Betizua es una raza de bovino adaptada a la accidentada orografía y climatología húmeda del País Vasco que ha sobrevivido durante siglos. Estos animales constituyen un complemento económico para los baserritarras y han permitido una ganadería extensiva y sostenible. Además, han contribuido a mantener una amplia biodiversidad de especies autóctonas. Sin embargo, la población animal presente en montes, bosques y praderas ha disminuido como consecuencia del envejecimiento de la población rural y la desaparición del medio socioeconómico y ambiental tradicional. De ahí la necesidad de dar a conocer la delicada situación que vive la raza para que la sociedad ponga en valor este patrimonio y que estos animales se integren en el sector rural, la naturaleza y la economía extensiva, lo que les lleva a permanecer en otros tantos siglos.
Según José Miguel de Barandiarán, el toro rojo o el betizu se ha mitificado desde el paleolítico. En Laminazilo de Isturitz, la cueva de Sara, Akelarren de Zugarramurdi y otras cuevas se han encontrado grabados y pinturas que representan “toros rojos” (Barandiaran, 1969). En la mitología vasca, el toro rojo o la vaca roja aparece como un ser mitológico, patrón de las cuevas de la diosa Mari (Barandiaran, 1994).
XIX. finales del siglo XX A principios del siglo XX, muchas razas autóctonas mejoraron e introdujeron razas externas más productivas en el País Vasco (Altarriba y Aranguren, 2003). Entonces, se comenzaron a distinguir los grupos de ganado económicamente más rentables de los menos productivos (Echevarría, 1975), marginando estos últimos a los montes altos y zonas geográficamente más aisladas. Esta diferenciación y aislamiento genético han permitido la supervivencia de los betizu.
En la actualidad, los betizu se encuentran en las principales zonas montañosas del País Vasco y se encuentran en todas las demás provincias excepto en Álava y Zuberoa: Navarra (Bernez, 2010), Gipuzkoa, Bizkaia (Gómez, 1999), Lapurdi y Baja Navarra.
Vaca pánico
Betizu es una de las pocas razas bovinas que habitan totalmente sueltas o semi-libres (Pérez de Muniain, 1999). De ahí viene seguramente la palabra Betizu, que proviene de la unión de vaca y terror (Gómez et al., 1999). Hasta hace poco el control sobre estos animales era muy escaso. Los dueños trataban de capturar animales de vez en cuando, con la ayuda de los perros de pastor y maduración, para retirar los terneros y desprenderlos para su consumo familiar o en fiestas populares (Barandiaran et al., 2000), por ejemplo. Dado que los animales conservan su antigua inflamabilidad, siguen utilizándose en numerosas zonas de Euskal Herria en fiestas populares taurinas como encierros, campeonatos de recortadores, sokamuturras, etc.
Son animales vivos, ligeros y muy rurales, con cabeza grande y fina, ojos expresivos, algo salientes y rodeados de una aureola clara (ojo de perdiz). Sus ramas de desarrollo temprano, en forma de media luna, con puntas amarillentas. Su tamaño es alargado, su altura, su bajo desarrollo muscular (Pérez de Munia y Gómez, 2009) y su desarrollo tardío, por lo que su producción de carne es muy reducida. Son de color trigo. Las vacas tienen muy poca producción lechera, sólo la necesaria para el crecimiento de la ternera, y viven entre 13 y 14 años (Napal y Pérez de Muniain, 2006).
¿Pueden sobrevivir?
La ganadería intensiva y comercial se realiza de la misma manera en todos los lugares del mundo, basada en la explotación de unas pocas razas especializadas en la producción de carnes, leche y huevos, con grandes necesidades de producción como pienso, medicamentos, estabulación, consumo de combustibles fósiles, etc. (Napal y Pérez de Muniain, 2006). En el otro extremo se encuentran las razas autóctonas, animales adaptados durante siglos a la orografía y climatología circundante, y en ningún caso con exigencias productivas de razas especializadas (Legrand, 1999).
Además, todas sus razas están ligadas a un sistema productivo de ganadería extensiva (Reta, 2019), un enorme tesoro cultural que constituye la identidad de nuestra sociedad. Además de razones históricas y culturales, existen otras razones para el mantenimiento de la raza como la capacidad de superar los cambios ambientales, la capacidad de responder a posibles demandas futuras de los consumidores, el aprovechamiento de las zonas pobres, la resistencia a las enfermedades, la participación en el paisaje rural y la presencia de material genético irrepetible (Altarriba, 2019).
Por otra parte, los betizu presentan carne de excelente calidad, aunque en menor cantidad que otras razas cárnicas especializadas.
Los betizu, además de mejorar el crecimiento y la calidad de los pastos, controlan la acumulación de materia muerta y seca, contribuyendo así a combatir los incendios. Los betizu que pastan en los montes durante todo el año participan activamente en el mantenimiento del paisaje y la biodiversidad (Gómez et al., 1997). Se alimentan de hierbas, ramitas, brezos, arbustos, hojas y cortezas (Mandaluniz, 2003). La acción de pastoreo de ganado restablece la diversidad de la flora terrestre y restablece las cadenas que resucitan la microfauna del suelo. La descomposición de los excrementos enriquece la capa vegetal, contribuyendo al crecimiento de la vegetación (Legrand, 1999). Por ejemplo, las ovejas latxa o matorral, los betizu y las pottokas no comen el mismo tipo de hierba, por lo que el pastoreo conjunto o rotatorio de estas especies hace que el monte esté limpio, ya que consumen todo tipo de plantas (Viard, 2014). Por tanto, los betizu permiten recuperar espacios abandonados y contribuir a su puesta en valor, así como a la conservación de la biodiversidad silvestre (IKT, 2017).
Posibilidades de la genómica
En la actualidad, la genómica nos ofrece un sinfín de nuevas posibilidades: los chips de genotipado proporcionan una enorme información molecular que permite realizar múltiples investigaciones en genética de poblaciones. Permite, entre otras cosas, realizar un análisis más exhaustivo de las estructuras genéticas (Peter, 2016) para identificar las zonas de homocigosis (ROH- Runs of homocigosity) a partir del análisis de la consanguinidad (Peripoli et al., 2016, Luigi et al., 2018) para llevar a cabo estudios asociativos en todo el genoma (Tam et al., 2019) y definir procedimientos para la selección genómica (Meuwissen et al., 2001).
Todos estos procedimientos, al aplicarlos en razas en peligro de extinción, ayudan a asegurar el futuro de los animales al obtener información útil sobre cómo realizar cruces, controlando la consanguinidad permite evitar enfermedades genéticas en la descendencia y transmitiendo genes de ruralidad y maternidad que contribuyen a la supervivencia de la raza.
En el año 2020 se inició un estudio genético con las reses de la Asociación Betizu de Gipuzkoa que pastan en el Parque Natural de Aia. El objetivo era recopilar información que ayude a la conservación y supervivencia de la raza. El estudio permitió detectar algunas subpoblaciones en este grupo ganadero. Tras la extracción de muestras de sangre de 37 individuos, se realizaron genotipados con el chip Axiom™ Bovine Genotyping v3. El chip tiene 63.988 marcadores SNP; los SNPs son polimorfismos de un único nucleótido que modifican la base pura o pirimídica en la secuencia de ADN (adenina, timina, citosina o guanina), es decir, modifican una base en una posición determinada de un fragmento de ADN.
Hay que tener en cuenta que las reses de varios propietarios de la raza Betizu se pastan en extensos montes comunales, por lo que no es tarea fácil identificar a qué progenitores pertenecen los terneros que nacen y, por tanto, su origen.
En el gráfico superior se puede observar la huella que ha dejado cada origen o tronco en la composición genética de cada animal, expresada en diferentes colores. Estas subpoblaciones coinciden con los grupos de vacuno predominantes que prácticamente no tuvieron confusión y que sirvieron para repoblar la mayoría de las cabañas de los betizu, como Goizueta, Arano y Leitzalarrea (verde), Aralar (azul) y Bizkaia (rojo). El gráfico muestra el porcentaje de origen acumulado en cada individuo de origen genético rojo, verde o azul, que siempre suma el 100%. Por ejemplo, los animales (verdes) con los identificadores 6045 y 7326 son de un solo origen, es decir, sus antepasados pertenecían al mismo grupo. Tras cruzar 6045 animales (verde) con el 3660 (azul), nacen 5252 animales, con un 50% de color verde y un 50% azul.
Es importante tener identificadas las subpoblaciones cuando sea necesario reforzar sus características o cuando exista una excesiva consanguinidad para realizar mezclas adecuadas entre los animales (Martín-Burriel et al., 2007).
Conclusiones
De cara al futuro, se ha comprobado que los betizu trabajan perfectamente en la limpieza de los montes, en la prevención de incendios y en el mantenimiento de la biodiversidad y el paisaje. Vender los terneros que pastan en el monte con un menor coste de producción y crear un sello de calidad permite al ganadero obtener un complemento económico.
Estos animales pueden ser introducidos en parques y reservas naturales para su uso como banco genético de pureza o para estudios o fines didácticos como el Parque Natural de Pagoeta.
Por otro lado, se ha puesto de manifiesto la utilidad de las investigaciones genómicas al obtener información muy útil para tomar decisiones importantes en el programa de conservación de la raza. En concreto, conseguimos identificar el origen de los parentescos desconocidos, con el fin de realizar una adecuada planificación de los cruces de las hembras y de evitar el exceso de consanguinidad.
Agradecimientos
Quiero agradecer a todos los que habéis estado a mi lado de una u otra manera, a los profesores Luis Varona y Juan Altarriba, Eva Ugarte, Jose Mari Plazaola, Antonio Ibarguren y Arantzazu Martiarena y, cómo no, a los ganaderos de raza.
Bibliografía
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