En el libro Odisea de Homero se menciona el uso del fuego para destacar las costas. Pero el primer faro bien documentado es el de la isla de Faros, una torre de 130 metros construida por los egipcios a la entrada del puerto de Alejandría. a.C. III. Es una construcción del siglo XVI. El faro, por su gran tamaño y belleza, fue incluido en la lista de siete maravillas del mundo.
Egipcios, fenicios y romanos construyeron numerosos faros en las costas del Mediterráneo, Egeo y el Mar Negro. Pero la influencia romana también se extendió al norte. En la época de mando del emperador Claudio, en Galicia se construyeron la Torre de Hércules y la Torre de Mando y otros pocos faros en el Canal de la Mancha. De esta manera, además de proteger las vías comerciales, contribuían a garantizar la estabilidad del imperio. En general, los faros de aquella época eran torres simples de quema de madera. El hecho de estar encendidas toda la noche era un trabajo laborioso, por lo que experimentaron otros sistemas de iluminación. Poco a poco se instalaron grandes velas o lámparas de aceite en los faros.
La presencia de alguna luz de referencia en la costa resultaba muy útil, sobre todo en días de tormenta, pero entonces era el momento más difícil de tener encendido el fuego. La simple colocación del tejaroz ayudó mucho a hacer frente al mal tiempo, pero este invento agudizaba otro de los problemas del fuego. A pesar de ser madera, carbón o lámparas, acumulaba humo alrededor de la llama y dificultaba la luz. El humo obligó a adaptar la arquitectura de las torres.
La asistencia que prestaban los citados faros era muy limitada. Las lámparas de aceite y ceras sólo eran efectivas mediante su inclusión en recipientes y farolas, para lo que era imprescindible la colocación de vidrio. La de aquella época, sin embargo, era de muy mala calidad.
Sin embargo, encender esos fuegos era mejor que no tener nada. Cuando el Imperio decayó, la navegación se apagó y se sumergió en la oscura Edad Media. En este caso la metáfora es perfecta. La gente de aquella época prefería no encender ningún tipo de luz en la costa. No es de extrañar. Se producían guerras e invasiones desde el mar. Los vikingos, por ejemplo, se dispersaron en mares conocidos y desconocidos.
Se hace referencia a las piraterías y robos realizados mediante faros falsos. Documentos posteriores al siglo XX. Los ladrones encendían fogones espectaculares junto a los peligrosos acantilados y cuando los barcos eran considerados entradas a los puertos sufrían un accidente. Los ladrones, entonces, saqueaban la nave.
Con el objetivo de proteger al mercado marino y terrestre contra los ladrones, un grupo de ciudades del norte de Alemania se reunió para cambiar radicalmente la situación. A la asociación se le denominó Hansa Teutónica, palabra alemana de la Edad Media para expresar la asociación Hanse y el gremio. Para protegerlas, entre otras, XIII, XIV y XV. Durante siglos formaron una red de faros en la costa alemana y escandinava.
Por otro lado, el primer faro de Cordouán, en la desembocadura del Garona, fue el XIII. Se construyó en el siglo XX, como apoyo al mercado a través de los barcos del vino de Burdeos, en plena actualidad con España. La historia del faro de Cordouán está relacionada con la del mercado del vino. Por eso, dado que este mercado es tan próspero, no es de extrañar que en la actualidad este gran y elegante faro esté presente.
En los Países Bajos la construcción de faros era difícil debido a la variabilidad de la costa por ser de arena. Los cambios de estación, las corrientes de agua, el viento, las tormentas, etc., podían desplazar, aumentar o disminuir las dunas. De este modo, la navegación era peligrosa y no era posible utilizar los faros terrestres. Sin embargo, se han utilizado barcos de faros, al menos XV. A partir del siglo XX. Más tarde se convirtieron en habituales en otros países. Por ejemplo, en 1732 trabajó en el estuario del Támesis el primer barco de faros documentado.
XV y XVI. Los siglos son la época de los primeros avances tecnológicos importantes en la mejora de los faros. El fuego de las velas o lámparas de aceite no daba mucha intensidad lumínica. La solución era aumentar de alguna manera la intensidad lumínica, de esta manera el XVI. A mediados del siglo XX se comenzaron a incorporar reflectores metálicos simples. XVII. En el siglo XVIII la hegemonía de los veleros era evidente en la navegación y, siendo tan cómodos, aumentó el tráfico marítimo. La importancia que adquirió la navegación necesitaba un cambio profundo.
Comenzaron a quemarse en los faros el Sebo y el carbón y poco a poco comenzaron a buscar soluciones tecnológicas para sus problemas y carencias. La importancia se centró sobre todo en el carbón, ya que en aquella época se explotaban fuertemente las minas y además la fuerte luz que se obtenía al quemar el carbón era muy apreciada por los hombres del mar.
XVIII. Dos avances del siglo XX tuvieron su aplicación en el ámbito de los faros. En 1765 el primero vino de la mano del prestigioso científico Antoine-Laurent Lavoisier. Lavoisier desarrolló el uso adecuado del reflector parabólico, explicando que la fuente luminosa debe situarse en el foco de la parábola. Este descubrimiento coincide con el deseo de investigar la Ilustración, que permitió sacar más partido a la fuente de luz tradicional.
Por otro lado, hasta ese siglo no se había avanzado mucho en la mejora de las lámparas de aceite. Pero en aquellos años se introdujeron las lámparas en los tubos de vidrio y se desarrollaron trucos para mejorar la combustión. Así, el francés Aimé Argand inventó una lámpara de aceite diez veces más brillante que la anterior. Para ello utilizó el soporte adecuado para que la mecha en forma de anillo llegue mucho viento hasta la llama. Diseño de nuevas versiones de este tipo de lámparas. Estas novedades son el XIX. A principios del siglo XX se abrió paso a una lámpara básica que en los modernos faros no cambiaría durante mucho tiempo.
No obstante, el XVIII. Ya en el siglo XX se resolvió la necesidad de identificar a distancia los faros. El sueco Jonas Norberg, mediante un mecanismo de relojería, puso en marcha el primer faro con espejos rotativos. Con este invento se consiguió el efecto de que los rayos de luz rodaran. Por lo tanto, el faro que emite a distancia todo el brillo y la velocidad deseada fue inventado en 1781.
XIX. A principios del siglo XX, el francés Agustín Jean Fresnel inventó una buena lente como complemento de las lámparas. El éxito fue total. Y es que todos los faros de hoy en día funcionan con una especie de faro. El objetivo de la lente Fresnel es captar y concentrar la luz que se dispersa. Para ello, unos prismas que dan un aspecto especial a la lente captan la luz y la dirigen hacia el horizonte. La invención de Fresnel se añadió por primera vez al faro de Cordouán en 1823. El propio Fresnel unió lentes y reflectores e inventó sistemas catadiópicos.
El inglés Arthur Kitson inventó un sistema que evaporaba antes de quemar aceite. El aceite se extraía tanto de plantas como de ballenas. Se trataba de un combustible caro que exigía mecanismos fácilmente dañables, por lo que su mantenimiento no era fácil.
En algunos faros el petróleo o, cuando se abarató, el aceite de oliva se hicieron habituales. Sin embargo, se comenzaron a realizar pruebas para encontrar un gas adecuado para el alumbrado urbano y los faros. XIX. A principios del siglo XX se realizaron varios intentos con gas de hulla. En algunos faros finlandeses e italianos se utilizó gas producido en fábricas adyacentes. Este sistema tuvo éxito ya que se logró evitar el cuidado continuo.
En algunas boyas luminosas se aplicó para mantener encendido el fuego un gas comprimido desarrollado en la investigación tecnológica en el ámbito ferroviario. Esto daba a las boyas una autonomía de meses. Posteriormente, dentro de esta línea de investigación, la mejor sustancia se encontró en 1895: el acetileno. El acetileno tiene propiedades muy adecuadas tanto para su uso como para su almacenamiento. Cuando se quema, proporciona una intensidad luminosa 20 veces mayor que cualquier otro gas, y además, añadiendo agua a un kilo de carburo de calcio se generan 340 litros de acetileno.
XIX. En el siglo XVIII, como consecuencia de la revolución industrial, el número de barcos aumentó considerablemente. Esto tuvo una gran influencia en los faros. Surge la necesidad de marcar rocas, dunas y otros obstáculos para la navegación que no se veían. Por ello se instalaron numerosas balizas. Además, para identificar la fuente de la luz se puso en marcha un código basado en la frecuencia de los destellos.
XX. En el siglo XVIII llegó la electricidad a los faros. A medida que se desarrollaron los sistemas eléctricos se multiplicaron. No obstante, debido a las numerosas averías que se producían, era habitual tener preparados los sistemas de acetileno de emergencia.
En general, el uso de la electricidad se extendió junto con las redes eléctricas adecuadas. Muchas veces la guerra ha tenido mucho que ver con ello, por ejemplo en Europa. En Euskal Herria durante los primeros treinta años de este siglo se electrificaron muchos faros.
En la actualidad predominan los sistemas automatizados, que se encienden y apagan mediante células fotoeléctricas y se iluminan con lámparas modernas. El funcionamiento se ha centralizado y los faros sólo requieren mantenimiento.