Vacuna vieja, nueva asignatura

El investigador colombiano se dirigió a la Universidad del País Vasco para estudiar la efectividad de la vacuna mediante el cambio de la sustancia que se utilizaba para su distribución.

¿Recordáis aquella vacuna contra la malaria que en la década de los 90 dio a miles de personas y no tuvo éxito? Probablemente sí, y es posible que haya escuchado con atención alguna conferencia del colombiano Manuel Patarroyo que creó aquella vacuna. Patarroyo hablaba de vacunas creadas por síntesis química y diseñadas por la razón.

Aquella vacuna sintética, denominada SPf66, quedó sin la ayuda de la Organización Mundial de la Salud cuando vio que no producía suficientes apoyos. Entonces, el investigador colombiano se dirigió a la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea para estudiar la efectividad de la vacuna mediante el cambio de la sustancia que se utilizaba para su distribución.

En los ensayos clínicos pronto se demostró que el número de anticuerpos aumentaba considerablemente sustituyendo la sala de aluminio para la distribución del SPf66 por un polímero biodegradable denominado PLGA. Los ensayos se realizaron con ratones y monos. El secreto era la obtención de partículas PLGA de tamaño micra para que introdujeran la vacuna y la liberaran progresivamente al sistema inmune del animal.

Vacunación nasal de un ratón de cepa Balb / c.
R. MATA

El primer objetivo de la investigación fue, por tanto, mejorar la vacuna desde el punto de vista práctico, ya que una de las prioridades actuales de la OMS es reducir el uso de jeringuillas en los países con más casos de malaria, es decir, en los más desfavorecidos.

Para evitar la utilización de las agujas existían dos opciones: ingestión (por boca) o inhalación (por la nariz) de la vacuna por parte de los ratón. Se comprobó que en estas dos formas de administrar la vacuna se producían más anticuerpos que la inyección de aluminio, o al menos la misma cantidad. Y además, la respuesta inmune era especialmente poderosa en los ratones que recibieron la vacuna por la nariz, aún más fuerte que la que obtenían por debajo de la piel, aunque la dosis de SPf66 era equivalente.

Pero la vacuna contra la malaria no es sólo cuestión de cantidad sino de calidad, ya que de nada sirve crear muchos anticuerpos si no son capaces de reconocer y neutralizar los glóbulos rojos contaminados por el parásito de la malaria. En el ratón este tipo de anticuerpos se conoce como IgG2.

Al analizar el suero de los ratones se comprobó que los insertados con aluminio no incluían este tipo de IgG2, mientras que los que recibieron la vacuna PLGA sí lo hacían.

Pero hay una segunda característica de calidad de la respuesta inmune: Actividad linfocitaria Th1. Para su detección se midió el interferón que fluyen cuando se activan. Sólo con una nueva estrategia se logró un nivel de interferón deseado, mediante la colocación de micropartículas en el interior de la piel, de forma que las células dendríticas las detectaran. Afortunadamente, se están desarrollando nuevas formas de vacunar dentro de la piel sin usar jeringuillas.

Al fin y al cabo, aunque pasó el tren del SPf66 lleno de aluminio, hace ya muchos años, sus asignaturas han dejado más claro el camino para el desarrollo de futuras vacunas.

  • Título del proyecto Sistemas microparticulares para modular y reforzar la inmunidad de la vacuna sintética SPf66 contra la malaria.
  • El objetivo es mejorar la vacuna SPf66 mediante el apoyo polimérico PLGA.
  • Director José Luis Pedraz.
  • Grupo de trabajo R.Mª Hernandez, M. Igartua, J.E. Rosas, E. Mata, A. Montero.
  • Departamento Laboratorio de Farmacia y Tecnología Farmacéutica.
  • Facultad de Farmacia.
  • Financiación UPV.


Premio Basque Research/Tesis 2004
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