¿Amenaza nuestra salud?

El 10 de julio de 1976, en el norte de Italia, se escuchó una terrible explosión: Explosión de uno de los reactores de la planta química ICMESA. Pronto surgió una nube tóxica de seis kilómetros de dioxinas que cubrió los pueblos de alrededor. Entre ellos, el Seveso.
N. Picabe

El accidente convirtió a Seveso en Chernobyl de derrames de dioxinas. El desastre tuvo una gran influencia en la sociedad local: algunos sufrieron problemas respiratorios, cutáneos y algunos incluso cáncer.

Desde entonces, la toxicidad de las dioxinas también ha generado miedo en la sociedad local, aunque, según los expertos, no está científicamente justificado. Las dioxinas son tóxicas, no hay duda de ello, pero no hay que olvidar que en toxicología todo es relativo: los efectos de los compuestos tóxicos siempre dependen de la dosis. Por lo tanto, la dioxina peligrosa produce altas concentraciones.

Dioxinas y cáncer

Para conocer si las dioxinas emitidas por las incineradoras pueden causar enfermedades, los expertos han encontrado una dificultad evidente: es difícil medir con exactitud la cantidad de dioxinas presentes en la atmósfera. Se presentan en
concentraciones extremadamente pequeñas, en piccogramas, es decir, mil millones de veces menos de un gramo.

Las incineradoras no son las únicas productoras de dioxinas. La industria de nuestro entorno también tiene algo que decir.

Por otro lado, existe una evidente dificultad ética para la investigación. A una rata de laboratorio se le pueden dar fácilmente productos tóxicos para ver cómo evoluciona la enfermedad. Probar con seres humanos no es legal. La única aproximación posible es el estudio epidemiológico de las poblaciones que han estado en contacto con las toxinas como consecuencia de un accidente. Por ejemplo, los seveses. Sin embargo, en estos casos es difícil interpretar los resultados, ya que la dieta de cada paciente, el hábito de fumar tabaco y los polígonos industriales que le rodean también pueden tener una influencia significativa.

Por lo tanto, aunque existe una gran sospecha de que las dioxinas denominadas 2,3,7,8-TCDD son carcinógenas para el ser humano, todas las investigaciones experimentales realizadas hasta la fecha se han realizado con animales de laboratorio. A partir de ahí se ha dado por supuesto que el efecto sobre el ser humano será el mismo, pero hay que tener en cuenta que se ha observado una gran diferencia entre las especies animales. Por lo tanto, no puede considerarse plenamente probado.

Riesgos de las antiguas incineradoras

A la vista de la limitación de las pruebas de laboratorio, también se han realizado estudios en las poblaciones que habitan alrededor de las incineradoras, observándose un aumento de los cambios hormonales, de los casos de cáncer y de los problemas respiratorios. Sobre todo entre quienes viven a menos de 10 kilómetros de la incineradora. No está claro, sin embargo, si también se han visto afectadas zonas industriales cercanas. A pesar de las dudas, la Organización Mundial de la Salud ha decidido incluir las dioxinas en la lista de compuestos carcinógenos.

En Alemania las incineradoras se han instalado muy cerca de los núcleos de población por no existir peligro.
N. Picabe

La gran cantidad de dioxinas vertidas en el accidente de Seveso también influyó en el sexo de los niños: entre los recién nacidos no se mantenía la proporción habitual entre niñas y niños. Nacieron más niñas que niños. En general, los chicos representan el 51% de los recién nacidos en el mundo, pero en Seveso sólo el 38% de los veinte años después del accidente.

Nuevas incineradoras

Sin embargo, es difícil conocer el impacto en la salud de las incineradoras actuales, ya que en los últimos años se ha mejorado mucho la tecnología para evitar la emisión de sustancias tóxicas a la atmósfera. Por ejemplo, en Cataluña, según el estudio realizado en torno a la incineradora de Montcada, sólo el 6% de las dioxinas respiradas por la población procede de la incineradora.

En los estudios de laboratorio se ha estudiado la toxicidad de las dioxinas con un gran número de animales, observándose diferencias significativas entre especies. Ahora hay que aclarar hasta qué punto el ser humano es sensible. Es decir, dónde estamos nosotros en esa escala de sensibilidad a las dioxinas.

Pero a los que aseguran que las nuevas incineradoras no generan problemas de salud, José María Tallón, médico de familia del Centro de Salud de Errenteria, les ha respondido con rigor: “Es muy difícil comprobar si se producen daños con las nuevas incineradoras. Imagina que en adultos pasan más de 10 años para desarrollar cáncer. En los Países Bajos, en 1973 se comienzan a investigar las malformaciones que pueden causar las dioxinas en los fetos y el resultado ha sido publicado en 2000. Por lo tanto, quienes dicen que las incineradoras modernas no tienen peligro están fallando. ¡Todavía no se puede decir eso!”

Iñigo Legorburu, químico de contaminación atmosférica de la Universidad del País Vasco, también ha expresado su preocupación: “La sociedad tiene que exigir que se controle con precisión lo que realmente se va a emitir a la atmósfera y que estos datos sean puestos a disposición de cualquier persona” José María Tallón se preocupa por ello. Los filtros utilizados para evitar la liberación de sustancias tóxicas ralentizan la combustión de la basura. “Sabemos que en algunas incineradoras por la noche se eliminan los filtros en secreto para que la quema sea más rápida —dice Tallón—. Al fin y al cabo ahorran mucho dinero”.

El humo de los cigarrillos también produce gran cantidad de dioxinas. El fumador de 20 cigarrillos al día introduce en el organismo 4,3 pícogramos de dioxina por kilo de fumador.

Sin embargo, el asesor de medio ambiente, Xabier Garmendia, no cree que esto ocurra: “Todos los valores de la combustión estarán monitorizados durante 24 horas y esta información la recibirán tanto las propias incineradoras como la administración. Seis veces al año se realizarán controles y mediciones más estrictas”.

No emisión a la atmósfera

Pero la polémica no termina aquí. Además de las dioxinas, en el proceso de combustión de la basura se generan otros residuos tóxicos como furanos, gases ácidos y metales pesados. Sin embargo, la toxicidad de las dioxinas todavía no ha sido debidamente analizada y mucho menos la del resto de contaminantes. No se puede decir qué efecto tendrán sobre la salud humana el mercurio o arsénico que emiten las incineradoras.

Los defensores de la incineración afirman que las incineradoras actuales van a emitir tan poco a la atmósfera, los filtros son muy eficientes. Pero sabemos que se crearán. Y que si no se vierten a la atmósfera quedarán en las cenizas y en la escoria, lo mismo que los tóxicos. Esto ha generado, por tanto, otro debate: ¿qué se hace con todas esas cenizas y residuos sólidos tóxicos?

Uno de los compuestos artificiales más letales

2,3,7,8-TCDD es la más conocida de todas las dioxinas. No es de extrañar, porque eso es lo más peligroso de todos: si damos un solo microgramo a un animal, es decir, un millón de gramos, muere. Por su toxicidad, es uno de los compuestos artificiales creados por el hombre más letales.

Esto no significa que en la naturaleza no haya sustancias tan tóxicas como ésta. Las toxinas producidas por muchos seres vivos son mucho más letales. Ejemplo de ello son la toxina producida por el microorganismo Clostridium botulinum, que produce el botulismo o la producida por Clostridium tetan.

Se acumulan en el cuerpo

Las dioxinas no se mezclan bien en el agua, sino que se disuelven mejor en el aceite, en las grasas. Por tanto, cuando respiramos aire contaminado o lo recibimos a través de los alimentos, las dioxinas se acumulan en los tejidos adiposos del cuerpo. La consecuencia es grave: el organismo difícilmente metaboliza y en ningún caso puede expulsarlo del cuerpo. Con nosotros llevamos muchos años.


En dos palabras

Iñigo Legorburu, profesor
de la Facultad de Química de la UPV e investigador de la contaminación atmosférica.
G. Roa

“La tecnología ha cambiado mucho en los últimos años. Las antiguas incineradoras europeas no contaban con un sistema de tratamiento de humos y emitían a la atmósfera 90 microgramos de dioxinas para quemar una tonelada de basura. Sin embargo, los actuales sólo emiten 1,5 microgramos. Es decir, 60 veces menos.”

José María Tallón, médico de
familia del Centro de Salud de Errenteria
G. Roa

“La Dirección de Salud Pública indica que se realizarán análisis de sangre entre la población que vivirá en el entorno de las instalaciones de incineración. Pero los análisis de sangre no sirven para nada. Para empezar, porque las dioxinas se acumulan en grasa, no en sangre.”
“No sabemos qué van a hacer con las cenizas tóxicas que se generan en la combustión. En Alemania, por ejemplo, se utilizaban en obras civiles como materia prima de construcción. Pero se dan cuenta de que no son inertes.
Con el tiempo se van erosionando, se desprende polvo. Por lo tanto, no son seguros y han dejado de utilizarlos en la construcción. Ahora estas cenizas tóxicas sólo se acumulan.”

Xabier Garmendia Ingeniero
Industrial
G. Roa

“Gracias a la normativa actual, las incineradoras pueden emitir muy pocas dioxinas a la atmósfera y al agua. Las emisiones son muy inferiores a las de otros sectores industriales y a las del propio tráfico” “Según
los datos disponibles, de las dioxinas y furanos que se generan en las incineradoras, un 1% procede de la chimenea, un
18% queda
en escorias y un 80% en cenizas.”


El tamaño importa

El tamaño de las partículas emitidas a la atmósfera también tiene que ver con la toxicidad. Cuando el humo sale por la chimenea de la incineradora, se emiten a la atmósfera partículas de diferentes tamaños: las de mayor tamaño caen al suelo por sí mismas; las partículas más pequeñas, las de menos de 0,1 micras, se quedan bailando en la atmósfera en continuo movimiento, chocando entre ellas. Estas colisiones van acumulando partículas de tamaño medio: 0,5-2 micras. De tamaño “respirable” para nuestros pulmones.

Y es que si el aparato respiratorio está diseñado para protegerse de grandes partículas, tenemos una mucosa especial y pelos en la nariz. Las partículas más grandes de la atmósfera, de 5 micras en adelante, cierran rápidamente el camino hacia los pulmones. Y la mucosa bronquial cierra después a las de hasta 2 micras. Las partículas más pequeñas, por el contrario, de menos de 0,5 micras, penetran hasta el fondo, pero al ser tan pequeñas, se van sacando sin causar daños. Por lo tanto, las partículas más peligrosas son las de tamaño medio, que entran directamente a los alveolos y provocan problemas respiratorios, aunque en origen muchos de estos compuestos no eran tóxicos.

Se han tardado muchos años en demostrar que estas partículas generan problemas de salud, pero hoy en día los investigadores de la contaminación les dan especial importancia. Las incineradoras más recientes emiten 30 gramos de partículas por tonelada de basura de la chimenea. Conociendo las toneladas de basura que se van a quemar en nuestro caso, será un factor a tener en cuenta.

Babesleak
Eusko Jaurlaritzako Industria, Merkataritza eta Turismo Saila