En los años siguientes se olvidó o rechazó este trabajo, ya que se trataba de un pequeño experimento y además otros investigadores obtuvieron resultados inversos en pruebas similares. Sin embargo, a medida que se hicieron más investigaciones, se volvió a demostrar que la reducción de la cantidad de comida supone un alargamiento de la vida, no sólo en el ratón, sino también en ratas, levaduras, moscas de frutas, peces, hámsteres y perros.
Ahora se están haciendo experimentos en humanos. Los hombres y mujeres viven más años que otros animales, por lo que todavía no hay resultados definitivos. Por eso hay muchas más preguntas que respuestas.
Sin embargo, hay quien no lo duda y pone como ejemplo a los habitantes de Okinawa. Un estudio realizado en 1978 reveló que en esta isla japonesa las personas mayores de cien años eran más numerosas que en ningún otro lugar: en la mayoría de los países desarrollados, entre 10-12 de cada 100.000 personas superan los cien años de edad y en Okinawa los 34. En el mismo estudio se puso de manifiesto que los habitantes de la isla recibían un 20% menos de calorías que los de los países desarrollados. ¿Están relacionados estos dos datos?
Con el objetivo de aclarar dudas, el instituto estadounidense de envejecimiento (NIA) está realizando un estudio sobre el impacto a largo plazo de las dietas bajas en calorías. El experimento, denominado CALERIE, ha contado con la participación de 48 hombres y mujeres divididos en dos grupos. Durante seis meses, unos han ingerido las calorías necesarias para mantener su peso anterior, mientras que otros han ingerido un 25% menos de calorías de las que necesitarían para mantenerlo.
Los resultados de la primera fase se publicaron en abril. En comparación con el resto, los que tomaron pocas calorías han observado que tenían una menor concentración de insulina en sangre y una menor temperatura corporal. Ambas características son habituales en animales y personas de larga vida.
Ahora se ha iniciado la segunda fase con 200 personas, que tendrá una duración de dos años. Cabe destacar que los voluntarios que participan en la investigación no son obesos. De hecho, en otras investigaciones también han participado los más obesos, por lo que si al final de la investigación tenían una mejor salud era difícil saber hasta qué punto era debido al simple adelgazamiento.
A pesar del buen peso del voluntariado, medir el efecto de las dietas bajas en calorías en el proceso de envejecimiento no es nada sencillo, ya que no hay un indicador estándar de envejecimiento. Sin embargo, según los investigadores del experimento CALERIE, en una primera fase existen indicios de que una baja ingesta calórica influye en los procesos de envejecimiento a nivel celular.
Por ejemplo, a quienes han seguido una dieta baja en calorías durante seis meses, se les ha reducido tanto la resistencia a la insulina como la concentración de ldl-colesterol en sangre, lo que conlleva un bajo riesgo de diabetes y problemas circulatorios. Y estas enfermedades son las más comunes en la vejez.
Uno sabe si una vez finalizado el experimento CALERIE, los investigadores también tendrán efectos sólidos sobre cómo influye el bajo aporte calórico a lo largo de la vida. Sin embargo, y sin esperar a ello, se han planteado una serie de hipótesis para explicar el mecanismo biológico de la supuesta influencia a partir de experimentos con otros seres vivos.
El año pasado Edward J. El experto investigador Masoro recogió en un artículo lo que los científicos conocen y desconocen sobre dietas bajas en calorías, envejecimiento y alargamiento de la vida. El artículo fue publicado en la revista Mechanisms of Ageing and Development, donde se exponen las siete hipótesis que se han planteado hasta el momento y sus argumentos a favor y en contra.
La primera hipótesis data de 1935. De un estudio realizado con ratas, los autores concluyeron que la clave era ralentizar el crecimiento, es decir, tomando pocas calorías el crecimiento se ralentiza y, por tanto, alarga la vida.
Hasta la década de 1980, la hipótesis tuvo fuerza. Pero entonces, el propio Masoro y otros muchos hicieron otras investigaciones y, según los resultados, la hipótesis era errónea. Sin embargo, recientemente se han realizado investigaciones similares con ratas y ratones y parece que la hipótesis no sirve para las ratas, pero sí para los ratones.
En 1960 propusieron una hipótesis basada en la reducción de la grasa corporal. La edad de muerte de los ricos en grasas es inferior a la media. Por lo tanto, el adelgazamiento supone un alargamiento de la vida que se consigue con una dieta baja en calorías.
En estudios posteriores se ha trabajado con ratones modificados genéticamente para tener poca grasa, y han visto que en realidad la dieta no influye en la longitud de la vida, sino en la cantidad de grasa corporal. Además, han descubierto que detrás hay proteínas sirtuinas.
En el año 2000 se demostró que una proteína sirtuina, SIR2, es imprescindible para alargar la vida mediante una dieta baja en calorías en las levaduras. Han seguido investigando y parece que la razón es que la proteína sirtuin impide la acumulación de grasa, lo que ayuda a reducir la cantidad de grasa del tejido adiposo. Sin embargo, todavía no está todo claro, se está investigando la relación entre la reducción de calorías y la actividad de las proteínas sirtuinas.
La tercera hipótesis es que un bajo aporte calórico alarga la vida al moderar el metabolismo. La hipótesis está sustentada por dos pilares: por un lado, a las personas que realizan dietas bajas en calorías se les ralentiza el metabolismo; por otro lado, los mamíferos de larga vida tienen una tasa metabólica baja y, por el contrario, los de corta vida tienen una tasa metabólica elevada.
Por el contrario, la cuarta hipótesis que plantea Masoro en su artículo está muy extendida. En el núcleo de esta hipótesis se encuentra el daño causado por los radicales libres. Precisamente para los que creen en la hipótesis, los radicales libres oxidan proteínas, lípidos e incluso ADN, lo que provoca el envejecimiento del organismo.
En el ratón y en las ratas está bien demostrado que una baja ingesta calórica reduce los daños por oxidación, y en los monos también hay indicios de que ocurre lo mismo. Pero, ¿por qué ocurre eso?
No lo saben. Puede ocurrir que con poco comer se generen pocos radicales libres, o que se promuevan mecanismos protectores, o que se subsanen los daños que se producen, o que se den los tres a la vez. Tampoco saben la influencia de las enzimas antioxidantes.
En cualquier caso, deben aclarar antes si es cierto que las reacciones de oxidación son las principales causas del envejecimiento. De hecho, si esto no es así, no importa tanto el efecto de la baja ingesta calórica sobre las reacciones de oxidación en lo que se refiere al alargamiento de la vida.
La quinta hipótesis se basa en otro cambio que han notado en los de bajo aporte calórico: en ayunas, la insulina y la glucosa en sangre son menos abundantes que los demás. También lo han visto los voluntarios que han participado en el experimento CALERIE, y aunque no saben qué va a pasar a largo plazo, los roedores y monos que han seguido una dieta a lo largo de toda la vida han demostrado que siguen manteniendo bajas concentraciones de insulina y glucosa.
Además, varias especies de monos han demostrado que la baja concentración de insulina y glucosa en sangre a largo plazo prolonga la vida. Ahora los investigadores están estudiando el funcionamiento del sistema de insulina de glucosa con pocas calorías, ya que ahí puede estar la clave. O una de las claves.
Hay más hipótesis. La sexta se refiere al sistema formado por la hormona del crecimiento y su receptor. Hace casi 15 años que vieron que la concentración de una hormona de crecimiento en sangre disminuye en los ratón bajos en calorías. Posteriormente, se han investigado con ratones modificados genéticamente para evitar la creación de esta hormona y han demostrado que viven más tiempo que los ratones convencionales.
De estos experimentos se desprende que la baja ingesta calórica influye de alguna manera en el sistema que forman esta hormona y su receptor, lo que influye a lo largo de su vida. Pero tienen que seguir profundizando en ello.
La Hormesía es un fenómeno muy curioso. Según los científicos, un agente nocivo (radiación, una sustancia química...) tiene un efecto beneficioso si se administra a dosis o intensidades bajas. Por ejemplo, las pequeñas dosis de vitaminas y minerales son necesarias para la vida, son imprescindibles. Sin embargo, son tóxicos en altas dosis.
Para Masoro, el beneficio que un estresante de baja intensidad produce en el organismo es la hormesía, como prolongación de la vida, retraso en el envejecimiento, protección frente a enfermedades relacionadas con el envejecimiento, aumento de la capacidad de combatir los estresantes fuertes... Y propone que una baja ingesta calórica es un estresante de baja intensidad que se debe a la hormesía.
Pero, ¿tomar pocas calorías es un estresante de baja intensidad? Según Masoro, la concentración de corticosterona en sangre parece que sí. De hecho, el estrés produce corticosterona, y en estudios a largo plazo han comprobado que los ratones bajos en calorías presentan un alto contenido en corticosterona.
¿Y la baja ingesta de calorías aumenta la capacidad de combatir los estresantes fuertes? Para Masoro, la respuesta vuelve a ser afirmativa: las ratas poco calóricas vienen antes que las demás tras ser operadas, resisten mejor el calor, los productos tóxicos les perjudican menos...
Todo ello contribuye a alargar la vida. Masoro también menciona los posibles mecanismos moleculares que subyacen a él. Por ejemplo, una elevada concentración de corticosteroides protege de la inflamación y ésta está relacionada con el envejecimiento. Por otro lado, considera que la baja ingesta calórica favorece la actividad de genes protectores contra agentes nocivos. Además, parece que se fomenta la actividad de los genes que codifican las proteínas sirtuin.
Por todo ello, Masoro defiende la hipótesis de la hormesía. Y no es la única, ya que muchos otros expertos coinciden en esta hipótesis y desde ahí han enfocado sus investigaciones. Eso sí, de esos estudios a una solución mágica que prolongará la vida hay un salto enorme. No creas, por tanto, que de un día para otro tendremos en nuestras manos la llave para vivir cientos de años.