El diapiro es el protagonista principal del valle: una enorme bolsa de sal oculta bajo el suelo. Cuando el agua de lluvia entra en el suelo atraviesa el diapiro y disuelve las sales subterráneas. En consecuencia, afloran en el valle manantiales con abundante sal. Este agua tiene 210 gramos de sal por litro, 50 veces más que el agua de mar. El sol, el viento y la sal hacen que el agua se evapore y se quede sal.
Los trabajadores de la sal llevan miles de años evaporando el agua en estas eras. Para muchos expertos, Salinas de Añana puede ser el municipio más antiguo de Euskal Herria. Las primeras noticias escritas sobre la actividad salina de Añana datan del año 822. Al principio parece que las salinas tenían propiedad privada, pero con el tiempo llegaron a ser propiedad de los señores. Los propietarios iniciales se vieron obligados a adaptarse a las nuevas formas de explotación. En el año 1137, el rey Alfonso VII estableció las bases jurídicas para estructurar el monopolio de la sal, de manera que teóricamente el producto se distribuyera mejor y mejor. XIII. En el siglo XVIII la corona extraía gran cantidad de dinero del comercio de la sal, bien porque explotaba directamente las salinas, bien porque las donaba en régimen de alquiler.
Según los restos encontrados, se puede decir que, al menos a partir de la Edad Media, las eras de obtención de sal se distribuían por todo el valle, partiendo del manantial principal. Las eras sólo estaban colocadas en la parte baja de las laderas, en las zonas de menor pendiente. Por lo tanto, las eras se ajustaban a la orografía. Colocar o no eras que condicionaran los montes y la dirección del agua. En la actualidad se podría hablar de explotación sostenible.
La corona sacaba una gran cantidad de dinero a costa de las salinas, pero quería más; sabía que se podía sacar más sal de la que salía del valle salado. Así, en 1801, puso en marcha un plan de desmantelamiento y creación de nuevas infraestructuras. Los objetivos de la reforma eran obtener más y mejor sal. Para ello, la mayoría de las eras viejas fueron destruidas y construidas nuevas. Sólo sobrevivieron aquellos que podían coincidir con las innovaciones técnicas. A partir del año 1814 se devolvió a cada propietario la libertad de recoger y vender la sal a su gusto para competir en el mercado. El comercio de sal cobró gran importancia ya que se empezó a utilizar para mantener los alimentos en buen estado.
XX. A principios del siglo XX la sal seguía siendo negocio, pero no sólo en Salinas de Añana. En algunas zonas costeras también se estaba produciendo sal. Se trataba de nuevas producciones, con grandes ventajas técnicas y, por supuesto, con una gran cantidad de sal extraída y vendida.
Los alaveses se empezaron a sacar el máximo partido a las salinas. Al margen de las técnicas habituales de elaboración de las eras, comenzaron a utilizar el cemento. El cemento se utilizó, por un lado, para la construcción de infraestructuras y, por otro, para aumentar la producción, ya que colocaban el propio cemento sobre las eras.
La producción creció mucho, ya que las eras eran más fáciles de construir y la sal se recogía más fácilmente. No sólo eso. Hasta que se empezó a utilizar el cemento, en Salinas de Añana se obtenía una sal marronácea, de color madera y arcilla, y con cemento blanco. Pero la innovación fue el comienzo de la agonía.
La sal afecta a casi todos los materiales y el cemento se deterioraba con las duras condiciones del valle y se agrijaba. A veces se podía tapar y solucionar el problema, pero muchas veces, cuando la grieta era demasiado grande, se colocaban nuevas capas de cemento de reparación sobre las eras.
Al aumentar el peso se añadía el riesgo de caída de toda la estructura. Entonces era obligatorio retirar todas las capas de cemento. Al retirar el cemento se eliminaban también los cantos que llevaban pegados. No reciclable. También se generaron numerosos escombros, pero el personal de las saleras no los sacaba, ya que además de ser difícil era caro. XX. A partir de mediados del siglo XX --desde los años 60 -, el negocio de la sal decayó. El valle salado se ennegreció. Tras 40 años de historia, las salinas se convirtieron en grandes cementerios cementeros. Actualmente sólo 150 eras se explotan en Salinas de Añana. Sólo trabaja un trabajador, el resto lo abandonó hace tiempo.
Sin embargo, el valle salado no ha perdido la esperanza de volver a ser lo que fue. El 'Proyecto de recuperación integral del Valle Salado' está en vigor tras la decisión de que la belleza excepcional del valle es algo que hay que preservar. En colaboración con las instituciones de la Comunidad Autónoma del País Vasco y Álava, un grupo de expertos multidisciplinares ha abordado la recuperación de las salinas. Se han realizado estudios arqueológicos, arquitectónicos, socioeconómicos, ambientales, etc., todo ello con el único objetivo de recuperar, individualmente, las 5.500 eras del valle.
Llevan ya cinco años trabajando y han recuperado una pequeña parte. Al finalizar los trabajos, dentro de 20 años, muchas de estas eras retomarán la producción de sal. Claro, desde el punto de vista económico, la producción de sal no será rentable, ya que no competirá en el mercado, pero devolverá la vida al valle, al valle salado vivo.