En el número de septiembre de 2012 se publicó un artículo "mugalari" en la revista Elhuyar. Digo "limitante" porque el tema del artículo atravesaba las fronteras de ciertos ámbitos de conocimiento: religión, anatomía humana, traducción, mitología... El tema del artículo fue analizar cómo una carencia del hombre, una característica anatómica muy extendida entre los mamíferos, la falta de hueso del pene, podría explicarse. En el lenguaje técnico de la anatomía, el hueso del pene se denomina latín os penis o baculum (el palo deriva de la misma palabra latina).
En la explicación mitológica del porqué de esta carencia se requería la intervención de Dios. Me pareció interesante analizar el tema desde el punto de vista científico. Pero en este caso, cuando Napoleón preguntó a Laplace cómo lo hizo en el gran libro Traité de Mécanique Céleste para explicar el funcionamiento del universo sin mencionar nunca al Creador, voy a traer la respuesta de Laplace a Napoleón: Je n'avais pas besoin de cette hypothèse-là ("No necesité esta hipótesis"). Es decir, yo tampoco necesitaré a Dios para explicar científicamente la falta de hueso del pene. Eso sí, necesitaré atravesar ciertas limitaciones, como salir del campo de la biología molecular y entrar en el amplio campo de la teoría de la evolución. Por lo tanto, este artículo también será necesariamente "limitativo".
En la pregunta del título de este artículo ("cuáles..?") como implícitamente se menciona a una persona, después de haber mencionado que no tendré necesidad de Dios para la explicación, creo que ha llegado el momento de reescribir la pregunta, porque científicamente será más correcto preguntar: Entonces, ¿qué provocó la pérdida del hueso del pene? Por lo que sabemos en enero de 2013, probablemente porque con certeza absoluta en la ciencia apenas se puede saber nada, la respuesta es tan exacta como seca: los delitos de una de las secuencias de intensificadores que se encuentran junto al gen del receptor de andrógenos y que se han conservado muy bien durante la evolución. En el ámbito de la genética, la pérdida de material genético se conoce como delezio. Recientemente (marzo de 2011) se ha publicado que desde que la tribu Hominini se separó de la tribu Panini (chimpancés), se han producido 510 delitos o pérdidas de secuencia a lo largo de la ruta evolutiva que nos ha llevado al ser humano. Una de las partes del cromosoma perdidas llevaba la orden de formar el hueso del pene en un momento dado del desarrollo embrionario. ¿Por qué no tenemos espinas de pene? La respuesta sintética es que en algún momento se produjo un delito. Una vez aclarado cuál puede ser la razón concreta, parece que el tema estaría agotado, pero como estar preguntando constantemente por el porqué es la forma en la que la ciencia avanza, el núcleo de este artículo será tratar de responder a la siguiente pregunta profunda y gruesa.
¿Cómo se puede explicar, pues, que a lo largo de la evolución sea un hombre sin espinas? ¿Qué ventaja habría de tener? En la última figura se puede observar que morfológicamente el hueso del pene es muy plástico, con una gran riqueza de aspecto. Esa riqueza nos indicaría, desde el punto de vista reproductivo, que el hueso del pene cumple una función muy importante, que en esta pequeña parte de su anatomía el macho juega mucho... Ante este polimorfismo, parece más urgente, por tanto, dar una explicación adecuada y convincente a la elección de un hombre sin espinas de pene.
La elección de un hombre sin espinas de pene no ha sido una labor de selección natural, ya que esta característica anatómica no aporta en principio ninguna ventaja en la lucha por la vida. El avance de este tipo de hombres a lo largo de la evolución se debe a la selección sexual, es decir, aunque parezca sorprendente, el pene deshuesado ha aumentado el éxito reproductivo del hombre, ayudándole a triunfar en la lucha por la reproducción. No es evidente, para la mayoría, cómo y por qué.
La selección sexual es una competición intraespecífica --es decir, una competición entre individuos de la misma especie (en nuestro caso animales) para tener opción de reproducción, en la que de una u otra manera participan ambos sexos. La selección puede ser intrasexual, es decir, que la selección se produzca como consecuencia de la competencia entre unidades del mismo sexo, aunque normalmente. La competición puede consistir en una cúpula previa (peleas entre machos adultos) o postcúpula (competición entre esperas). Por otro lado, la selección puede ser también intersexual, es decir, un sexo puede elegir entre los números del otro sexo. Nadie se sorprenderá si lee que el sexo más selector es el más perjudicado en caso de mala elección. Normalmente las hembras son selectoras estrictas y los machos, seleccionados. También en este caso, la selección puede producirse antes de la copulación, por ejemplo en la elección de pareja, conocida como selección clásica de la hembra. Y puede suceder después de copular. En los animales que se reproducen por fecundación interna, la selección intersexual que se produce dentro del cuerpo de la hembra se denomina selección críptica de la hembra, ya que el macho no sabe cómo actúa (elige o rechaza) con sus espermas.
Analicemos en cuál de estos cuatro casos de la selección sexual hubiera sido una ventaja la pérdida del hueso del pene, esperando encontrar así el motivo de la elección de un hombre sin espinas. En las competiciones intrasexuales, es decir, en las competiciones con otros hombres, no parece que la pérdida del hueso del pene ofrezca ninguna ventaja, ni en las competiciones prenatales ni en las posteriores. También desde el punto de vista de la selección clásica de la hembra, no se aprecia ninguna ventaja en la pérdida del hueso del pene; en este último caso, parece que a la contraria se le puede encontrar una explicación más sencilla. Por tanto, sólo en el campo de la selección críptica de la hembra podremos buscar y encontrar la explicación.
En los animales que se reproducen sexualmente, es imposible evitar la aparición de conflictos entre los intereses de ambos sexos, ya que las inversiones energéticas de ambos sexos son muy diferentes en los asuntos reproductivos. Como consecuencia de estos conflictos, muchas de las características biológicas han cambiado en la evolución de nuestra especie. Sin embargo, la colaboración entre ambas parejas, al menos en cierta medida, es imprescindible. En cualquier caso, la colaboración entre ambos sexos se materializará en el avance del producto reproductivo, es decir, en el cuidado y reproducción de las crías.
Una de las características más características de nuestra especie es el tamaño de nuestro cerebro, con un peso aproximado de 1,5 kg, entre 3 y 4 veces mayor que el de nuestro pariente filogenético más cercano, el del chimpancé. La aparición del género Homo nos indica que hace unos 2 millones de años se produjo algo que supuso un aumento del tamaño de nuestro cerebro. Podría deberse a uno de los 510 delitos mencionados al inicio de este trabajo, ya que una delincuencia puede ocasionar la pérdida de una estructura (el hueso del pene) y la ampliación de una estructura por otra. La pérdida del GADD45G está relacionada con el aumento de determinados lugares específicos del cerebro humano, aunque todavía no sabemos si existe relación causa-efecto entre ambos factores.
Al nacer, el tamaño del cerebro de un ser humano sólo representa el 30% de su tamaño cuando alcanza su madurez. El cerebro del chimpancé recién nacido es el 40% del tamaño del cerebro del grano adulto al nacer. En cuanto al desarrollo del cerebro, dado que nuestros hijos nacen más "inmaduros" que los de los chimpancés, las necesidades de cuidado postparto pasaron a ser mucho mayores. A partir del momento en que el cerebro comenzó a crecer de forma acelerada en la evolución humana, los intereses reproductivos de la mujer cambiaron considerablemente. A partir de entonces, el objetivo de la mujer no era otro que copular con un alfa macho impregnado de testosterona en la mezquita de los buenos genes, sino que su principal fruto reproductivo sería encontrar a un hombre más feminizado, que también realizara las tareas que le corresponderían a una hembra, y que, en lo que respecta al crecimiento del niño, además de contribuir, asumiera esta tarea. Para lograr este objetivo estratégico fue necesario que se produjeran algunos cambios anatómicos, fisiológicos y etológicos en la mujer.
Además del gran tamaño del cerebro, entre los primates hay una característica totalmente inusual y propia: la ovulación críptica de la mujer, es decir, que la mujer no refleje ninguna señal visible de la fecha en que es fértil. Con esta estrategia reproductiva de la mujer, el hombre que cuidaba y alimentaba a su pareja de madres -- niños nunca podía estar seguro de que el niño que estaba cuidando era realmente suyo, ya que no sabía si la mujer con la que se reproducía pudo o no tener sexo. Más aún, para aumentar la variabilidad genética y reducir al mínimo los efectos perniciosos de la consanguinidad, como ocurre en nuestros parientes más cercanos, los bonobos, cuando la estrategia recompensada evolutivamente en los animales que habitan en pequeños grupos es la poliginandría --poligamia reducida-.
La salud es una característica de ser buenos genes, que significa que tenemos una gran capacidad de avanzar en las condiciones en las que vivimos. Así, con la esperanza de tener hijos sanos, en primer lugar, la mujer buscaba pareja sana para mantener relaciones sexuales. Como el pene sin huesos se basa en un sistema hidráulico de bombeo, el fallo en la tentación del pene es una señal o aviso muy sensible, honesto y precoz que indica a la mujer que el hombre padece alguna enfermedad física o mental. En el perfil de Facebook podemos mentir. En eso no. No hay que decirlo, con la intención directa de encontrar un hombre sano que viviera lo suficiente como para cuidar de su hijo, indirectamente y de manera inconsciente, la mujer realizó una selección sexual que permitió a los vendedores de Viagra hacer negocio.
En este viaje evolutivo hasta el pene sin huesos del hombre, seguro que la mujer, nuestra diosa, ha sido el viento que ha mantenido las velas constantemente hinchadas.