La simplificación es una de las herramientas más comunes que utiliza la divulgación, y cualquier persona que ha tratado de realizar un ejercicio divulgativo sabe que es una herramienta dual. Sin él, sería imposible explicar algunos conceptos; uno pasará la frontera y, sin ser tan simple, estará equivocado. El arte de simplificar consiste en averiguar cuál es el límite en cada caso.
Situándolo a una escala, en el extremo de la excelencia estaría la transmisión directa y sencilla de conceptos complejos y difíciles, sin que estos conceptos complejos y difíciles se conviertan en simples. Y yo creo que el segundo tiene tanta importancia como la primera parte, es decir, que lo que es complejo o difícil no se desprenda de esas cualidades con la simplificación. De hecho, el riesgo de simplificación amplifica no sólo la transmisión de información errónea, sino la visión limitada. En la escala del arte de la simplificación, ahí estaría el desastre.
Un ejemplo de divulgación simple y errónea de la ciencia es lo que se cuenta en el artículo "Bernoulli gabe hegan" de este número. Es un artículo sobre la física del vuelo, concretamente sobre el vuelo de los aviones. Y no le llamaré desastre, pero cuéntame. Socialmente está extendido que el principio de Bernoulli mantiene en el aire los aviones, ya que el aire que atraviesa el sur por la parte superior se mueve más rápido y llega antes al final del ala que el aire que lo atraviesa por la parte inferior, por lo que el sur recibe más presión por debajo. Sin embargo, en los casos en los que sea de aplicación, la fuerza ejercida por el principio de Bernoulli no llega al 1% de lo que el avión necesita para mantenerse en el aire. Es decir, excluye el 99% de las fuerzas que hacen posible el vuelo del avión.
A partir de la página 24 encontraréis todas las fuerzas que faltan. Bueno, no todos, es un ejercicio de simplificación que se ofrece en esas páginas. Un ejercicio para recuperar casi todo lo excluido sin ahogarse en las aguas más exigentes de los detalles más profundos.