durante el invierno con las condiciones meteorológicas. Y el calentamiento corporal antes del ejercicio es aún más importante en esta época del año, aunque siempre se recomienda el calentamiento adecuado: el músculo responde mejor cuando está caliente. Cuando el cuerpo está frío, si no se ha preparado previamente sin realizar un ejercicio de estiramiento adecuado, además de ceder menos y cansarse antes, existe un mayor riesgo de lesiones. Y este riesgo es aún mayor si esa persona sólo practica deporte o ejercicio físico de forma esporádica.

Se ha demostrado, por ejemplo, que en el caso del esquí, las lesiones más graves suelen provenir de aficionados que trabajan unos pocos fines de semana al año. ¿Y por qué? Probablemente porque no toman las precauciones necesarias ante el frío.

Además de la influencia que puede tener sobre el rendimiento físico, y a pesar de los problemas que puede acarrear el mal calentamiento muscular, el frío puede ser peligroso en sí mismo para la salud de muchos deportistas. Y aquí no hablamos de catarros o cuadros ligeros, sino de cosas más graves. Si el deportista sufre hipotermias severas (por ejemplo, en el caso de los montañeros suele estar a temperaturas muy bajas durante varias horas), puede producirse la muerte como consecuencia final.

Todos estos problemas, por supuesto, pueden prevenirse mediante la adopción de medidas adecuadas para proteger el cuerpo del frío. Y las medidas de protección deberían ser más severas en el caso de las personas con enfermedades que agravan el frío: hipertensas, que sufren el mal de Raynaub (o el llamado “síndrome de los dedos blancos”), o arteriosclerosis, ya que el frío puede provocar espasmos de las arterias.

CONSEJOS PARA CUIDAR MEJOR

Calentar bien antes de comenzar el ejercicio

Dependiendo de la edad, la forma física, etc. de cada uno, pero siempre antes de empezar con un deportista serio, hay que realizar unos ejercicios de calentamiento durante cinco o
diez minutos para poner a punto los músculos (es imprescindible aumentar la temperatura si el músculo responde bien y sin riesgo de lesión).

La ropa también es importante

Cuidado con la indumentaria que usamos: la que nos protege contra el frío (aislamiento), pero la que hace posible la sudoración o la transpiración. Si no se expulsa el sudor, la sudoración es menos efectiva como mecanismo de regulación de la temperatura de los músculos, lo que puede provocar enfriamientos y rayantas. Por
lo tanto, ropa cómoda y tranquila que se calienta pero que deja el sudor fuera. Por otro lado, la ropa no es recomendable; dos o tres pantalones bien colocados son un aislamiento óptimo contra el frío. Los tejidos de algodón y polipropileno son muy adecuados.

Proteger bien el cuerpo

Es importante cubrir bien la cabeza, ya que el tráfico en la cabeza es muy abundante, por lo que se puede perder mucho calor. Por lo tanto, en algunos casos el uso de gorros o similares puede ser necesario y casi obligatorio. Por otra parte, los dedos, los oídos, la nariz (y la cara en general) son los más sensibles al frío en las extremidades. Por lo tanto, deben protegerse con cremas protectoras, calientes de cabeza, etc. Seguir las predicciones meteorológicas en el monte.

Cuidado con el tiempo

El viento frío aumenta la pérdida de calor corporal. Cuando el viento sopla se usará más ropa. Por otro lado, también hay que hacer frente a la hipertermia. Después del ejercicio, y si el ambiente es frío, con el descanso puede producirse una hipotermia, ya que la generación de calor baja mucho con el descanso (si no desaparece completamente), mientras la pérdida de calor sigue siendo muy alta. Por ello, al finalizar el ejercicio hay que poner más ropa.

El sol también puede ser peligroso

Algunas pieles son muy sensibles, se enrojecen con facilidad en la nieve con el sol y para ellas no hay nada peor que estar fuera en la nieve, que pasar rápidamente de frío al calor interior (por ejemplo, al fuego muy suave junto a la chimenea): se pondrán rojizos y sentirán picores. La solución para estas pieles consiste en cremas con un factor de protección total para proporcionar cierta flexibilidad a los vasos sanguíneos frágiles y extendidos.

En la nieve el sol puede sonar muy bien, hasta dar color a la piel en muy poco tiempo, pero debido a la altura también tiene riesgos: Con 1.500 metros de subida, la potencia de la radiación solar también aumenta un 20% y la propia nieve refleja el 80% de los rayos solares (el agua del mar un 5%, o los restos, aunque sean blancos, sólo reflejan un 15-20%). ¡Con el Sol, por lo tanto! !

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