Libros electrónicos y DRM: repitiendo errores de las industrias de la música y el vídeo

Leturia Azkarate, Igor

Informatikaria eta ikertzailea

Elhuyar Hizkuntza eta Teknologia

El pasado mes de septiembre os hablamos de los sistemas DRM (Digital Rights Management), que se han utilizado para evitar copias de canciones y películas en formato digital. Entonces decíamos que en esos soportes el DRM estaba muerto, pero se estaba dando los primeros pasos para el mundo digital, que igual se resucitaría en la industria del libro. En poco más de medio año, muchos agentes (librerías online, editoriales o fabricantes de hardware, tanto de Euskal Herria como de fuera) se han incorporado al negocio de los libros digitales y se ha aclarado el panorama: la industria de libros digitales ha apostado por el DRM.
Libros electrónicos y DRM: repitiendo errores de las industrias de la música y el vídeo
01/03/2010 | Leturia Azkarate, Igor | Informático e investigador
(Foto: © iStockphoto.com/Claudio Bravo)

Como si se hubieran pasado 10 años inútiles, la industria de los libros está repitiendo los mismos errores que los de la música y el vídeo con los sistemas DRM. Y es que, como decíamos el pasado mes de septiembre, estos sistemas tienen dos grandes problemas: por un lado, generan muchos problemas a los usuarios y, en lugar de animarles a comprar discos, películas o libros, les llevan a conseguirlos por redes P2P y otras vías similares; por otro, estos sistemas son inútiles y siempre habrá alguien que logre superar el respaldo.

Limitaciones y problemas para los usuarios

Los sistemas DRM que se instalan en los libros digitales consisten, en primer lugar, en el registro del vendedor de los dispositivos utilizados para la lectura de libros digitales (libro electrónico, ordenador, teléfono móvil...), con un número máximo, en la instalación de un software específico que asegure la adquisición legal de los libros, y en la adquisición y descarga de un libro digital, que viene encriptado y sólo puede leerse en dichos dispositivos registrados. En definitiva, no se compra el libro, sino la licencia para leer el libro en determinadas condiciones, como con el software. Y muchos de los derechos que teníamos con los libros de papel y que nos garantizaba la ley se nos han reducido: lo único que podemos hacer es que nosotros los veamos en nuestros dispositivos, y no podemos dejar libros a familiares o amigos, o tomarlos en préstamo desde las bibliotecas... El control es totalmente orwell.

El hecho de querer realizar un control tan estricto genera, además, muchos inconvenientes. Por ejemplo, los software para la lectura de algunos sistemas DRM sólo sirven para determinados dispositivos o sistemas operativos. Por otro lado, al cambiar un ordenador, teléfono o libro electrónico, este cambio debe registrarse en las tiendas en las que hemos adquirido los libros y se deben descargar de nuevo los libros que se podrán leer en este nuevo dispositivo, pero para que el cambio de dispositivo sea aceptado hay que pasar un tiempo y, en algunos casos, el máximo de descargas puede sobrepasarse si cambiamos mucho el dispositivo.

Finalmente, con todos los problemas que generan, inducen a los usuarios a buscar libros en la red de forma gratuita, consiguiendo el efecto contrario de lo que se pretendía, evitar la piratería.

Todo en vano

Además, antes o después, los usuarios consiguen craquear o eliminar todos los sistemas DRM. Así ocurrió con los sistemas para evitar copias de música y películas, y así está sucediendo con los de los libros. Los sistemas DRM de Amazon y Barnes Noble están ya destruidos. Por otra parte, los libros también tienen un agujero analógico, nada puede evitar escanear un libro por páginas y escanear OCR (pasar un reconocedor de caracteres para convertir la imagen en texto). Así, redes como eMule están llenas de libros digitales comerciales.

Apple ha aparecido recientemente en el escenario de los libros electrónicos con su iPad, un dispositivo básicamente similar al de los lectores de libros electrónicos, cuya característica más destacable es su pantalla táctil a color, por lo que ha sido presentado como más apropiado para la lectura de periódicos y revistas con fotografías. La esperanza de los periódicos es que el iPad se convierta en un negocio en declive en el papel, al igual que antes el binomio iPod-iTunes recibió el de la música; sólo en este contexto se puede entender la acogida desproporcionada de los medios a este dispositivo poco innovador. Y es sabido que Apple no tiene ningún inconveniente en inclinarse por las industrias de contenidos y llenar sus dispositivos de DRM.

Sin embargo, este modelo que plantean editoriales, comercios y fabricantes de hardware no tiene futuro. Falló en la industria de la música y el vídeo, y así lo hará también en el libro. A pesar de que todo esto ha comenzado, y por el momento la apuesta por el DRM es mayoritaria, ya han empezado a aparecer otros movimientos. Por ejemplo, los lectores Sony Reader y sus tiendas online, que al principio utilizaban el DRM de Adobe, ya lo han quitado. Además, muchas tiendas y pequeñas editoriales venden libros sin DRM. El resto intentará mantener la situación, pero la desaparición del DRM es sólo una cuestión de tiempo.

Leturia Azkarate, Igor
Servicios
262
2010
Servicios
018
Software; Hardware
Mundo digital
Servicios
Babesleak
Eusko Jaurlaritzako Industria, Merkataritza eta Turismo Saila