"Nadie ha encontrado nunca una anguila madura, nadie ha visto los testículos de la anguila, a pesar de los intentos incontables realizados a lo largo de los siglos", escribió Sigmund Freud en la introducción del primer artículo científico publicado en 1877, a los 21 años de edad.
Dos años antes, en el verano de 1875, pasó una semana en el laboratorio de zoología de la Universidad de Viena. Carl Claus era el director del laboratorio, un prestigioso anatomista y uno de los grandes difusores de las ideas de Darwin. Claus llegó a la Universidad de Viena para modernizar el Departamento de Zoología y, entre otras cosas, obtuvo dinero para instalar una estación de biología marina en Trieste, en el Imperio Austria-Hungría. Esta iniciativa incluía becas para que los mejores estudiantes realizaran trabajos de investigación. Freud fue la primera opción de Claus.
Llegó a Trieste en marzo de 1876. Para entonces ya sabía cuál era su proyecto: encontrar testículos de anguilas nunca vistas. Freud pasó horas y horas entre las mucosas y los olores de las anguilas, haciendo disecciones y analizando las muestras al microscopio. Diseccionó cientos de anguilas. "Como Ainhoa no escribe un diario --le escribió un amigo, la única manera de saber el género es abrirlo y tomar muestras. Pero en vano todas las anguilas que he abierto son hembras". Sí, en vano fueron todos los esfuerzos de Freud. No encontró testículo de anguila. La carrera de Freud comenzó con una frustración.
Como decía Freud en la introducción de su artículo, el misterio del sexo de las anguilas era antiguo. Muy antiguo. A Aristóteles también le sorprendió que nunca encontrara huevos ni esperma en las anguilas. Así lo cuenta en su libro Historia animalium: "Nunca se ha capturado ninguna anguila que contenga líquido seminal o huevo y, abierta por la mitad, no tiene en su interior ningún tubo seminal ni uterino. De todos los animales de sangre, ésta no es la única especie que se produce ni desde la reproducción ni desde los huevos. Esto es evidente, ya que en algunas charcas de las marismas, una vez vaciados totalmente y extraídos los lodos, vuelven a salir tras la lluvia... Nacen de las llamadas "vísceras de la tierra", pequeños animales que se forman en limo con creación propia...".
Aristóteles acertó en una cosa: se dio cuenta de que las angulas eran anguilas jóvenes y observó que también aparecían en el mar. Pero para demostrar que el resto estaba equivocado se necesitaban muchos siglos.
XVII. A mediados del siglo XX, el Rey italiano, observando que la anguila adulta se desplazaba hacia el mar y que los jóvenes subían por el río, propuso que la reproducción de las anguilas se producía en el mar.
En la época freudiana no sabían mucho más sobre el ciclo de vida de las anguilas. Y Freud tampoco pudo aportar mucho. Pero una década más tarde, de la mano del zoólogo francés Yves Delage, iba a venir otra pista.
Delage miraba a otros peces curiosos. En un acuario había varios ejemplares de Leptocephalus brevirostris atrapados en el mar. Tenían unos ocho centímetros, forma de hoja y cuerpo totalmente transparente; en el agua apenas se veían pares de ojos que caminaban de un lado a otro. Pero al cabo de unos días su aspecto fue cambiando y… ¡se convirtieron en angulas! ¡Aquellos peces curiosos eran las larvas de las anguilas!
El joven biólogo danés Johannes Schmidt lo había aprendido bien cuando, en la primavera de 1904, encontró una especie al oeste de las islas Feroe. Pero quedó sorprendido: ¿era posible que las anguilas que vivían en los ríos de Dinamarca, tan lejos, en medio del Atlántico, nacieran?
Un año antes Schmidt se casó con la hija del dueño de la fábrica de cerveza Carlsberg y participaba en las expediciones oceanográficas financiadas por la fábrica de cervezas. A partir de 1904, Schmidt iba a realizar otras expediciones por detrás de las larvas de anguila. Y vio que cuanto más se adentraba en el Atlántico, más pequeñas eran las larvas que se capturaban. Al final, a los 18 años, terminó en el mar de los Sargazos. Allí atropelló a los más pequeños de la antigüedad.
Llegó a la conclusión de que las anguilas ponían en la zona. Sin embargo, no pudo observar ni la reproducción ni la puesta. Todavía no lo ha observado nadie.
"Entre las especies de peces no se conocen otros casos en los que se necesita un cuarto de circunferencia del planeta para completar su ciclo de vida", escribió Schmidt en 1923. Con datos recopilados en casi 20 años, Schmidt concluyó que las larvas de 10 mm del Mar de los Sargazos atraviesan el Atlántico en la corriente del Golfo y llegan casi tres años después a las costas europeas, con 75-90 mm, para convertirse en angulas y ascender en los ríos. Y que, a su vez, los adultos realizan este viaje de más de 5.000 kilómetros para regresar al mar de los Sargazos.
Posteriormente se ha descubierto que el cuerpo de la anguila sufre importantes cambios para realizar este viaje. Por ejemplo, los ojos se elevan y los lados del cuerpo adquieren un color plata (mucho más apropiado para camuflarse en el mar). Además, nada más entrar en el mar se les atrofia completamente el aparato digestivo, por lo que no pueden alimentarse durante todo el viaje. Por otro lado, durante el viaje se desarrollan los órganos sexuales. No es de extrañar, por tanto, que Freud no haya encontrado testículos de las anguilas.