La conservación del ecosistema fluvial y la adopción de medidas eficaces para reducir el riesgo de inundación local no son conceptos antagónicos. Son compatibles. Y no sólo eso, a menudo vienen de la mano. Es más, la estrategia clásica de gestión de ríos --encauzamiento del cauce, canalización del río y dragado- no sólo es destructiva para el ecosistema fluvial, sino que también puede ser perjudicial como estrategia anti-inundaciones. Así lo han expresado quienes saben mucho más sobre el riesgo de inundación de los ríos que nosotros en el reportaje dedicado a este tema en este número, y además es una clara sintonía entre los ecologistas y los gestores.
El cambio de enfoque es evidente. Lo que hace unos pocos años eran medidas estándar contra las inundaciones, como la canalización y dragado de los ríos, que hoy en día son rechazadas por los gestores de la Agencia Vasca del Agua, precisamente porque no son especialmente beneficiosas y persistentes, a pesar de que existe una percepción social muy generalizada de que son intervenciones efectivas contra las inundaciones. Los ecologistas y los gestores los representamos a cada lado de la cuerda, pero parece que a medida que se van acumulando conocimientos científicos y técnicos, se va extendiendo la preocupación por el medio ambiente en la sociedad y a medida que entran en vigor las nuevas normativas, se está imponiendo una visión integral, al menos en este ámbito. Es un placer.
Pero no son los únicos que los ecologistas y gestores han estado a cada lado de la cuerda. Es el caso de las inundaciones. O en el juego de las competencias, las que quieren dedicarse a la construcción de terrenos que no deberían utilizarse para la construcción desde el punto de vista del riesgo de inundación. En consecuencia, junto con las soluciones adecuadas para las personas y el ecosistema, será imprescindible romper mitos y hacer pedagogía y establecer medidas que aseguren el respeto de las normativas para que nadie pueda crear nuevos focos de riesgo a costa de todos.