El hallazgo ha sido publicado en la revista Nature Geoscience por el geólogo Simon Kattenhorn de la Universidad de Idaho y la investigadora Louise Prockter de la universidad John Hopkins de Maryland.
Los científicos han utilizado las fotografías obtenidas por la nave espacial Galileo de la NASA entre 1995 y 2003 para llevar a cabo la investigación. En concreto, se ha investigado una zona de 134.000 kilómetros cuadrados con fotografías en alta definición de la zona.
Las imágenes se han montado como un puzzle geológico gigante y se han colocado una tras otra. Así, se han analizado las variaciones que han experimentado a lo largo de los años las características geológicas de la superficie que se han ido fragmentando y separando como consecuencia del movimiento.
“Cuando pusimos todas las piezas juntas nos dimos cuenta de que en esa reconstrucción había un gran agujero, un espacio en blanco”, explica el investigador Kattenhorn, en el servicio de noticias de la revista Nature. “Pensamos que la parte que falta ha sido absorbida hacia abajo hacia el interior de la luna”.
Los investigadores Kattenhorn y Prockter han concluido que la estructura de la luna Europa se basa en el sistema de placas tectónicas. Una capa de hielo de pocos kilómetros de espesor se mueve sobre otra capa de hielo más caliente y resbaladizo. El hielo de esta primera capa que se hunde se va fundiendo y se añade al hielo subyacente.
Los científicos creen que la luna Europa tiene un océano bajo el hielo, y que estos movimientos tectónicos podrían comunicar la superficie de la luna con el océano subyacente, es decir, los elementos superficiales y subterráneos se desplazarían de un lado a otro.
Algunos investigadores ya han empezado a pensar que el movimiento de las placas tectónicas puede hacer que la presencia de seres vivos simples en la luna de hielo sea más viable de lo esperado.