Mattin Aiestaran de la Sotilla (Tolosa, 1991), director de la excavación de Irulegi, responde en el mismo yacimiento a las perdidas, a un par de metros de la mano de bronce. También la voluntaria de Aranzadi, Leire Malkorra Renobales, que arrancó la pieza, trabaja allí junto a otros compañeros. La mano ha sido el tema central de las respuestas de Aiestaran, y hay un dato significativo: a menudo ha respondido en primera persona, pero en plural.
Lo primero que hay que decir es que mi trayectoria en arqueología no es muy larga, afortunadamente todavía queda mucho por hacer. Sin embargo, el descubrimiento de la mano ha venido cuando ya teníamos un poco de trabajo, y sobre todo me ha pillado bien. La experiencia que no tenemos por edad nos la da el grupo. Muchas veces me han preguntado si no me siento muy preocupado por llevar un proyecto de este tipo, pero al fin y al cabo esa responsabilidad se reparte entre todos los profesores, tutores, amigos, compañeros... que tengo a mi alrededor.
Además del descubrimiento, para mí ha sido impresionante poder trabajar con los lingüistas de primer nivel Joakin Gorrotxategi y Javier Velaza. Lo que pasa es que los demás no sabían nada porque había que guardarlo en secreto, y paralelamente trabajaba con estos expertos. Nunca pensé en colaborar con ellos, con total discreción y confianza. Sobre todo, cuando dialogaban entre ambos, estaba con la boca abierta, absorbiendo todo. Además, como nosotros no somos lingüistas, intentaban dar explicaciones adaptadas, eso sí que ha sido un verdadero máster en mi carrera académica y profesional.
De lo contrario, arqueológicamente y lingüísticamente, sí ha habido una revolución que no esperábamos y que tampoco esperaban. Y es que hasta ahora los vascones creían que habían escrito algo sólo en monedas, pero muy poco y mal, tal vez tomando algunas letras de los ibéricos y celtíberos e imitándolas, pero sin saber qué estaban escribiendo. La mano ha revolucionado todo esto: hemos visto que aquel pueblo supuestamente no alfabetizado estaba alfabetizado y, además, dominaba el ibérico porque lo habían adaptado.
Iberiera tiene unos 2.500 escritos, celtiberes unos 200, vascón de momento uno. Y no es poco, porque hasta ahora pensábamos que no podía haber. La mano, aunque no estuviera escrita, es una pieza especial por el simbolismo y donde ha aparecido... De hecho, contiene dos temas immateriales muy difíciles de investigar desde la arqueología. Precisamente nosotros, en arqueología, trabajamos con vestigios materiales y tenemos bastantes fortalezas sobre arquitectura, artesanía, dieta, estilo de vida... Pero la organización política, la religión, la lengua... todo eso es inmaterial.
Sin embargo, me gustaría llegar a saber más. Descifrar es muy difícil y, desde luego, todos nos gustaría que aparecieran más escritos y que se aclarara su significado. Pero viendo que el ibérico tiene unos 2.500 escritos, y que en la Italia actual también hay lenguas fragmentarias, algunas con 11.000 muestras, que no son capaces de descifrar... Nosotros solo tenemos una, y no hemos comparado con qué. Podemos compararlo con los nombres de dioses y personas que aparecen dos siglos después entre el latín; luego, XV. Con esos viejos textos del siglo XX... pero ahí han pasado miles de años. El ibérico, luego el latín, las lenguas germánicas, el árabe, hoy le está afectando el inglés…
Y esa es la cuestión: ¿cómo se ha mantenido esta lengua? Tal vez la lengua escrita en la mano sea posterior a aquella, o la lengua de los escritos encontrados posteriormente en Aquitania; no se sabe. Pero ha durado. Y, en cambio, otros que estaban más fuertes no. ¿Por qué es eso? ¿Cuál es la explicación? Eso es lo que me gustaría saber: ¿por qué el euskera ha perdurado hasta hoy?