El consumo abusivo de la droga denominada cocaína extraída hoy en día por jóvenes de Europa y Norteamérica ha traído propuestas de erradicación de los cultivos de Sudamérica. Pero deberíamos saber que con estas medidas estamos desapareciendo una de las características culturales del mundo andino. La coca tiene un profundo significado en la vida cotidiana de los campesinos, incluso a nivel mágico-religioso.
Los agricultores mastican hojas de coca para aliviar la fatiga y/o sed y el hambre. Tal y como reconoció la propia Organización Mundial de la Salud, O.M.E., no se puede considerar cocaína omana aquella que toma cualquier cantidad de cocaína.
El mercado ilícito de cocaína y las alianzas político-militares en América Latina han oscurecido el efecto degenerativo de esta “costumbre vergonzosa” y esa “costumbre”, sólo en Perú, se encuentra en más de tres millones de habitantes.
¿Cuáles son, sin embargo, los efectos de esta planta, considerada desde hace tiempo como divina? ¿Es nocivo o beneficioso para el organismo? ¿Sus habitantes utilizan algún método para obtener cocaína?
La palabra coca es aimara y cechu1: significa “comida para caminantes y trabajadores”. El origen exacto de la coca se debate entre arqueólogos, botánicos, antropólogos y lingüistas. Los testimonios más antiguos sobre el uso se han encontrado en Ecuador: a.C. la conocida estatuilla del “masticador” concordante del año 3500. a.C. También se han encontrado barcos con hojas de coca fechadas entre los años 2500-1800.
En realidad, los datos arqueológicos no aclaran el origen de la coca ni la antigüedad de la misma. Las explicaciones de la ciencia botánica sitúan a menos de dos mil metros en el ecosistema “ceja” de la selva andina. Coca es un arbusto verde permanente de los valles templados de los Andes del Este. También se cultiva en Sri Lanka, Zantzibar y Australia. El emplazamiento ecológico de la planta es un medio húmedo y templado.
Erytrhoxylum coca pertenece a la familia de los Eritroxiláceos y es un arbusto de 1-3 metros de altura. Sus ramas son escasas, con hojas de 3-5 cm de longitud y 1-2 cm de anchura. Las flores son blancas y pequeñas y los frutos son unas bayas rojas muy llamativas.
Aunque la coquización era costumbre de los nativos andinos, antes del desastre del imperio inca su uso era limitado. Tras la conquista española, se vinculó al mundo mágico de los indígenas y fue prohibido por la iglesia católica. Sin embargo, teniendo en cuenta los ingresos que se obtenían gracias a su comercio, fue aceptado y se introdujo una costumbre que no era inca en el día a día de los no autóctonos: se empezó a tomar mate (en infusión), pero muchos españoles también masticaba. El propio Garcilaso de la Vega, de origen inca, en su libro 2 “Los Reales Comentarios de los Incas”, recoge las siguientes palabras de Blas Varela:
“…la mayor parte de los ingresos de los obispos y de los canónigos de la catedral de Cuzco provienen de las hojas de coca (…) y con ello se ha enriquecido a los españoles dedicados a la compraventa. A pesar de no conocer todos sus virtudes, hay muchas personas que han dicho y escrito muchas cosas contra la planta (…) y ahora hay magos y hechiceros que ofrecen coca a sus ídolos mientras aumenta el número de personas que creen que debería estar prohibido.”
En los años posteriores a la conquista española, la coca siguió ligada a la vida de los nativos y, por lo demás, era prácticamente desconocida en todo el mundo, al margen de los datos recogidos por los etnógrafos y botánicos de las tropas coloniales.
En 1855 surge un nuevo interés en torno al coque. Gaedake aisló al alcaloide que bautizó como erythroxylina, lo que permitió la confirmación de algunos viajes de origen americano y de ciertas virtudes que los receptores europeos añadían a la planta.
Los usos médico-científicos de la cocaína confirman su efecto estimulante y anestésico. Al año siguiente se publicó un escrito sobre los efectos de la cocaína, aunque nadie se fijó en ellos.
En 1880 aparece el fenómeno de la cocaína. Sin embargo, las autoridades estadounidenses no prohibieron hasta 1930 el uso de cocaína para la producción de Coca-Cola. Hasta la década de los 70 estaba muy extendida en ambientes literarios, políticos, comerciales y científicos de todo el mundo, instituciones sanitarias internacionales. Redescubrieron la obra del siglo XX.
Para expresar el origen de la coca, las tribus andinas han inventado numerosas leyendas. Ellos nos hacen comprender mejor el fenómeno del coque, su dimensión social y sus consecuencias.
En Colombia, la tradición oral de los indios Cogi reúne tres narraciones, cada una más completa. El primero dice:
“…Koka Gualchovang o Ama Lurra fue el don de la Tierra, que a través del héroe Sintana convirtió un cuerpo femenino en el primer árbol de la coca.”
El segundo dice:
“…A la hija de Sintana, Bunkeijm, un chamán le dio hojas de coca. Al regresar, al ver que su padre había muerto, le metió hojas en la boca. La sintana estornudó y resucitó, sacando de su boca la masa de mariposa.”
La tercera leyenda:
“…Un chamán llamado Teyuna quería conseguir hojas de coca. En su día descubrió a una mujer que producía hojas deseadas al agitar su larga cabellera. Sin duda, contra la opinión de su padre, se disfrazó de pájaro; la niña se fue al río que nadaba y bebió por su boca. Le preguntó a la muchacha si quería y, al aceptar, descubrió que el pájaro se convirtió en un hombre desnudo que quitó el disfraz y abrazó al pájaro con entusiasmo. Al volver a casa, Teyuna se agitó la cabeza y cayeron dos semillas de coca. Sembró y creció una hermosa planta. Una parte del mismo se entregó a todos los vecinos, por lo que se amplió a cualquier lugar.”
Las leyendas de Bolivia y Perú no son tan imaginativas y, aunque explican el rasgo sagrado de la planta, destacan las características divinas “… para aliviar la asfixia, la fatiga o el hambre y dar más fuerza a los seres humanos”.
La costumbre de usar las hojas de coca en la boca es ancestral y hoy en día está muy extendida entre los indios de las altiplanicies andinas, pero durante muchos años ha sido despreciada por los grupos humanos superiores como tradición popular. Se amplió la leyenda de “influencia degenerativa” en la raza que consumía, incluyendo el riesgo de dependencia, la disolución de la identidad y la relación con comportamientos sexuales de perversión. Los coqueros se envían demasiado rápido.
Para comprender los efectos del consumo habitual de la hoja de coca en los usuarios, en 1939 se iniciaron estudios científicos. El “Latin American World” de Londres publicó los resultados de su primera investigación. La masticación gradual de las hojas de coca confirmó una rápida reacción anestésica en boca y estómago que impregna la sensación de hambre y un efecto innovador sobre las funciones orgánicas. A altas alturas ayuda a mantener el ritmo respiratorio y protege contra las enfermedades del estómago y la caries dental.
En los años sesenta, un grupo de científicos de la Universidad de Harvard investigó la composición de la coca y la comparó con otras plantas andinas. Los resultados fueron publicados en 1976 y sorprendidos por los propios investigadores. La coca, al igual que los cereales y las leguminosas, tiene un contenido energético muy elevado, pero tiene muchos más minerales y vitaminas que éstas (ver tabla de la página 33). Contiene un contenido muy elevado de vitamina A y oligoelementos básicos (Ca, K, P y Fe), así como de vitamina B compleja. Estos datos, junto con el efecto estimulante y anestésico, nos indican por qué los lugareños lo aprecian tanto.
El doctor Carlos Monge, fundador y director del Instituto de Biología Andetiana de Lima, ha realizado investigaciones sobre esta planta. La observación directa del lugar demostró que el ser humano coca es un elemento importante para la adaptación del clima de los Andes al deshielo y el oxígeno a octubre. De hecho, enfermedades típicas de otras culturas de montaña (pelagra, beri-beria, escorbuto o raquitismo, por ejemplo, causadas por la falta de vitamina B7, B1, C y D, respectivamente) no aparecieron.
Siguiendo las tradiciones farmacológicas procedentes de la época del imperio inca (o anterior), los indígenas utilizan la coca como medicamento. La coca asada alivia los cólicos de pucio y mezclada con anís e infusión de manzanilla, también es quemada. En forma de cataplasma se utiliza contra dolores reumáticos y musculares. Para los cuidados se utiliza en forma de compresas mezclado con orina fresca, aguardiente de caña y vinagre. En infusiones o masticación alivia el dolor de las muelas. En los locales destinados a aliviar la conjuntivitis y el dolor de cabeza, las hojas de coca semi-masticadas se colocan junto con la nuez moscada.
Después de una comida copiosa y en caso de dolor de garganta, se beneficia de la coquera mate. Como se puede observar, los usos son numerosos y el único perjuicio lo resume la siguiente frase que el usuario debe recordar: “Borrar el sueño, estimular el corazón, pero los nervios no”.
La cordillera andina, situada al oeste del continente sudamericano, tiene una longitud de 8.000 km desde Venezuela hasta el sur de la Patagonia, atravesando Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile y Argentina. Siempre con cumbres nevadas superiores a los 6.000 m, siendo Akonkagua (6.960 m) la más alta. Aunque el cuerpo humano tiene problemas para adaptarse a la altitud de estas tierras altas, los incas y otros pueblos viven allí.
La enfermedad de montaña o la conocida en América del Sur como soroche aparece a altitudes superiores a los 3.000 m y puede causar la muerte. Las principales causas de la enfermedad son la disminución de la presión parcial del oxígeno a medida que aumenta la altitud, la disminución de la presión total y el mayor efecto de la radiación solar. En altitudes muy altas, la radiación cósmica y las ionizaciones del aire agravan la enfermedad.
Cuando se eleva lentamente, el factor más importante es la disminución del oxígeno para respirar en el aire o la mayor concentración de dióxido de carbono en los tejidos. Ambas afectan a todas las personas, pero no en la misma medida. No existen normas específicas sobre el efecto de la altitud en el organismo. La capacidad de adaptación depende de las personas y en parte de sus características genéticas. La enfermedad del monte ha sido mortal en unos 3.000 m, pero la mayoría de las personas la perciben entre 3.500-4.000 m. Los síntomas más frecuentes son: dolor de cabeza, náuseas, mareo, tos seca, confusión intestinal, insomnio, falta de apetito, cansancio, latidos cardiacos más rápidos y necesidad de respirar.
Todo ello se debe a que, junto con la aceleración de la frecuencia respiratoria y el ritmo cardíaco, el organismo realiza un esfuerzo enorme para compensar la falta de oxígeno. En casos graves estos síntomas se agravan con confusión, indiferencia con estímulos externos, falta de coordinación y pérdida de conciencia, disminución del ritmo cardíaco y parada respiratoria.
La mayoría de los problemas derivados de la altitud desaparecen durante unos días, pero si no, hay que descender lo antes posible. La diferencia podría ser de 500 m. Y al revés, una subida de 500 m puede producir síntomas. No hay reglas fijas, así lo vimos. En la siguiente tabla se muestran nuestros datos. Aunque no son representativos en términos científicos, en ella puedes ver sus consecuencias para los que no practican deportes de montaña. Estos datos se han agrupado en dos tipologías y tres altitudes en función de la aparición o modificación de los síntomas del soroche.
Escaso conocimiento del proceso de adaptación al clima. Las observaciones realizadas, especialmente en las expediciones al Himalaya, nos indican que la adaptación al clima suele ser larga y difícil; cuanto más arriba, más áspera. El gran remedio para combatir el soroche en las altitudes andinas es el mate de coca, una infusión de hojas de coca que se puede tomar en cualquier cafetería. En la mayoría de las casas y hoteles de Perú y Bolivia (prohibido en Ecuador), la taza mateante, agradable y verde espera para recibir al extranjero, resucita inmediatamente.
El caimán y los cascos que han vivido durante siglos en estas tierras se han adaptado al déficit de oxígeno. A pesar de su pequeño tamaño (159 cm. de media entre los hombres y 147 cm. entre las mujeres), su capacidad pulmonar y pectoral es elevada y parecen cuerpos fuertes. Además, el doctor Carlos Monge aseguró que tienen más hematíes y hemoglobinas y un mayor volumen de sangre. 8 millones de glóbulos rojos frente a los 5 millones de personas que viven a nivel del mar, dos veces más hemoglobina y medio litro más de sangre. El ritmo cardíaco también es más lento. Con estas características, los pilotos peruanos suben más de 7.000 metros sin máscara de oxígeno.
La adaptación a la altitud dificulta a los habitantes de los Andes cuando se acercan a la costa. Ellos son los que sufren entonces la “enfermedad de montaña”. Su cuerpo percibe síntomas similares a los descritos anteriormente. “Cada vez que bajo a Lima me acelera el corazón, me cuesta respirar y casi no tengo hambre, por eso estoy deseando volver a mi Cusco…”, nos decía el señor Echevarria, experto en cultura andina. A pesar de esta denominación, no sabía de dónde era su antepasado proveniente del otro lado del Atlántico.
El imperio inca se extendía por toda la cordillera andina, desde Ecuador hasta Chile, construyendo los pueblos más de 3000 m, pensando que era la altura ideal para los campos de maíz. Las extensas áreas de tierras frías, de más de 4.000 m de altura, fueron utilizadas para cultivos forrajeros y tubérculos. El coque y el algodón, que necesitan más calor, se plantaron por debajo de los 2.000 m.
La coca era parte del mundo andino y ocupaba un lugar destacado en las ceremonias religiosas. Era una planta sagrada, necesaria en los ritos de magia y predicción, en el sacrificio y el xamanismo. La planta se ofrecía en muchas ocasiones en los HUs, donde había 5 y momias de emperadores. En los grandes días se hacían ceremonias ante el emperador y su corte. En un gran incendio, preparado para estas fiestas, se quemaba coca con maíz y guindilla.
Durante los viajes, la coca servía para tranquilizar a los dioses que vivían en cruces y cuevas y lo que es más importante, permitía al viajero medir el tiempo. El cocada era el tiempo que tardaba un caminante con una carga de cuatro cuencas (45 kg) en su espalda para masticar una bola de coca. El terreno era llano, ascendía o descendía en pendiente, el camino recorrido era diferente. Cada bolita de coca tardaba entre 35 y 40 minutos en masticar. Durante este tiempo, la coca tenía un efecto estimulante y daba tiempo a la persona que estaba cargada para recorrer 3 km en llano y 2 en cuesta. Los caminantes disponían de un espacio fijo previamente establecido para descansar. Allí se sustituían por una nueva bola de coca agotada y se reanudaban antes de 10 minutos. El trabajo diario lo realizaba tomando entre seis y ocho copas.
En el imperio inca la coca tenía un alto valor terapéutico. Gracias a los esqueletos y a la cerámica descubierta sabemos que la medicina y la cirugía inca eran muy superiores. Empleaban forzeps, torniquetes y trepanación, por ejemplo. En todas las intervenciones importantes, al parecer, se utilizaba coca como anestésico para insensibilizar a los pacientes. También envenenaban o hipnotizaban Chicha.
Tan importante era que en otras ocasiones no se utilizaba la coca en los ocasios; era un monopolio de gobernantes, sacerdotes y médicos que penalizaba si se consumían pueblos finos. Con el desastre del Imperio el castigo también desapareció y la costumbre de masticar coca se extendió, pero hasta el punto de que era excesivo, con el aumento de la comercialización de cultivos y plantas. Esta expansión de las costumbres se debe sin duda a la escasez de alimentos, que sustituían a la coca. Las mejores condiciones económicas y sociales podían reducir el consumo de coque.
Koka forma parte de la vida campesina peruana y boliviana. Se utiliza para vivir en un clima hostil, aliviar la fatiga y completar la escasez de comida. Muchos de ellos aún no saben la relación existente entre las hojas de coca y la cocaína. La planta inca “divina” sigue siendo utilizada como medicamento, incluso en algunos ritos sociales y religiosos. Las razones de la extensión de los cultivos a amplios espacios forestales deben buscarse en la ambición de los narcotraficantes, en los pactos entre ellos y en el poder político del continente americano.
La Convención de Viena de 1961 incluyó la coca en la lista de sustancias psicotrópicas prohibidas. Fue entonces cuando comenzó la lucha que sólo ha supuesto la expansión de la coca. Por ello, un grupo de políticos, artistas, abogados, líderes sindicales, economistas, líderes campesinos e intelectuales de Bolivia firmó en 1994 un manifiesto solicitando la resolución del acuerdo de la Convención de Viena. Quieren eliminar la hoja de coque de la lista de estupefacientes prohibidos para permitir el consumo doméstico y, de paso, eliminar el negocio ilícito que crece y aumenta.