La OPE agroalimentaria tiene como objetivo el desarrollo de toda la cadena agroalimentaria, digitalizando los procesos e incorporando conocimiento e innovación. Además de este objetivo general, propone tres objetivos estratégicos: 1) competitividad, 2) sostenibilidad y 3) trazabilidad y seguridad. El cuarto objetivo transversal es el denominado reto demográfico. La OPE aprobada en febrero de 2022 recibió una inversión pública de 1.002,91 millones de euros, dividida en tres líneas de actuación: 1) 400 M€ para el fortalecimiento de la industria del sector agroalimentario para la automatización y digitalización de procesos (datos, logística, modernización de maquinaria, sustitución por materiales renovables...); 2) 454,35 M€ para la digitalización del sector agroalimentario, destacando el Kit Digital, que supone el 27% de la financiación total, y 3) Investigación agroalimentaria 148,56 M€ para los programas de I+D+i Agroalimentario e I+D+i Ciencias del Mar.
Los responsables de esta OPE son el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el Ministerio de Economía y Transformación Digital y el Ministerio de Ciencia e Innovación. El modelo de gobernanza para el desarrollo de la OPE consta de dos niveles, uno interministerial y otro de cooperación público-privada (PTP).
Analizando los objetivos, datos y vías de ejecución desde un punto de vista ecofeminista, cabe destacar seis elementos principales: 1) Se profundiza en el modelo productivo, que depende de las tecnologías y de los materiales, sin cuestionar las limitaciones ecosociales del modelo de producción de alimentos y sus efectos e implicaciones; 2) Es financiación para la industria alimentaria digital y robotizada y no para un sector agroalimentario más sostenible y resiliente; 3) Se busca la agricultura sin agricultores, con la agricultura 4.0: blockchain, la tecnología de las cosas y la agricultura artificial, la agricultura de precisión y la inteligencia artificial. Esta línea se suma e impulsa a una serie de megaproyectos agroindustriales e infraestructuras digitalizadas que ya vemos en Euskal Herria; 4) La narrativa asocia la crisis sistémica con oportunidades de negocio y mensajes de igualdad de oportunidades; y quiere hacer creer que el crecimiento es compatible con la lucha contra el cambio climático, la gestión sostenible de la energía y los materiales, el reto demográfico o el relevo generacional, así como con la creación de empleo de calidad para jóvenes y mujeres. 5) El modelo de gobernanza dificulta la transparencia, la participación y los mecanismos de control, rechazando las alianzas público-públicas y/o público-comunitarias; y 6) Desvincula radicalmente el consumo de alimentos y el territorio.
Desde una perspectiva ecofeminista es necesario explicar las claves del debate. De hecho, para abordar problemas de fondo es necesario reubicar los procesos socio-económicos, relocalizando el sistema alimentario y reduciendo las cadenas de comercialización. Es el momento de adaptar las propuestas públicas a los marcos del planeta y reorganizar las tareas y necesidades fundamentales para incrementar el trabajo y el valor de la alimentación de los agricultores y reducir los modelos de producción y alimentación perjudiciales e innecesarios. A partir de estas claves, las trantsiciones ecofeministas tienen un camino fructífero por recorrer, pero la OPE agroalimentaria es un nuevo retroceso oscuro en la agricultura y, en general, en la democratización y cuidado de un sistema alimentario sostenible y saludable.