1. ¿Estás seguro de tus creencias?

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Muchas veces para dar por buena la información que tenemos entre manos basta con escuchar por boca de otro un razonamiento acorde con la propia opinión, pero es muy importante conocer opiniones y razonamientos que no coinciden con nuestra opinión.

Un pensador crítico cuestiona sus opiniones sobre un tema, tiene en cuenta otras opiniones y trata de comprender sus razonamientos. Es decir, es capaz de argumentar las propias ideas y actitudes antes de evaluar los argumentos de los demás. Además, cuando considera que su opinión es buena, es capaz de dar y defender con respeto su argumentación y promueve un debate rico y sustancioso.

Para participar en un debate es muy importante saber argumentar, es decir, desde un punto de vista, expresar su opinión a través de argumentos razonados; y aprender a argumentar es el punto de partida perfecto para desarrollar habilidades de pensamiento crítico como planteamientos claros, identificar enfoques ambiguos, evaluar argumentos, etc. El debate, por tanto, fomenta el aprendizaje y desarrolla la empatía y las habilidades comunicativas, contribuyendo en definitiva al desarrollo del pensamiento crítico.

En contra de todo lo expuesto anteriormente, una persona sin pensamiento crítico defiende sus opiniones con vehemencia e intenta anular los argumentos del otro menospreciando sus razonamientos y, en el peor de los casos, utilizando el argumento “ad hominem”. Quien utiliza la falacia conocida como “argumentum ad hominem” no presenta las razones apropiadas, sino que rechaza a la persona que defiende una afirmación, o ataca a ella por sus características o ideas, tratando de negar la credibilidad de la afirmación.

Muchos de los debates políticos que se pueden ver en la televisión son una muestra de ello: los tertulianos que quieren expresar sus razones gritando y despreciando los argumentos de los demás utilizan a menudo el argumento "ad hominem" para hacer frente a las opiniones del partido contrario, sin crítica alguna a sus propias argumentaciones, sin objetividad, y todas ellas marcadas por las tendencias ideológicas de los ponentes.

La diputada del PP, Celia Villalobos, por ejemplo, habló de los diputados de Podemos y de su aspecto, ya que se alejaban del traje de traje y corbata que hasta entonces era habitual en el Congreso de los Diputados. En concreto, dijo al diputado Alberto Rodríguez Rodríguez: “a mí me da igual llevar rastas, pero que lleve limpios para no contagiarme”. Con estas declaraciones en televisión, Villalobos, en lugar de criticar con argumentos las opiniones del diputado de Podemos, trató de despreciar su apariencia.

Pero no sólo se ven en la tele. En nuestro día a día también es habitual, por ejemplo, utilizar la palabra “feminazi” para argumentar contra el movimiento feminista. De este modo, en lugar de expresar con respeto las razones por las que se oponen a las reivindicaciones y opiniones de las feministas, se agrede intentando condenar a las personas que están a su favor. Es decir, una feminista se asimila a un nazis, tratando de difamar al individuo (feminista) y al movimiento (feminismo).

Un pensador crítico, por tanto, debe saber escuchar y analizar los argumentos de los demás sobre una información y, para defender su opinión, aportará argumentos basados en evidencias, manteniendo siempre el respeto al otro y expresando lo que se quiere decir con la mayor claridad posible (ajustándose al nivel del diálogo).

 

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