Los principales GEI son el CO2, el CH4 y el N2O, todos ellos generados en la producción de productos ganaderos. Sin embargo, hablamos en gran medida del CO2, concretamente de los equivalentes de CO2 (CO2 eq), que es lo que permite considerar los tres gases en un solo término. Si bien todo se expresa en equivalentes de CO2, se puede hacer una distinción principal según el origen de los GEI, donde se diferencian los gases biogénicos y los antropogénicos. El CO2 de la respiración animada y el CH4 producido en la digestión de los rumiantes son gases biogénicos que contienen carbono de ciclo corto (Figura 1). A diferencia de los gases antropogénicos producidos en el transporte y la industria, éstos no quedan almacenados en la atmósfera durante cientos de años [1].
A nivel mundial, el 62% de las emisiones totales de GEI procedentes de la ganadería proceden del ganado bovino. El ganado de cerdos, gallinas, búfalos y pequeños rumiantes produce manantiales de entre el 11 y el 7%. Por último, la fuente de emisión de GEI más baja, el 3%, corresponde al resto de aves no cubiertas por la gallineta [2].
Si nos fijamos en la ganadería y en las actividades diarias, podemos hacer una comparativa interesante en cuanto a los GEI: suponemos que una persona consume 0,5 kg de queso de oveja al año, lo que equivale a 30 minutos en coche o 5-10 minutos en avión. Es más, los GEI que se emiten en un viaje normal en avión son un atracón después de comer 10-20 quesos de oveja.
En el gradiente de intensidad de producción están establecidos todos los sistemas de producción animal (figura 2): en el límite inferior del gradiente existen sistemas de producción extensivos de baja intensidad, mientras que en el límite superior se encuentran los más intensivos. En estos últimos, la producción del producto animal es alta, debido a la estabulación generalizada, al uso de alimentos más digeribles y a la proliferación más fértil [3].
Si bien estas tres características pueden dar respuesta al aspecto productivo, los impactos ambientales asociados al sistema productivo, como las emisiones de GEI, son máximos. Además, el abandono de los pastos hace que los beneficios ambientales que la ganadería puede ofrecer sean aún más reducidos [4].
En el manejo extensivo, el tiempo de estabulación es mínimo, los animales se alimentan en granjas y pastos de montaña, primando el ciclo de vida natural del animal. Y en comparación con la producción intensiva, en este caso la producción es significativamente menor. Sin embargo, se reducen los GEI y los impactos ambientales y, por supuesto, son más los beneficios ambientales asignados a la ganadería [3, 4], entre los que destacan el mantenimiento de la biodiversidad de pastos, la conservación del medio rural, la prevención de incendios y el aumento del secuestro de carbono del suelo [5].
Para poder valorar las emisiones de GEI y/o equivalentes de CO2, los investigadores utilizan el análisis de ciclo de vida (ACV). Por ejemplo, el ACV permite analizar cualquier acción que se lleve a cabo en la producción de leche de oveja, como la alimentación del ganado, la gestión de residuos o el manejo del rebaño (Figura 3). Con esta metodología se puede valorar el impacto ambiental asociado a cada actividad.
Los beneficios ambientales de la ganadería también tienen cabida en la ACV. El aumento de la capacidad de secuestro de carbono del suelo está relacionado con la gestión de pastos. En efecto, la fertilización de los pastos y el manejo del ganado condicionan principalmente la capacidad de un suelo para almacenar carbono en forma de depósitos, pudiéndose estimar por ACV y considerarlo una estrategia de reducción de emisiones de CO2 equivalente.
Así, teniendo en cuenta las emisiones y secuestros de CO2 equivalente, se puede calcular el efecto ambiental neto de un sistema de producción animal:
Emitir CO2 – Secuestrar CO2 = Ballet CO2
Además, a fin de redondear el trabajo de valoración, el CO2 equivalente neto se expresa por unidad de producto, es decir, como huella de carbono, son tanto las emisiones de CO2 equivalente (CO2 Ballet > 0) como los secuestros (CO2 Ballet < 0) por litro de leche producida, por kilo de carne o lana, por cabeza de cordero, según el producto que se desee valorar.
El País Vasco siempre ha estado ligado a la ganadería. En la actualidad, con el objetivo de la venta de leche y queso, el pastoreo de latxas es la actividad ganadera más extendida. De hecho, aunque el manejo de los rebaños de latxas es de tipo extensivo, en los últimos años se está imponiendo una tendencia hacia una forma intensiva en la mayoría de los apriscos de esta raza de gran personalidad [6].
La ubicación del pastoreo de latxas está aún por determinar en cuanto a animales, su manejo y GEI. Para ello, como primera aproximación y utilizando el ACV, se ha valorado la huella de carbono de 20 rebaños de latxs e identificado en un trabajo fin de máster las principales fuentes de GEI que se generan en la producción de leche [7].
Como no se esperaba, la huella de carbono estimada por ACV mostró grandes diferencias en los 20 rebaños de latxa (figura 4). El manejo de los animales era de gran importancia ya que la baja emisión de CO2 equivalente en la producción de un litro de leche y el secuestro de elevadas cantidades de carbono garantizaban una baja huella de carbono final. Sin embargo, al ser la base de la huella de carbono en el ACV la unidad de producción (litro de leche), la cantidad de litros de leche que se producía por cabeza de ganado que pesaba más que la gestión ganadera. En consecuencia, los cultivos más intensivos tuvieron mejores resultados en los valores de huella de carbono.
Sin embargo, al unir emisiones y secuestros, la mayor parte de los rebaños de latxe, tanto más intensivos como extensivos, recurrieron a trazas de carbono similares (3-6 CO2 eq Kg / L de leche).
El origen de las emisiones de CO2 equivalente implicadas en la producción de leche de oveja difiere del peso de cada una de ellas. Se pueden distinguir cinco fuentes principales de GEI: la reflexión del ganado (segundo ingestión del alimento ingerido), el uso de piensos y forrajes, el abonado, la energía y la paja (Figura 5).
El complejo estómago de los rumiantes está preparado para utilizar la hierba como fuente de energía, concretamente la comunidad microbiana del estómago, que digere el alimento y lo hace útil para el animal. Sin embargo, al mismo tiempo, el CH4 que es GEI es eliminado como subproducto y su influencia en las emisiones totales de CO2 equivalente es enorme (47%).
En los apriscos de latxe, cada vez está más extendido el uso de piensos y forrajes complementarios producidos fuera de la granja para alimentar al ganado. Al tratarse de terrenos de cultivo intensivos y remotos, normalmente asociados a la liberación de N2O y CO2. Así, tras la reflexión del ganado, el uso de este tipo de alimentos se convierte en la segunda fuente principal de GEI (21%). Por lo tanto, estando relacionada tanto la dieta animal como la reflexión posterior, se puede afirmar que el impacto alimentario es del 68%.
Por otro lado, en la emisión total de CO2 equivalente, los GEI con origen en fertilización, energía y paja tienen un menor porcentaje. El N2O y el CH4 están relacionados con los residuos ganaderos y su manejo. Por su parte, el CO2 se asocia al uso de combustibles fósiles y a la producción de paja externa a la granja para la fabricación de camas de ganado.
En la ganadería de lijas de origen, las granjas y pastos de montaña son la base de la dieta ganadera. Los recursos de pastos, comparados con los piensos y forrajes actuales, son más difíciles de digerir para el ganado; la comunidad microbiana tiene una mayor actividad en los pastos, por lo que el VAB vertido por reflexión es mayor en los pastos, en la zona de pienso y forraje [8]. Sin embargo, la ausencia de alimentos extranjeros hace que no existan impactos ambientales asociados a su producción. Es más, el pastoreo puede aportar beneficios ambientales (figura 6).
El aumento del secuestro de carbono y el mantenimiento de la biodiversidad de los pastos son dos beneficios ambientales asignados al pastoreo de latxas. El aumento del secuestro de carbono está condicionado por el manejo de los pastos y la gestión de los residuos que se generarán como abono; el uso de amplias superficies de pastos y la adición de materia orgánica al suelo con estiércol compostado generarán los mayores niveles de secuestro de carbono. Además, diversos estudios confirman que la huella neta de carbono puede tener una reducción del 81-93% debido al secuestro de carbono en el suelo [9].
En cuanto al mantenimiento de la biodiversidad de pastizales, según las mediciones realizadas en los campos gestionados en las granjas del valle cantábrico, la abundancia media de especies, representativa de la diversidad, se sitúa en torno a los 50; a nivel de caserío, en torno a los 60. Se observa que la estimación anunciada mediante modelos estadísticos es de 70. Cabe destacar también que en las praderas de pastoreo se ha observado la mayor diversidad vegetal [10].
La tendencia al aumento de la producción lechera, sin embargo, conlleva el abandono de los pastos seminaturales y la utilización de piensos y forrajes más digeribles (Figura 7). Menor reflexión en la digestión de estos alimentos, con la consiguiente reducción de las emisiones de CH4. Por el contrario, la cantidad de GEI vertidos se reduce a un desplazamiento, ya que se elimina de la reflexión y se incorpora a la producción de piensos y forrajes, pasando de ser un gas biogénico a ser un gas antropogénico [11]. Además, el mantenimiento de las reses en los apriscos no refleja ningún beneficio ambiental.
En consecuencia, ¿el pastoreo de latxas extensivo y el cambio climático son amigos o enemigos? Ciego a la producción lechera, ¿qué sustituiría al mosaico de fincas y pastos? Quizás una infraestructura de cemento con aviones que expulsan veinte quesos de oveja en cada viaje normal.
Trabajo presentado a los premios CAF-Elhuyar.