Elhuyar Fundazioa
Si se quiere evitar la desaparición de todas estas especies, hay que actuar más rápido que rápido. No se puede seguir únicamente por la vía de prohibiciones y constitución de reservas, aunque éstas también sean necesarias. Ya se ha pasado a la manipulación de las especies y de su hábitat: suministro de nidos para pájaros y murciélagos, ordenación de rutas protegidas para jabalíes, colocación de lechos para evitar que se aplacen pilas de batración. Posteriormente se ha pasado a recuperar especies desaparecidas o en peligro de extinción.
Sin embargo, nos encontramos con una paradoja, ya que si algún día se quiere que vivan libres, hay que dejarles reproducirse en primer cautivo. Está claro la importancia de la protección de estas poblaciones en peligro de extinción, así como el enorme trabajo que, desgraciadamente, les toca a los parques zoológicos que serán el Arca de Noé del año 2000.
Casi todos los zoos del mundo han tomado conciencia de esta necesidad y se están realizando estudios para buscar soluciones hasta encajar el tamaño de la catástrofe, utilizando las herramientas científicas más modernas (desde la genética de las poblaciones hasta la biología molecular).
Según los expertos, en los vertebrados terrestres hay cerca de 2000 especies en extinción y 160 primates, 100 carnívoros, cientos de anfibios y casi mil pájaros. Además, los estudios demográficos prevén que la tasa de crecimiento de la población humana se producirá dentro de un siglo cero y a partir de ahí comenzará a descender. Por lo tanto, todavía quedan siglos para que los animales salvajes puedan retomar su entorno natural. Los zoos, pues, deben trabajar teniendo en cuenta los siglos (y no los años) y ofrecer a sus numerosos residentes condiciones de vida adecuadas.
Pero reconozcamos que en las últimas décadas se han producido avances significativos: Los “zoos mataderos” están en vías de extinción. Finalizaron los tiempos de los prisioneros en los que los animales murían de la enfermedad de la soledad. La locura, la jirafa, el elefante y el mono para coleccionar especies raras del otro extremo del mundo, y por otro lado, el camino hacia la extravagancia, han terminado. Sin embargo, las condiciones de estos residentes también han mejorado notablemente.
Hasta ahora, en lugar de contribuir a la proliferación de poblaciones en peligro de extinción, los zoos han emprendido el camino de mostrar, de cualquier manera, rarezas exóticas.
En la actualidad, el 80% de los animales censados en los parques zoológicos han nacido en las familias o colonias de estos zoos. Pero para que una especie pueda mantenerse cautiva durante siglos, no basta con asegurar la sucesión mediante parejas reproductoras aparecidas en noviembre. En esta herencia hay que conservar, entre otros, un nivel de diversidad genética y, por tanto, su capacidad de supervivencia.
La “diversidad genética” es la clave del problema. Cuanto mayor es la población animal, más homogéneo es el patrimonio genético a lo largo de las generaciones. Este empobrecimiento genético puede tener graves consecuencias para la especie. Prueba de ello es el guepardo sudafricano.
b) Lobo en el Zoo Inferior. Si no se observara la verja que hay detrás, se podría pensar que el fotógrafo ha estado esperando el lobo en el bosque. (Foto: I.X.I. ).Los ejemplares de todo el continente se han reducido considerablemente: mueren mucho de joven, mueren el 70% en la naturaleza y el 29% de los nacidos cautivos antes de los seis meses. ¿Pero cuál es la causa de estas muertes? El guepardo en extinción sufre una monotonía genética.
El análisis bioquímico de algunas de sus proteínas ha demostrado que la variabilidad de la composición genética es mucho más débil que en otros mamíferos. La proliferación en pequeños grupos ha incrementado notablemente la tasa de consanguinidad entre los gepardos.
Los resultados de esta excesiva homogeneidad son extremadamente graves. La primera consecuencia es la escasa capacidad reproductiva. El estudio de los espermatozoides del gepardo africano ha demostrado que tienen diez veces menos espermatozoides que el volumen de esperma normal y que el 70% de ellos son aberrantes.
Y lo que es más grave: por falta de variabilidad genética, los ejemplares más jóvenes suelen tener un sistema inmunitario debilitado, por lo que tienen una gran sensibilidad hacia las enfermedades. Cuando el polimorfismo de los genes que controlan el funcionamiento del sistema inmunitario es elevado, éste es más potente respecto a los elementos extraños del organismo. Por ejemplo, en un estudio con gatos, si se realizan injertos de piel entre individuos de la misma especie incompatibles entre 7 y 13 días son suficientes para rechazar, pero el mismo trasplante es aceptado por la mayoría de los guepardo como si fueran hermanos de la misma familia. Además, el sistema de inmunidad del gepardo africano es muy sensible a los agentes infecciosos.
Este problema natural se agrava en los parques zoológicos. La tasa de consanguinidad de las especies en cautividad es elevada. Y después de que muchos zoos del mundo descubran el problema, los animales raros se intercambian regularmente para huir de equiparaciones de la misma sangre.
Algunos animales tienen una actitud agresiva o exhibicionista en los zoos. El oso de Malaia en el zoo de Londres. (Foto: I.X.I. ).El problema es básico: ¿Cómo medir esa “variabilidad genética”? Al margen de signos explícitos como el color y las cualidades del cuero y las alas, las formas bioquímicas que puede adoptar un mismo gen no aparecen en la mayoría de los casos morfológicamente. Para tener una idea del potencial genético de una especie es necesario recurrir a las técnicas más recientes de biología molecular. Permite medir sus migraciones en un campo eléctrico o estudiar la diferencia química de proteínas en sangre.
Con los resultados así obtenidos y las estadísticas genéticas de las poblaciones es posible definir el número mínimo de ejemplares necesario para mantener el polimorfismo genético para la sostenibilidad de la especie, que variará en función del ritmo de reproducción.
Sin embargo, la realidad es que muchas especies están muy lejos de ese mínimo y de ahí, en la medida de lo posible, la necesidad de distribuir representantes de la misma especie en diferentes zoos, tanto para evitar la completa desaparición en caso de catástrofes naturales o plagas, como para canalizar los intercambios de material genético por “asociación”, además de las limitaciones geográficas. En este sentido, en lo que respecta a las especies actualmente en peligro de extinción, se prevé la celebración de convenios internacionales. El intercambio de información entre los diferentes zoos del planeta es continuo gracias a la informatización. No obstante, más que la recogida del mayor número de especies posible, se ha detectado la necesidad de iniciar un camino de especialización en función del clima, la vegetación o la capacidad local.
A la hora de elegir a los animales que vivirán cautivos, que serán en gran medida los responsables de la supervivencia de la especie, lo primero es potenciar al máximo la diversidad genética. Se seleccionarán ejemplares morfológicamente lo más diferenciados posible, eliminando los animales inválidos o anormales. Pero esta elección resulta más complicada de lo que parece. La mayoría de las colonias de animales, en función de su distribución geográfica, desarrollan su capacidad de adaptación y sus hábitos locales, y su crecimiento en territorios muy seleccionados puede tener consecuencias catastróficas. Un ejemplo: En Checoslovaquia, tras la desaparición de la cabra montesa, fueron sustituidos inicialmente por cabras austriacas. Posteriormente se introdujeron en el grupo las cabras turcas y se produjo un desastre. Los nacidos de estas asociaciones adelantaron el celo durante tres meses y las cabras nacieron en febrero en lugar de nacer en primavera, el mes más frío del año. La población se redujo enormemente en muy poco tiempo.
Segundo ejemplo: Esfuerzos por salvar los gansos enanos de Suecia. Estos nidificaban en el norte de Europa y eran relativamente abundantes en estas zonas. En la actualidad, sin embargo, descienden, sólo quedan unas 300 parejas de las que sólo 20 son parejas en Suecia.
En zoos se pueden ver cosas que no se ven fácilmente en la naturaleza. Pitón comiendo acuria en el zoo de Madrid. (Foto: I.X.I. ).Una de las causas de este descenso era la caza en los lugares de anidamiento; la acción tradicional de los laponianos. Actualmente está prohibida y se respeta esta prohibición. Pero esas gansos enanos pasan el invierno en Grecia y Turquía y aquí no tienen ningún apoyo.
Los suecos han tratado de cambiar las rutas migratorias hacia países más respetuosos con las especies en peligro de extinción. Para ello, las pesquerías de gansos enanos estaban cautivadas para poner la branta a los brujos. El objetivo era que, tras la incubación de los huevos y la crianza de los nanocarcas, los criaran correctamente al nacer y, llegado el momento, los llevaran a Holanda en invierno. Desde 1981 se instalaron 160 crías a las brantas. Fueron anillados, de los cuales se han visto cerca de 70 en Holanda, como estaba previsto. Pero todavía no se ha ganado nada porque no se ha visto una reproducción.
En un plano más general, todos los expertos coinciden en que los programas de reproducción en cautividad deben tener en cuenta, además de la diversidad genética, otros factores como las normas y hábitos de vida muy específicos de cada animal.
De todo ello se concluye que todavía queda mucho por hacer. Hoy en día, para la mayoría de las especies amenazadas falta mucho por superar la frontera entre teoría y práctica. Muchos animales, por ejemplo, siguen surgiendo de una única pareja cautiva. Sin embargo, estamos ante una nueva era de gestión económica y genética de especies en peligro de extinción. En todo el mundo se está tratando de mejorar la alimentación para reducir las condiciones de crecimiento y la mortalidad de los individuos jóvenes. Las técnicas artificiales de reproducción permiten dominar la reproducción y extenderla a lo largo del tiempo. Las técnicas de inseminación artificial ya están desarrolladas.