Arte rupestre a la luz de los datos

Carton Virto, Eider

Elhuyar Zientzia

Los Homo sapiens que vivieron en Europa entre hace 40.000 y 10.000 años dejaron una rica huella en Ekain, Santimamiñe, Altamira, Lascaux, etc. Dibujaron caballos, rinocerontes, toros, osos, manos, en pequeños conjuntos o formando composiciones complejas, superpuestas, coloreadas unas, siluetas vacías otras, soplando con pinceles, dedos.

Las pistas se han convertido en un tesoro fascinante para sus descendientes (para nosotros) y desde que en 1879 se descubrieron las primeras pinturas en Altamira, hemos querido descubrir quién las hizo y qué significaban. Es evidente que hemos investigado e interpretado el arte rupestre a través del conocimiento y las técnicas de la época, impregnando las concepciones sociales de la época. Y así lo hacen también los arqueólogos Diego Garate y Joseba Ríos. Ambos tienen claro que la recogida de datos y el análisis de características cuantificables es la mejor manera de conocer y comprender el arte rupestre y sus creadores, limitando la interpretación al territorio de la interpretación.

Según Garate y Ríos, el cambio de paradigma que se ha producido con las técnicas de datación es uno de los indicadores más claros de la necesidad de basarse en los datos. Hasta que se empezaron a realizar las pruebas de carbono 14, predominó una visión gradualista del arte rupestre: las formas de pintura basura más simples debían ser las más antiguas; las más complejas y realistas, las más modernas, a medida que "evolucionaban" de seres humanos y sociedades primitivas a más sofisticadas. Sin embargo, las dataciones han demostrado que no ha habido esa evolución y que las pinturas más antiguas ya eran complejas, es decir, que aquellos seres humanos dominaban desde el principio la técnica del arte rupestre.

Sin posibilidades de datación, una interpretación evolucionista de este estilo tenía todo su sentido en una época en la que el darwinismo emerge y el colonialismo se tambaleaban. No se trata de separar las culpas, sino de tomar conciencia del riesgo y evitarlo, de transmitir a nuestros descendientes el conocimiento para seguir investigando el pasado con el lastre más rápido posible.

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