Alimentación durante el embarazo y la lactancia

Ni durante el embarazo ni durante la lactancia, hay que comer el doble, como creían nuestros antepasados. El gancho de la alimentación adecuada se basa en la calidad nutritiva de los alimentos. Por ello, los alimentos con la misma cantidad de energía y con mayor contenido nutritivo son los más saludables. En opinión de los expertos, la adaptación de los hábitos alimenticios antes de quedarse embarazada es sumamente deseable para cubrir las necesidades futuras.

La mujer necesita una media de 2.300 kilocalorías diarias, y durante el embarazo, especialmente en la segunda parte, se recomienda aumentar entre 250 y 300 kilocalorías diarias para cubrir las necesidades del recién nacido. Durante la lactancia, las necesidades energéticas son mayores y se necesitan 500 kilocalorías más al día.

El cuerpo de la mujer necesita 700 kilocalorías para producir un litro de leche, pero como en el embarazo la grasa se acumula, no hay que tomarla tanto. Además de aumentar la cantidad de energía, la madre debe consumir más alimentos con proteínas. Además, otras sustancias nutritivas son de gran importancia y requieren una especial atención:

  • Folatos: por su ausencia, la columna vertebral y el cerebro del embrión no se forman correctamente. La carencia puede deberse a una ingesta insuficiente de ácido fólico o de vitaminas B6 y B12. Por tanto, sobre todo antes de quedarse embarazada y durante los tres primeros meses de embarazo, se deben tomar alimentos con ácido fólico como espinacas, guisantes, espárragos, brócoli y hongos.
  • Hierro: al aumentar la cantidad de sangre aumentan las necesidades de hierro. Pero si los almacenes están bien saturados antes de quedarse embarazados, seguro que no habrá ningún problema. Sin embargo, durante el embarazo es bueno consumir alimentos que contengan hierro hemo (contenido en alimentos de origen animal): carne roja, mejillones, almejas... Pistachos, legumbres, espinacas, etc. también son ricos en hierro.
  • Calcio: aumenta considerablemente la necesidad de calcio durante el embarazo y la lactancia. Por un lado, se necesita para completar adecuadamente los huesos del niño y, por otro, se deben satisfacer las necesidades de la madre como en una situación normal. En condiciones normales, la mujer necesita 800 mg de calcio, pero durante el embarazo hay que añadir 600 mg de calcio al día y 700 mg en la lactancia. En el tercer trimestre del embarazo, el niño necesita 300 mg de calcio para completar sus huesos.

La sabiduría del cuerpo humano hace que en estos momentos vitales el cuerpo se adapte para aprovechar todos los recursos que ofrece la comida y así evitar carencias. Por ejemplo, los intestinos absorben más calcio, ya que aumenta la influencia de los estrógenos y la vitamina D.

Durante el embarazo, la mayoría de los cuidados alimentarios se dirigen a evitar problemas de relajación muscular del aparato digestivo, especialmente náuseas y estreñimiento. Para evitar las náuseas matinales, se recomienda comer y tomar alimentos sólidos antes de levantarse, aunque en ocasiones estas medidas son insuficientes. Para evitar problemas de estreñimiento, se recomienda tomar más comida con fibra y beber dos litros de agua al día.

Durante la lactancia, una alimentación equilibrada asegurará una buena producción lechera, no hay fórmulas mágicas, aunque existen algunas pautas. Es importante beber suficiente líquido durante el día (agua, zumos, leche, etc.). Por otra parte, algunos alimentos aumentan la producción lechera, como la levadura de cerveza y el mijo. Otros alimentos alteran el color y el sabor de la leche, entre los que se encuentran la cebolla, el puerro, la alcachofa, los espárragos, el ajo, la coliflor, la berza y las legumbres, significa que no se puedan comer.

Diabetes gestacional

Durante el embarazo es habitual aumentar los niveles de glucosa en sangre: entre el 8 y el 10% de las mujeres embarazadas sufren este problema. La detección precoz se lleva a cabo entre la semana 24 y la 28 del embarazo midiendo los niveles de glucosa en sangre, primero en ayunas y después una hora después de tomar una solución de 50 g de glucosa. Si es superior a 140 mg se repite la prueba analizando el nivel de glucosa que se presenta a una hora, dos horas y tres horas. En muchas ocasiones, esta mujer no ha tenido problemas previos de diabetes y es probable que al finalizar su embarazo se recupere el nivel de glucosa. Sin embargo, es cierto que las posibilidades de padecer diabetes gestacional son mayores en los casos de problemas familiares de obesidad y diabetes.

El bebé de la mujer con diabetes gestacional suele ser mayor de lo habitual y si no ha nacido antes de la semana 40 del embarazo se produce el parto. Si se detecta este problema, la mujer tiene que adaptar los hábitos alimenticios a la vez que se recomienda realizar ejercicio más a menudo para controlar mejor los niveles de glucosa en sangre. En general, las características de la dieta deben ser:

  • Los hidratos de carbono deben contener entre 45 y 60% de la dieta y deben eliminarse completamente los hidratos de carbono de rápida absorción: azúcar, caramelos, bebidas refrescantes... Los hidratos de carbono de absorción lenta se recomiendan seis veces al día para mantener los niveles de glucosa en sangre. Hay que cuidar especialmente el desayuno y el almuerzo para evitar la hipoglucemia o descenso de la glucosa en sangre por la mañana. Al mismo tiempo, se recomienda tomar hidratos de carbono de absorción lenta en todas las comidas para evitar incrementos importantes de glucosa después de comer y formación de cuerpos cetónicos. La fibra es fundamental, 30 g al día, ya que ayuda a mantener los niveles de glucosa en sangre en las proporciones adecuadas.
  • La proteína debe ser del 13 al 15% de la dieta, como la de cualquier mujer embarazada.
  • Se recomienda que las grasas representen entre el 30 y el 35% de la dieta, ya que pueden ser grasas saturadas 10% o menos, grasas monoinsaturadas 15-20% y poliinsaturadas 7%.

A partir de estas pautas se elaborarán menús semanales adaptados a las costumbres de cada mujer. Siempre con una dieta personalizada. Siguiendo estos consejos, es posible controlar los niveles de glucosa en sangre realizando un ejercicio físico ajustado a las circunstancias. Si con estas dos medidas no se controla la enfermedad, será el momento del tratamiento de la insulina, pero siempre por decisión médica.

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