A principios de año, nuevos proyectos, a final de año, valoraciones… y, por supuesto, hacia octubre, los Premios Nobel. Sin faltar, un año más así se está cumpliendo el rito anual. Además, este año se cumplen 100 años del fallecimiento del químico Alfred Nobel, lo que ha hecho que las noticias de los medios de comunicación hayan sido más largas que las breves citas habituales. Como es sabido, estos galardones creados por el propio Sr. Nobel con el fin de estimular la investigación y la humanidad, o que se han generado, porque en su testamento hay una fortuna y un último deseo detrás de esta convocatoria, han sido divididos en diferentes ámbitos. En un principio se otorgaban los Premios Nobel de Física, Química, Fisiología y Medicina, Literatura y Paz y en 1968 se añadió el de Economía. El Premio Nobel es el mayor honor que puede recibir un científico, pero sin honor el Sr. Alfred Nobel que hace 100 años creó estos premios, que murió de espaldas al mundo.
Los científicos que descubrieron la superfluidez del helio-3 en la década de 1970 han recibido este año el Premio Nobel de Física. Esto supuso un gran avance en el campo teórico, ya que había empezado a tener en cuenta las propiedades emergentes que hasta entonces la mecánica cuántica no había asumido, dando acceso a la mecánica de líquidos, contribuyendo a crear nuevos modelos teóricos.
La superfluidez es la propiedad de ciertos fluidos de verter por cualquier rendija. Y decimos que no se aplica en todos los fluidos. Desde principios de este siglo se ha estudiado la superfluidez y, por ejemplo, en el caso del helio-4, desde entonces también conocida.
El helio es el segundo átomo más simple de la naturaleza, después del hidrógeno. Como es sabido, el núcleo del helio tiene dos protones y dos neutrones en el caso del helio-4. Sin embargo, el helio-3 tiene dos protones y un neutrón, es decir, está formado por tres elementos. Los helio-3 y helio-4 pertenecen a la misma familia, pero estas diferencias estructurales hacen que el comportamiento de estos dos elementos sea radicalmente distinto. Es más, las propiedades de una y otra son muy diferentes y las teorías que hay que utilizar para explicarlo son muy diferentes.
Ya hemos dicho que la superfluidez del helio-4 se conocía desde principios de siglo, pero hasta principios de los 70 no se encontró esa característica en el helio-3. Este descubrimiento obligó a crear la base teórica de un fenómeno hasta entonces desconocido, utilizando los recursos de la mecánica cuántica. Se pensaba entonces que la mecánica cuántica servía para explicar el comportamiento de elementos muy pequeños, pero desde ese descubrimiento los postulados teóricos han ido cambiando. Tras la superfluidez del Helio-3 se realizaron investigaciones que iniciaron la teoría de conjuntos y las propiedades emergentes, derivadas de las leyes de la mecánica cuántica, constituyeron la nueva teoría: la mecánica estadística cuántica. David M. Lee, Robert C. Richardson y Douglas D. Osheroff formaban parte de este grupo. Por sus aportaciones tanto a nivel teórico como práctico, este año son los campeones de Física, los Premios Nobel.
Richard E fue encontrado con furelenos. Www.euskaltel.com El Premio Nobel de Química ha sido para los investigadores Curl y Harold Kroto. Los resultados de la investigación llevada a cabo hace unos veinte años son, por tanto, los que la Academia Sueca ha considerado como buenos y, con ello, se ha confirmado la importancia del descubrimiento que ha sacudido la conceptualización teórica actual de la química.
El fureleno es, en absoluto, un nombre gracioso. Su origen es, además, curioso; para la Exposición Internacional celebrada en Montreal en 1986, el arquitecto estadounidense Robert Backminster Fuller diseñó una enorme bóveda. Su aspecto es la mitad del balón de fútbol, muy conocido en nuestro país. Y es la misma apariencia que los furelenos o estas moléculas de carbono. En concreto, la estructura que suscitó interés por estas estructuras singulares era la compuesta por 60 átomos de carbono, por decirlo de alguna manera, el fureleno más común. Posteriormente se han obtenido estructuras más pequeñas, compuestas por 28 átomos, es decir, C-28, y mucho más grandes, hasta llegar a C-260 investigadores.
La primera investigación que se publicó dando cuenta de los furelenos fue considerada como una simple rareza entre los científicos, pero posteriormente se ha constatado la importancia de este descubrimiento y hoy en día, entre los que se dedican a la investigación química, tanto en teoría como en la práctica, los furelenos son muy apreciados. Desde este descubrimiento se asume que también será necesario introducir cambios en la conceptualización teórica de la química.
Los resultados de la investigación iniciada hace 20 años se analizan hasta la actualidad. Estos tres químicos demostraron que los furelenos producen la tercera estructura estable del carbono tras el diamante y el grafito. La particularidad más destacable de esta estructura ya se nos ha explicado cuando hemos visto el nombre: son rotundos.
En la teoría de la química este descubrimiento fue una gran sorpresa, ya que demostró claramente la necesidad de revisar la doctrina anterior. Hasta entonces, la aromaticidad, es decir, la propiedad que no tiene nada que ver con el aroma y que representa la estabilidad, sólo se conocía en estructuras planas, pero los furelenos son muy estables, es decir, tienen esa propiedad, pero, como ya se ha dicho, son absolutamente redondos. El hecho de que una nueva estructura molecular haya dado lugar a este desconcierto ha supuesto una gran contribución para la química de este siglo.
Sin embargo, el análisis de estas estructuras no se ha limitado a un nivel teórico. En este momento también se está investigando el comportamiento de ciertos elementos dentro de los furelenos. Introduciendo átomos o moléculas dentro de estos balones de fútbol, que ya han introducido el lantano, el cesio, el galidonio o el potasio, ¿cómo será el comportamiento de la nueva estructura? ¿Las propiedades de estos átomos o moléculas en el vacío se dan por igual dentro de los furelenos o, como se cree hoy en día, el propio medio aflorará nuevas propiedades? Como es sabido, no se puede predecir.
Lo que sabemos de momento es que habrá que hacer un gran trabajo para poder avanzar en el camino que han mostrado los furelenos; en estos momentos los científicos están adaptando los sistemas de experimentación y estudiando modelos que permitan entender lo que se ha encontrado también en el terreno teórico.
Incluso utilizando modelos sencillos de experimentación, es posible realizar descubrimientos en ciencia. Esto es lo que nos ha enseñado, entre otras cosas, el trabajo silencioso de los investigadores Peter Doherty y Rolf Zinkernagel, que hasta la fecha son titulares del Premio Nobel de Medicina por su labor en inmunología desde octubre. En el año 1974 se publicaron por primera vez los estudios de estos dos inmunólogos, que han estado en la base de la investigación realizada en esta materia y que finalmente han obtenido el reconocimiento debido.
Las aportaciones realizadas en materia de histocompatibilidad son precisamente las que han propiciado la obtención del Premio Nobel de este año. De hecho, el papel del sistema en el funcionamiento del sistema inmunitario, consecuencia directa del grado de similitud entre las características antígenas de los tejidos, se conoce mejor desde el trabajo realizado por Doherty y Zinkernagel. Todas las células del organismo humano disponen de un sistema de aceptación, conocido como SPH, que el propio organismo, de hecho, considera como posible. Al comprender este código, el organismo humano acepta la célula, pero si el código no es inteligible, el organismo la rechaza.
Estos conceptos ya eran conocidos y, precisamente, el procedimiento al que se le otorgó el Premio Nobel de Medicina en 1980 fue postulado por primera vez por B. Benecerraf, J. Dausset y G. Snell. ¿En qué consiste la aportación de los premiados de este año?
Doherty y Zinkernagel han analizado y descrito el papel de las SPH que funcionan como códigos dentro de un mismo organismo. Según el estudio de 1974, algunos virus atacan ocultando los SPH, es decir, engañando al organismo ocultando el código. Por tanto, todo este trabajo confirma que el SPH o sistema de histocompatibilidad es fundamental para la identificación.