“Después de verla, todos sabíamos”. Y eso es lo que dice al oír a los científicos que el covid-19 no les sorprendió del todo, que esperaban una especie de epidemia antes o después. Así lo corrobora el zoólogo Joxerra Aihartza Azurtza: “Los factores de riesgo para un caso son conocidos y finalmente se han unido. El primero es la cercanía. Se han unido patógenos (virus de animales salvajes) y vivos (personas) que antes estaban separados entre sí. Ya no hay zonas salvajes y, como consecuencia de la globalización, lo que ocurre en un rincón del mundo llega rápidamente al otro extremo”.
Explica que antes el riesgo era mucho menor. Los lugares y la gente que estaban cerca de la vida salvaje estaban aislados y, si aparecía un patógeno zoonótico, es decir, si un patógeno saltaba de los animales a los humanos, causaba la enfermedad en el lugar y no se extendía. Pero el hombre ha llegado a todos los lugares y se ha puesto en estrecha relación con la vida salvaje, con lo que el riesgo ha aumentado considerablemente.
Sin embargo, la veterinaria viróloga, Elisa Pérez Ramírez, confiesa que no esperaba que tuviera esa dimensión: “Yo soy veterinario e investigo en virología, sobre todo en aves, gripe, etc. Últimamente también estoy investigando el virus del Nilo Occidental, por lo que conozco muy bien los factores de riesgo para crear una pandemia. Además de los investigadores, los organismos internacionales también estaban concienciados y la propia Organización Mundial de la Salud alertó de la cada vez más frecuente aparición de nuevas enfermedades procedentes de animales. Sin embargo, me han sorprendido las medidas y la velocidad de esta plaga. Al fin y al cabo, no lo hemos tenido desde 1918, y es terrible que ocurra durante la vida personal. Pero es cierto que jugábamos con el fuego”.
En caso de apostar, Pérez ha afirmado que habría apostado por algún virus de la gripe: “Esperaba una gripe de aves o cerdos. También se han producido amenazas con H5N1 y H1N1, pero no consiguieron transmitir tan bien como éste entre las personas. Esto ha convertido a este coronavirus en un pandémico por su eficacia en la transmisión interpersonal. También excreciones antes o sin síntomas, es decir, presintomáticos y asintomáticos. En cualquier caso, estaba claro que iba a ser un virus respiratorio”.
El descubrimiento del origen genético de este virus respiratorio en murciélagos no sorprendió mucho a los científicos. Anteriormente se han producido brotes de SARS y MERS, el primero en 2003 y el segundo en 2012. Ambos tenían su origen en un coronavirus de murciélagos y, por medio de otro animal (la peonza en la SARS y el dromedario en la MERS), llegaron a los seres humanos y se transmitieron del hombre al hombre. Por lo tanto, desde entonces muchos investigadores estaban investigando los virus del murciélago. A pesar de ello, Aihartza ya funcionaba mucho antes de la aparición de estas enfermedades.
Por ejemplo, en 2011, junto con otros zoólogos y virólogos, publicó un artículo científico sobre los coronavirus de murciélagos en la Península Ibérica, que año tras año ha ido describiendo otros virus del murciélago. Los murciélagos son ideales para investigar los virus. En primer lugar, son animales sociales que viven en grandes grupos, por lo que cualquier patógeno se propaga fácilmente entre ellos, lo que facilita mucho la logística a los investigadores. “Por eso conocemos mejor a los murciélagos que a los virus de otros animales”, ha afirmado Aiartza.
Otras peculiaridades son su vertiginoso metabolismo, su excelente sistema inmunitario y su alta inmunotoludesia, que apenas padecen cáncer y que viven durante años. Estas características también son muy interesantes para investigadores de diferentes ámbitos.
Esta investigación básica permitió a los científicos relacionar rápidamente este patógeno con los murciélagos que provocaban una neumonía inusual en los humanos. En diciembre de 2019 se notificaron en China los primeros casos de una neumonía atípica y el 10 de enero de 2020 se logró la secuenciación del virus causante. En comparación con la información genética de todos los virus existentes, vieron que el virus era nuevo y que el más cercano era un coronavirus de un murciélago de herradura.
A partir de ahí se generalizó que los murciélagos son el origen del virus del SARS-CoV-2. Pero Aiartza tiene otra perspectiva. Se conocen 1.423 especies de murciélagos, una cuarta parte de las especies de mamíferos. Entre ellos se encuentran los grandes zorros voladores, las pequeñas especies que pesan menos de 3 gramos, muchos son insectívoros, pero hay quien come fruta, polen, flores… Hay una gran diversidad. Y su riesgo zoonótico, es decir, el riesgo de que sus patógenos salten hacia nosotros, no es mayor que el de otros animales, sino menor, por ejemplo, que el de roedores y artiodactilos (ciervos, vacas...), y el de los primates.
Además, Aiartza ha destacado que el SARS-CoV 2 no se ha encontrado en murciélagos. “Por semejanza sabemos cuál es su origen, pero no sabemos dónde ha mutado para que el ser humano pueda infectarse y transmitirse entre nosotros”.
Según Pérez, sería interesante identificar esta especie intermedia, ya que es muy difícil pasar de los murciélagos a las personas. “Probablemente hay otra especie entre ellas. Y debe ser lo que vive o crece en grandes grupos para que sea epidemiológicamente significativo; lo que los coronavirus infectan con facilidad; y lo que está estrechamente relacionado con los seres humanos”.
Según ha adelantado, es posible que la respuesta esté en los viveros de bosquetes existentes en la región china de Yunnan. En estos viveros crecían animales salvajes (mapaches, visones, hurones, pangolinas, espinos…) que les llevaban vivos a las ferias, entre ellas Wuhangora. Esta costumbre se unió además a algunos brotes de peste porcina africana. Esto provocó la muerte de muchos cerdos, el encarecimiento de la carne de cerdo y el aumento del consumo de animales salvajes.
“En los estudios hemos comprobado que estas especies se infectan fácilmente con el SARS-CoV-2. Si viven en libertad en su entorno no son tan peligrosos, pero en los viveros el virus se propaga fácilmente entre ellos y cuando están en contacto con los seres humanos se facilita el salto de una especie a otra”, explica Pérez.
Por el momento, en China se han prohibido las ferias de animales de estas granjas. Pero también se están dando problemas en otros viveros, como los viveros de visones para peletería. Tanto Pérez como Aiartza advierten del peligro de convertir animales salvajes en depósitos de virus. Ya se han encontrado infectados por visones salvajes, por lo que el riesgo no es una hipótesis, es real.
“De momento, el visón es el único animal en el que se ha demostrado que existe transmisión de animales a personas. Esto se vio muy bien en las granjas danesas de visones: los trabajadores contaminaron los visones, el virus creció en los visones, ellos contaminaron a los trabajadores y ellos contaminaron a las personas de su entorno con la variante de visones del coronavirus. Desde entonces se han tomado medidas drásticas en los viveros, pero a pesar de todo, se dan apariciones similares una vez por medio”, ha recordado Pérez.
Fuera de los viveros, ambos creen que se está investigando menos de lo suficiente qué pasa con los animales salvajes. Aiartza, por ejemplo, menciona las garduñas: “En algunas zonas la garduña suele ser muy abundante, ya que se trata de vertederos y frecuentación. Pero aquí a nadie se le ha ocurrido empezar a ceder las garduñas. ¿Qué solventaremos mirándonos a nosotros mismos, con las vacunas, etc., si tenemos unos posibles depósitos en los que se pueden crear nuevas variantes? Otro animal a tener en cuenta es el gato. Está muy extendida en pueblos y ciudades, muchas son salvajes y ¿qué pasará si son depósitos? Sabemos que los felinos se infectan, se infectan. Pues cuantos más gatos infectamos más tiramos la moneda”.
El peligro de transmisión del SARS-CoV-2 en la investigación de murciélagos también preocupa a Aihartza. Pero, además de los investigadores, los gatos también pueden transmitir el virus a los murciélagos. Los investigadores italianos han advertido de este peligro y han recordado que los gatos cazan murciélagos. El riesgo no es tan lejano.
Pérez y Aiartza tienen claro que la protección del medio ambiente es la medida preventiva más eficaz para evitar la zoonosis o al menos limitar el riesgo de que se produzcan. En otras pandemias y plagas zoonóticas anteriores al COVID-19 el origen ha sido siempre el mismo: la ruptura del equilibrio ecológico.
Aiartza pone como ejemplo un problema cercano: Mal de Lyme o borreliosis.“Es una enfermedad muy mala, muy polimórfica y, en general, difícil de diagnosticar. Para su diagnóstico, los pacientes pueden sufrir mucho y convertirse en crónicos. El agente causal es una bacteria que contiene numerosas genoespecies, Borrelia burgdorferi (sensu lato) que se detecta en ciervos y corzos. En Euskal Herria, y en Europa, sobre todo en Ixodes ricinus, es abundante en las basasaguas del género Apodemus”.
Para controlar la borreliosis, algunos proponen acabar con los ciervos y los corzos e incluso hicieron la prueba en EEUU. Pero, según Aiartza, sería un error: “Si matas ciervos y corzos, probablemente también ahuyentarás a los carnívoros. Y estos carnívoros son los que comen roedores y controlan su población. Por tanto, cuantos más bosques sean «limpios», con pocos carnívoros y matorrales, mejor opción para los pequeños roedores sin límites de expansión”.
En concreto, la estrategia One Health (Salud Única) considera imprescindible preservar la salud ambiental y animal para preservar la salud humana. Según Pérez, esta visión está muy extendida entre veterinarios y ecologistas. Sin embargo, quienes trabajan en la sanidad pública no lo han tenido muy en cuenta hasta ahora en la práctica. “Creo que el covid-19 lo va a cambiar y se va a gestionar de otra manera el medio ambiente y los animales para evitar enfermedades. Sin embargo, estamos destruyendo tan rápido los ecosistemas, no sé si llegaremos a tiempo. Pero está claro que los profesionales que trabajamos en la gestión ambiental, en la sanidad animal y en el bienestar de las personas tenemos que trabajar juntos, no sólo médicos, sino sociólogos, economistas, etc.”.
En este sentido, considera muy apropiado el concepto de sindemia, que incluye también los factores sociales: “Un gobierno puede prohibir las ferias de animales vivos, pero la medida no tendrá éxito si no se ofrece una alternativa a los que viven de ella y si los hábitos no cambian a través de la educación”.
Pérez dice claramente: “Todo lo que se invierte en prevención siempre será mucho menos que lo que se gasta para combatir la enfermedad. En veterinaria lo tenemos muy claro, por eso hacemos todos los esfuerzos para prevenir plagas. Imagínate qué pasaría si la peste de cerdo africana llegara aquí y fuera necesario matar a los cerdos de las granjas… El impacto económico y social sería enorme. En salud humana, el enfoque es totalmente reactivo (tratamientos, hospitales…) en lugar de preventivo. Es imprescindible cambiar de vista porque todo está relacionado. En definitiva, cuidar el medio ambiente es la mejor vacuna”.