Son las personas que me han emocionado las que han hecho algo y que han sido perseguidas, juzgadas o castigadas. Por ejemplo, Giordano Bruno. El día anterior leí una especie de poema que escribió a los jueces y allí les decía “Vosotros me juzgáis, pero vosotros estáis mal, yo estoy muy tranquila”. Y le precedió Sócrates. ¿Qué delito cometió? Hacía pensar a los alumnos y por eso le acusaron de llevar a los jóvenes a la perdición. Entonces, quizás yo también llevo a mis alumnos a perder, porque yo también lo busco, para que los alumnos piensen por sí mismos.
Luego a Giordano Bruno le pasó lo mismo. Aunque fue juzgado y condenado al fuego, él estaba tranquilo porque sabía que era correcto. Y en el caso de Galileo, igual: defiende una idea con argumentos, y entonces llega la autoridad dogmática, que también la condenan.
Eso sucede con el mando, que es dogmático y que no quiere que la gente piense. Y es el principio que me ha guiado: “bien, dicen que eso es así, pero yo tengo que pensar”. En ello muchas veces sufres porque tienes que reconocer que las cosas no son como creías al principio. Por ejemplo, cuando conocí la energía nuclear, me pareció que podía ser la energía del futuro, y luego pensé en los cambios.
De hecho, por un lado está el poder, y su objetivo es tener a la gente controlada, y por otro lado está el trabajo del buscador, del investigador o del pensador. Este último cuestiona lo que dice el poder, el dogma, y por supuesto, eso es peligroso. Y esto está relacionado con la relación entre ciencia y sociedad. Y eso me preocupa, porque la ciencia no es ni buena ni mala. La ciencia es la curiosidad, el deseo de comprender cómo es el mundo. Pero la influencia no es aséptica, porque el poder puede utilizarla para una cosa o para la otra. Ese es el problema. Si eres científico, buscas la verdad, pero como parte de la sociedad tienes que adoptar una actitud, elegir el uso.
La verdad es que yo no estoy esperando nada. A la vista de la historia te das cuenta de que hay pequeñas revoluciones pero que la sociedad evoluciona lentamente. Los revolucionarios mencionados anteriormente fueron perdedores, pero ellos sabían que tenían razón. Galileo dijo “e pur si muove”! Y luego la historia ha demostrado que tenía razón. Y eso es eternio. Por lo tanto, no debemos esperar nada mientras estamos vivos. Una vez aceptado, vive tranquilo. En mi historia personal, por ejemplo, con el euskera, siempre ha sido así: cuando éramos jóvenes decíamos “lo imposible hecho con acción”, y el tiempo nos ha dado la razón. Y entre ciencia y poder siempre habrá esa incomodidad.