El dolor provoca una gran inquietud y, junto con el dolor agresivo, muchas veces nos preguntamos el sentido de sufrir tanto. Pero, a pesar de que la comprensión también puede resultar difícil, el dolor tiene su razón de ser, como la mayoría de las reacciones fisiológicas: el dolor es un sistema de alarma ideal.
El dolor nos avisa de que algo en nuestro cuerpo no funciona correctamente. Por lo tanto, el dolor es una señal de lesión o enfermedad y un buen control de la salud requiere de un sistema de alarma. Sin embargo, cuando la intensidad del dolor es insoportable o dura más tiempo de lo suficiente, pierde su función original y se convierte en un problema.
Se entiende por dolor crónico aquel que dura más de 6 meses y que no puede ser descartado fácilmente con tratamientos convencionales. Puede deberse a una enfermedad crónica o incluso a una lesión que no hemos conseguido curar por completo. Y en ocasiones puede aparecer dolor crónico por lesión nerviosa.
Si el dolor dura más de cuatro semanas, conviene acudir a un especialista en el tratamiento del dolor o a las unidades de dolor que existen en casi todos los hospitales. Estas unidades tratan el dolor desde diferentes disciplinas (neurología, psicología, fisioterapia, etc.). Y es que, en casos graves, está demostrado que combinar varios tipos de tratamiento es la mejor manera de luchar contra el dolor.
Los tratamientos contra el dolor normalmente funcionan bien, pero hay que tener en cuenta que el dolor es una experiencia muy subjetiva, por lo que puede ser difícil medir y calibrar los resultados. Un mismo tratamiento puede funcionar de forma diferente con una u otra persona. Por ello, y sobre todo en casos difíciles, se recomienda un tratamiento personalizado y un seguimiento de la evolución del tratamiento.
Estos tratamientos suelen ser largos y relativamente complejos. No hay que esperar resultados inmediatos ni que el dolor se alivie y desaparezca. En muchos casos, además, será necesario cambiar la estrategia varias veces hasta encontrar el tratamiento más eficaz.
En el tratamiento general se pueden utilizar varias vías:
La administración de medicamentos se realiza siguiendo unas pautas establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), comenzando siempre con la dosis más baja.
Cuando el dolor todavía no es muy intenso, hay que empezar con antiinflamatorios (paracetamol, aspirina, etc.). ). Para aumentar la eficacia de estos medicamentos se pueden combinar con medicamentos antidepresivos. Próximos pasos opiáceos suaves (ej. código). Cuando el dolor sea muy intenso y los escalones delanteros no hayan funcionado, se utilizarán opiáceos fuertes (morfina).
Se inyectan en la zona de dolor directo o en los nervios que producen sensación de dolor. Si el tratamiento debe ser largo, se puede colocar un pequeño aparato bajo la superficie para liberar el medicamento de forma constante y constante.
En la piel, o bajo la piel por vía quirúrgica, se aplica un aparato estimulante, normalmente próximo al sistema nervioso (médula espinal, nervios, etc.). Su función es reducir la sensación de dolor mediante pequeñas descargas eléctricas.
El objetivo de este método es realizar movimientos controlados que refuercen la zona afectada y alivien el dolor.
Mediante esta técnica se localiza el nervio que produce el dolor y se rompe el impulso nervioso con sustancias químicas, calor o frío.