Cuando llegó a Hollywood, Hady Lamarr fue promocionada como la “mujer más bella del mundo” y rodó y rodó. En los tiempos en los que no se rodaba, se dedicaba de lleno a la oficina de su casa, entre papel y maquetas. Quería crear un nuevo sistema de comunicaciones inalámbricas. Su objetivo era ayudar a los aliados a enfrentarse a los nazis. Los odiaba. Desgraciadamente los conocía bien.
Hedy Lamarr era austriaco, nacido en Viena en 1914, en una familia de origen judío. Hedwig Eva era entonces Maria Kiesler. Pronto se dieron cuenta de que tenía una inteligencia extraordinaria. Empezó a estudiar ingeniería pero los abandonó porque soñaba con ser actor.
Con su quinta película fue famosa en 1932. Ekstase levantó polvos, sobre todo por una escena: Primer plano del rostro de Hedwig representando un orgasmo. Se consideró escandaloso y se prohibió en muchos lugares.
Hedwig tenía hasta 19 años y su padre intentó entrar directamente en el camino. Obligó a casarse con Fritz Mandl. Mandl era dueño de una fábrica de armas, uno de los hombres más ricos de Austria, celoso y autoritario. Le prohibió hacer cine y estaba completamente controlado. No le faltaba lujo, pero era una cárcel de oro para Hedwig. Aprovechó la época para profundizar en los estudios de ingeniería.
Su marido le obligaba a estar a su lado en todos los actos sociales, incluso en las reuniones de trabajo. Y en esas reuniones aprendió mucho sobre la tecnología militar puntera. En las magníficas fiestas que su marido organizaba en su casa conoció a Mussolini y a Hitler. El último era un hombre muy agradable, como Hedwig reconocía, aunque él no podía soportarlo. No podía soportar todo aquel mundo. Y decidió huir.
Cogió todas las joyas y se escapó a París sin otro equipaje con ropa que llevaba. Durante los días persiguió a su marido, pero logró llegar a Londres. Allí se entera de que el jefe de Metro Goldwyn Mayer estaba buscando al actor Louis Mayer y se presenta a sí mismo. Pero él no le dio buen trato. Posteriormente, Hedwig descubrió que Mayer iba a regresar a Estados Unidos y se embarcó en el mismo barco. Cuando llegó a Estados Unidos tenía un buen contrato acordado. A cambio, Mayer le pidió que cambiara de nombre para que no se uniera a Ekstas. Fue elegido Hedy Lamarr.
Con su belleza y su glamour, pronto se convirtió en una estrella de Hollywood. “Cualquier mujer puede tener glamour —decía—, basta con estar quieta y fingir tontería”. A pesar de ser ingenioso en apariencias, tenía poco por el tunte. Y en el tiempo libre empezó a hacer inventos. Entre otras cosas, inventó un mejor semáforo y una píldora para hacer refrescos en casa, sin grandes éxitos.
Mientras tanto, los nazis estaban tomando fuerza en Europa. Y cuando los barcos cargados de civiles empezaron a atacar, Lamar decidió hacer algo. Se ofreció a trabajar en el Consejo Nacional de Inventores, pero se le respondió que era mejor que su fama y belleza fuera para vender bonos de guerra.
Así fue, pero no cesó. Por su cuenta decidió mejorar las comunicaciones por radio. Además de ser un importante medio de comunicación de la radio, se estaban desarrollando sistemas de control remoto de armas. Sin embargo, la comunicación por radio tenía un problema: no era segura. Era relativamente fácil detectar la ubicación del emisor o provocar interferencias.
Lamar tuvo una gran idea para solucionarlo: dividir los mensajes en pequeñas partes y enviarlos alternando las diferentes frecuencias. Para rotar las frecuencias se utilizaría un modelo irregular cuyo código sólo podía descifrar el mensaje. Los emisores y receptores estarían sincronizados y, de acuerdo con este código, saltarían simultáneamente de una frecuencia a otra.
Lamar no tenía problemas para desarrollar al emisor y al receptor, pero no sabía cómo sincronizar ambos. Entonces, con suerte, en una cena conoció a George Antheil, que escribía música para películas. Quedaron fascinados. No se trataba de conversaciones tan inteligentes con cualquiera.
Años antes, el Ballet Mécanique, estrenado por Antheil en París, fue un espectáculo escandaloso. Era una orquesta especial: dos pianos, 16 pianolas sincronizadas, tres xilófonos, siete campanas eléctricas, tres hélices de avión y una sirena. El público, enfadado por la ira, acabó lanzando butacas. Al año lo intentó en Nueva York, pero allí también fracasó. A partir de entonces decidió dedicarse a escribir bandas sonoras.
Pero lo cierto es que Antheil fue capaz de sincronizar 16 pianolas. Y eso era precisamente lo que necesitaba el invento de Lamar. Trabajaron duro juntos durante varios meses y en junio de 1941 solicitaron patentar su “Sistema de comunicación secreto”.
Con la tecnología de la época era difícil llevar adelante aquel invento. Sin embargo, en 1957 unos ingenieros estadounidenses desarrollaron el sistema Lamarren y Antheil. Y tres años después de la extinción de la patente el Gobierno empezó a utilizarla. Hoy en día, muchas de las comunicaciones inalámbricas que se utilizan tanto en el ámbito militar como en el civil, como el wifi y el bluetooth, siguen estando basados en este sistema.
“Si se utiliza en todo el mundo, ¿por qué no he recibido ninguna carta?”, señalaba Lamar. Mientras actuó en Metro Goldwin Mayer, se escondió a aquella faceta de inventor en la convicción de que podía perjudicar su imagen divina. Nadie relacionaba su nombre con ningún invento.
En total participaron 30 películas. Se casó seis veces y se repartió seis veces. “Tengo que dejar de casarme con hombres que se sienten menos que yo”, afirmó.
Los últimos años no fueron dulces. Tomaba demasiadas pastillas y, cegado de la cirugía estética, deformó la cara. También sufrió problemas de cleptomanía, atrapada en pequeños robos. Finalmente se encerró en la casa de Miami.
Tres años antes de su muerte, en 1997, fue galardonado con el Pioner Award. Cuando le informaron, respondió con acierto: “era hora”.
TUSQUETS, E.; FROUCHTMANN, S. (2015): “Hedy Lamarr, la inventora que fue estrella en Hollywood”. El País.
MORRÓN, L. (2015): “Hedy Lamarr, la inventora”. Los Mundos de Brana
NPR (2011): 'Most Beautiful Woman' By Day, Inventor By Night'.