Hace tiempo, todavía joven y verde, y cuando acababa de licenciarme en Biología, empecé a trabajar el tecnolecto en euskera. Quiero decir que después de cursar todos los estudios en castellano, construyo o hice mi propio lenguaje para poder explicar las cuestiones biológicas en euskera, y es que busqué materiales tan escasos en muchos lugares.
Nadie se sorprenderá de los mayores de una edad sabiendo, por ejemplo, que aprendí de memoria el diccionario de Ciencias Naturales. En mi afán por completar mi tecnolecto de biología, también me puse en el diccionario de Plazido Muxika, y una palabra que encontré me dejó groggy, o más aún, el kao en su totalidad. Seguro que has acertado, por supuesto, el premio vasco a la entrada evolucionista. No se necesitan profundos descubrimientos sobre el euskera para saber que -keria es un sufijo marcado, es decir, que significa algo que se rechaza, como la desidia o la liberalización. Ese darbingo, la darwinkeria, por supuesto, rechaza a todo Darwin, estigmatizando desde el mismo nombre.
El diccionario de Plazido Muxika fue publicado en 1965 y venía a llenar el enorme vacío de vocabulario existente entre el castellano y el euskera. A pesar de un gran avance en este sentido, este término ofensivo se ha convertido para mis ojos en el emblema de la fatídica entrada del evolucionismo en Euskal Herria. Y es que esta vorágine nos dice perfectamente cuál podría ser la opinión de Plazido Muxika sobre el darwinismo, pero no sólo la del propio hablante, sino también la de muchos y muchos de los notables del mundo vasco. La cuestión es que esa actitud contraria es antigua y no tiene que ver directamente con el darwinismo. El Darwinismo se encontró desde el principio con lo que podríamos denominar "la muralla de Arbelbide": esa muralla era el euskara; el euskara, para Janpierre Arbelbide, -y muchos otros- era una muralla protectora, aislante, que mirara a Euskal Herria de todos los peligros y argelinos del mundo. A raíz de la muralla de Arbelbide o, entre otras cosas, en euskera no hay ningún libro deslizante, sólo libros religiosos: sabemos qué literatura hemos tenido hasta ayer. Se puede decir que con los vascos se quiso crear un parque temático, una Lotilandia. Pues bien, las ideas de Darwin se trituraron durante mucho tiempo contra esta muralla.
En este sentido, sería bastante previsor saber que el darwinismo tuvo mucho más éxito entre vascos de fuera de Euskal Herria que entre vascos que vivían en un ambiente asfixiante y obscurantista de Euskal Herria. Así planteadas parece que la explicación es demasiado esquemática, pero podemos entenderla así, por ejemplo, un Armand David, o un José Aretxabaleta. El uriostare José Aretxabaleta aprendió de los tertulianos de un medicamento de Montevideo quién era Darwin y, posteriormente, cuando se incorporó a la universidad, expuso entre sus alumnos las ideas de Darwin y Haeckel durante un largo período de 1874-1906, siendo el principal precursor y difusor del darwinismo en Sudamérica, lejos de las coacciones de su país.
En cualquier caso, creo que es mucho más sorprendente el caso del sacerdote ezpelano Armand David, que perforó la muralla de Arbelbide y, además, la conspiración silenciosa que sufrió el darwinismo en Francia, al campo de las contradicciones que le iba a suponer ser cura. Armand David fue enviado a China en 1861, pero allí trabajó sobre todo como naturalista bajo la responsabilidad del Museo de Ciencias Naturales de París y, aparentemente, como espía. Como ya sabrás, descubrió el gran panda y otras tantas especies en las dos primeras campañas de exploración. Muy mal de salud, regresó a Europa en 1870 para un descanso y leyó en el Geno italiano el libro seminario “El origen de las especies”, probablemente en versión italiana, no en el francés llamado por él mismo.
Sin embargo, Armand David quedó bastante convencido de la bondad de la hipótesis de Darwin, ya que cuando regresó a China en 1872 para una tercera campaña de exploración, el darwinismo estaba bien guardado en el colco y sus faisanes le ofrecieron las pruebas necesarias para convertirlo totalmente en darwindar. A pesar de todo, destacaría dos factores clave para la conversión de Armand David: uno, la lectura de la traducción italiana, y el otro, el hecho de que en las campañas por China haya actuado como exploradores británicos --a la manera de un Alfred Wallace, por ejemplo-, de todo y en grandes cantidades.
En Euskal Herria, el caso del médico y escritor Jean Etxepare es paradigmático. Nacido en Argentina, Etxepare estudió en Burdeos y presentó su tesis doctoral en 1901. Allí leyó los libros de Haeckel y Nietzsche. En 1905 es médico de Alduz y en esa época comienza a colaborar con el semanario Eskualduna. El médico de Alduce es absolutamente extraordinario en el pequeño Parnaso de las letras vascas, ya que es uno de los pocos laicos en la colorida sucesión de clérigos de nuestra historia literaria. Publicó dos libros, Buruxkak (1910) y Beribilez (1931), que más venenosos creían Villasante. La cabeza resultó escandalosa, entre otras cosas, por su sexo y amor: un auténtico subversivo en la entonces Lotilandia, y aunque se publicó en 1910, de hecho ha estado secuestrada antes y después censurada durante 70 años. Por ello, no será de extrañar que para el segundo libro se conociera que Etxepare fue más inocente. Beribilez nos cuenta un día de viaje, desde Cambo hasta Loyola, para volver de nuevo a Cambo. Lógicamente, en torno a este viaje, Etxepare trenzó muchísimas cuestiones y, a su vez, encriptó en cinco o seis líneas compactas la evolución del mundo y de la vida: se puede decir que nos quería transmitir con contrabando. Pues bien, el canónigo Piarres Lafitte amasó tres veces este episodio venenoso y trató de neutralizarlo --incluso más tarde del fallecimiento de Etxepare -, sabiendo que Haeckel estaba cucharado entre las líneas de Etxepare.
En mi opinión, el episodio es inexplicable: por un lado, el médico de Alduce intenta agujerear el muro de Arbelbide y, por otro, el canónigo Piarres Lafitte encerrando inmediatamente las grietas y grietas. Es decir, en términos generales, el colectivo de "médicos" con la intención de introducir un cierto aire darwinista, frente al colectivo de "sacerdotes" que retiene la ortodoxia tieso de Lotilandia. A un lado se pueden citar muchos nombres, como el ingeniero agrónomo Bizente Aizpuru o el médico y escritor de Larreko Fermin Irigarai, y en el otro --el farmacéutico y jesuita José Antonio Laburu Olaskoaga o el patriarca de la cultura vasca Jose Migel Barandiaran -, pero sería demasiado largo el comienzo de la definición.
Afortunadamente, XX. La situación para el último cuarto del siglo se ha ido modificando. Yo, como hito, menciono el poema Hidrógeno omnipotente de Xabier Amuriza, publicado en 1977, en el que descubrí que la cosmogonía bíblica tradicional, por primera vez, se ha convertido en un todo evolucionista. Al principio era hidrógeno, y el principio era hidrógeno, y...