“Normalizando la menopausia”. Este fue el título del artículo publicado el año pasado por un grupo de mujeres ginecólogas y psicólogas en la revista British Medical Journal. En este trabajo se advirtió del daño que produce el estigma, la ignorancia o la desinformación sobre la menopausia. Para hacer frente a todo esto, y precisamente para normalizar la menopausia, se ha trabajado y trabaja la ginecóloga Inma Vila Mendiburu y el fisioterapeuta Juncal Alzugaray Zurimendi.
Inma Vila Mendiburu, actualmente jubilada, ha trabajado durante años en la consulta de ginecología y ha sido profesora en la Universidad del País Vasco. Dice que es importante tener en cuenta que la menopausia es un fenómeno fisiológico, pero que además de su dimensión biológica también tiene su dimensión psicológica y social.
En este sentido, Vila cree que, en general, la información sobre el aspecto biológico está suficientemente extendida en la sociedad, especialmente en las mujeres. “Cuando llega la menopausia, la mayoría de las mujeres saben lo que pueden esperar y si los síntomas influyen mucho en su bienestar, piden atención médica. No ocurre lo mismo en el aspecto social. Todavía se lleva clandestinamente y, por ejemplo, en el ámbito laboral no se tiene en cuenta, como la lactancia o ahora la menstruación. Es decir, no está autorizado cuando en algún momento los síntomas producen incapacidad laboral. Hay una gran ignorancia psíquica”, añade.
Por lo tanto, Vila opina que sería necesaria una información más completa, así como estudios que investiguen estos otros aspectos para, a partir de ellos, tomar medidas o diseñar directrices.
En otro caso, la menopausia tiene una definición precisa, que se produce transcurrido un año desde el último mes. La desaparición de la menopausia es, por tanto, una característica de referencia de la menopausia que se produce a una edad media de 50-51 años. Pero también hay otros cambios fisiológicos. Algunas se notan en esa misma época y otras aparecen con el tiempo. “Es importante conocerlos de antemano para prevenirlos y así hacerlos más ligeros”, advierte Vila.
Explica que la regla desaparece porque los ovarios pierden la capacidad de producir estrógeno. “Este cambio de hormona afecta a todo el cuerpo, como la danza de la hormona en la adolescencia”. Entre los cambios que se observan de forma inmediata destacan los sofocos y la sudoración. “Son muchas las mujeres que las sufren y a muchas las que les producen bastante malestar. Sin embargo, es cierto que hay una gran diferencia entre mujeres y otras, tanto en la intensidad de los síntomas como en las vivencias”.
Otros cambios se observan más adelante como la pérdida de elasticidad de la piel y la atrofia y secado de la vagina. “Esto provoca, a veces, dolor o molestias en la penetración, sensación de escozor al orinar, picor…”, precisa.
Además, tras la menopausia, el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares aumenta progresivamente: “Antes de la menopausia las mujeres tienen una incidencia cardiaca mucho menor que los hombres. Luego llega una edad en la que el riesgo se iguala”.
La menopausia también se manifiesta en los huesos. En un primer momento se produce una pérdida apreciable de la masa ósea, que luego irá disminuyendo. “Así, en las mujeres mayores el riesgo de fracturas óseas es alto”.
Como ha subrayado Vila al principio, los síntomas no son sólo físicos: “Psíquicamente, algunas mujeres sufren depresión e insomnio. El insomnio a menudo está relacionado con los sofocos y la sudoración. Además, son más frecuentes la irritabilidad y las oscilaciones del estado de ánimo”. No obstante, añade un matiz: “Todos estos síntomas dependen en gran medida de la persona. La relación efecto se produce de forma menos clara, por ejemplo entre la disminución de estrógenos y el riesgo de depresión. Puede haber relación, pero en la depresión influyen más factores”.
Algo parecido ocurre con la frase de Vila en sus relaciones sexuales: “Las hormonas pueden tener algún efecto sobre el deseo sexual, pero no está demostrado que el déficit de estrógenos influya mucho en el deseo. Hay muchos más factores, la biografía sexual personal, la relación de cada uno con su pareja… La atrofia vaginal puede influir en la penetración, como dolor o molestias. Y esto puede hacer que algunos no quieran tener relaciones sexuales, al menos con la penetración, pero más que la propia menopausia son factores que influyen en ello”.
Y es que las vivencias y miradas por la menopausia no son universales, sino que están condicionadas por factores culturales, sociales y biológicos.
Antes de la menopausia es frecuente que durante la menstruación se produzcan alteraciones como un aumento de la sangre, la frecuencia o la irregularidad. Vila dice que en estos casos hay mujeres que acuden a la consulta. “Es un buen momento para informarse y hablar de prevención”.
Una de las cuestiones que plantea la pregunta es la terapia hormonal: “Consiste en la donación de monedas que ya no produce ovarios. Es decir, no son unas hormonas o algo extraño. El objetivo del Servicio de Atención al Paciente es prolongar durante un tiempo el efecto de las hormonas para aliviar los síntomas cuando éstos influyen de forma importante en el bienestar”.
Afirma que en los últimos 20 años el número de tomas de hormonas sustitutivas ha disminuido considerablemente. “Hace un par de décadas se generalizó mucho la terapia hormonal, no para aliviar la sintomatología, sino para la prevención y, en cierta medida, para mantener la juventud (arrugas…). Luego salieron unos estudios que lo relacionaban con el cáncer de mama y, aunque luego se negaron, surgió un gran alarmismo y los que padecían menopausia comenzaron a renunciar al tratamiento”, explica.
En cualquier caso, el descenso es notable, ya que hace más de 20 años un 20% de las personas que padecían menopausia tomaba terapia hormonal frente al 4% actual. «Pero sigue siendo adecuado para aliviar los síntomas en los casos necesarios, incluso en las menopausias prematuras».
No obstante, insiste en que, al igual que cualquier otro tratamiento, la terapia hormonal debe ser indibidualizada y en cada caso hay que analizar los beneficios y riesgos. «Hay que tener en cuenta las contraindicaciones, por ejemplo en tumores con adicción hormonal o enfermedades tromboembólicas. Pero para una mujer sana, si no tiene factores de riesgo y tiene síntomas que afectan a su calidad de vida, puede ser adecuada».
Menciona también otros tratamientos: «Hay que tener cuidado con el tratamiento de la atrofia vaginal con cremas de estrógenos, que son muy útiles para quienes sienten las penetraciones. También existen fitoestrógenos de las plantas que tienen un efecto mucho menor que los tratamientos hormonales pero que pueden ayudar a las sintomatologías».
Se ha incrementado la oferta de produdos para aliviar la sintomatología de la menopausia y, en general, de los relacionados con la menopausia. Y esto se debe (aparte de los intereses de la industria) a la prolongación de la vida tras la menopausia.
Dice Vila: «XX. A principios del siglo XX, la esperanza de vida de las hembras era de 50 años, ahora en torno a los 86 años. Esto significa que a las mujeres de hoy en día, tras la menopausia, les queda aún más de un tercio de su vida por vivir. Y quieren tener una buena calidad de vida. Paralelamente, la visión social del futuro ha cambiado».
En el pasado, el rol tradicional de las mujeres era el cuidado de la familia. A menudo, la llegada de la menopausia coincidía con la emancipación de las hijas y hijos, que a veces suponía la pérdida de su función social. No era de extrañar, por tanto, que la visión de futuro no fuera muy positiva y que la vivencia de la menopausia fuera psíquicamente mala. Por el contrario, quienes tenían un proyecto de vida propio tenían también, psicológicamente, mejores vivencias. «Ahora ha cambiado socialmente y la mayoría de las mujeres no dependen de ese rol tradicional, aunque todavía afectan mucho psíquicamente a algunas mujeres, por ejemplo, que las hijas han dejado su casa o se hagan cargo de sus padres durante la menopausia».
Sin embargo, Vila dice que la parte social no se tiene en cuenta y que tampoco se ha hecho nada en el ámbito laboral. El aspecto psíquico también se aborda desde el punto de vista clínico, pero no se analiza en su totalidad. «Hay un gran vacío ahí», afirma Vila. «Se trata como una patología de salud mental sin analizar el contexto».
Al referirse a síntomas, también ha dejado claro que son fisiológicos, no patológicos, y ha subrayado la importancia de la preción. «Para estar bien, los primeros consejos son el ejercicio físico y la dieta mediterránea, y para combatir la pérdida de masa ósea, tomar calcio y vitamina D. Por otro lado, es conveniente dejar el consumo de tóxicos como el tabaco o el alcohol. Por ejemplo, el tabaco se relaciona con el envejecimiento prematuro de los ovarios, así como con las enfermedades cardiovasculares. Para mantener la elasticidad de la piel y la flexibilidad de las articulaciones, es conveniente utilizar colágeno. Todas estas medidas no son milagrosas, pero contribuyen mucho a una buena calidad de vida, por lo que es fundamental disponer de esta información».
Vila ha dinamizado grupos de mujeres con menopausia y cree que son muy útiles para intercambiar información y crear un entorno amigable.
Sin embargo, algunos grupos sociales tienen menos acceso a la información y a la ayuda que los demás, como los de bajo nivel socioeconómico, los migrantes, los transexuales o los colectivos estigmatizados. «Desgraciadamente esto es así y les pasa lo mismo en otras épocas, como el embarazo o el parto. Y la cultura también influye, porque en algunas culturas o en su entorno el tabú es la menopausia».
Concluye señalando un ejemplo ilustrativo del impacto cultural: «En los tiempos en los que las mujeres no tienen anticonceptivos, para algunos la menopausia era liberadora y disfrutaban del sexo como hasta entonces no tenían miedo de quedarse embarazadas».
La fisioterapeuta Juncal Alzugaray Zurimendi, especializada en suelo pélvico, es una experta en sexología que coincide plenamente con Vila en la importancia de estar bien informada. De hecho, ha tenido una menopausia temprana (su último mes a los 39 años) y ha manifestado que su vivencia con la menopausia le ha resultado muy útil tanto la formación recibida como el conocimiento de los antecedentes familiares, como la madre, su tía y su madre.
«Pero, en general, creo que hay un gran vacío, no sólo en lo que se refiere a la menopausia, sino en lo que se refiere a la fisiología de las mujeres, y que hay una gran tendencia a patentar los fenómenos biológicos. Por lo tanto, mi esfuerzo profesional siempre ha sido recibir la mayor información posible y transmitir esta información a mis pacientes desde la salud, no desde la patología».
Además de la información, la propia trayectoria, la cultura, la situación social influyen en la vivencia, como es el caso de Alzugaray: «Mi madre fue bastante joven, así que no me preocupaba. En muchos otros casos esto genera una gran preocupación, porque cada vez tenemos niños más tarde».
Sin embargo, reconoce que fue un punto de inflexión porque, además de adaptarse a los 40 años, profesionalmente iba a comenzar un nuevo camino. No ha tomado tratamiento hormonal por no querer y no necesitar ya que no ha presentado síntomas muy evidentes: «Algún momento de calor, pero lo tomaba con humor. Lo peor es la pérdida de sueño, ahora me despierto mucho más pronto».
Como especialista del suelo pélvico ha conocido a muchas mujeres con síntomas mucho más severos de la menopausia. «Se sabe que el estrógeno pierde elasticidad en el guisante, ya que disminuye la síntesis del colágeno. Pero con el ejercicio y una buena dieta, y a veces con alimentos que contienen colágeno, esta sintomatología se alivia mucho. Algunas mujeres, sin embargo, no lo saben y piensan que es normal tener problemas con el suelo pélvico y, por tanto, con la sexualidad, y lo aceptan o se decepcionan», explica.
Todo esto es lo que hace Altzugaray, que tiene en cuenta también el lado pequelógico. «Está tan patologizada… Yo creo que mi trabajo es tomar conciencia de que es parte de nuestra vida y de que podemos aliviar mucho la matología sin problemas con los cambios de vida que nos van a ayudar en lo más alto. La sustitución de los verbos por los puros deberá ser considerada en su totalidad. Por ejemplo, dicen que en Japón tienen menos sofocos porque comen soja. Pero no sólo eso, tienen otra vida». Prueba de ello es la expresión de la menopausia: Segunda primavera.
De hecho, Altzugaray propone un cambio en la visión de la menopausia: «Aquí el que tiene menopausia es rechazado y menospreciado, mientras que en Japón es valorado. Y no es sólo en el latido cero: todos los procesos fisiológicos y lógicos femeninos están infravalorados y patologizados». Advierte que esto también afecta a las donaciones: «El cuerpo es un todo, y la totalidad debe entenderse como tal».