Hace cuatro años una encuesta realizada por la revista científica Nature tuvo bastante repercusión. La encuesta por Internet era abierta y el objetivo era conocer si los participantes consumían sustancias para mejorar la actividad del cerebro, es decir, si recibían smart drug.
En concreto, preguntaron sobre el uso de tres medicamentos: metilfenidato (Ritalin), utilizado para tratar la falta de atención y la hiperactividad; modafinilla (Provigil), alteraciones del sueño, fatiga y síndrome jet lag; y beta bloqueantes, habituales en los tratamientos contra la arritmia y la ansiedad.
La respuesta fue de 1.427 personas procedentes de 60 países, y uno de cada cinco reconoció que las utilizaba para tratar no problemas de salud sino para mejorar la atención, la concentración o la memoria. Si bien en otras encuestas realizadas con anterioridad se explicó que los consumidores más habituales eran los estudiantes de entre 18 y 25 años, en Nature no se observaron diferencias significativas por edad.
De los tres medicamentos, el más habitual era el metilfenidato, que era absorbido por el 62% de los que tomaban los incentivos, el 44% el modafinil y el 15% el beta bloqueante, como el propanol.
Además, se indicó que se alimentaban de otras sustancias como anfetaminas, medicamentos contra el Alzheimer como el meclofenoxato, nieto de trigo y ácidos grasos omega-3.
Había personas que utilizaban todos los días, todas las semanas, todos los meses o de vez en cuando, y la mitad de ellas declararon tener efectos secundarios: dolor de cabeza, ansiedad y dificultades para dormir. Pero los efectos secundarios no estaban relacionados con la frecuencia de los incentivos. Por otro lado, casi la mitad obtenía estas sustancias del médico, un tercio por Internet y el resto en farmacias.
Cabe señalar que la mayoría de los participantes (79%) veía con buenos ojos el uso de estos medicamentos para este fin. Sin embargo, consideraban que deberían estar limitados para menores de 16 años, aunque un tercio respondió que se sentirían empujados a dar a sus hijos si los recibieran el resto de los niños de la escuela. Se puso de manifiesto, por tanto, que aunque para la mayoría era aceptable el uso de incentivos cerebrales, en algunos casos la cuestión suscita dudas.
El año pasado dos medios de comunicación realizaron una encuesta similar: Sesiones de Newsnight de la BBC y revistas de divulgación científica New Scientist.
Respondieron 761 personas, y algo más de un tercio respondió que alguna vez habían recibido algún tipo de incentivo. De ellas, un 40% las adquirió a través de Internet y casi todas (92%) declararon su intención de recuperarlas.
El propio New Scientist reconoció que la encuesta fue contestada por un número insuficiente de personas que representaban a la sociedad, pero que se podían extraer conclusiones útiles. Entre ellos, destacó la modafinilla, el metilfenidato y una anfetamina utilizada para tratar la falta de atención, que se vende con el nombre de Adderall, que son las más utilizadas, es decir, las que se mencionaron en el cuestionario de Nature aproximadamente.
Para New Scientist "llama la atención" la diferencia entre las experiencias de unos y otros. Para algunos, la experiencia era muy beneficiosa; por ejemplo, "me ayuda a concentrarme; puedo pasar seis horas estudiando un tema que me aburriría en dos horas", señaló uno. Otro, "no me ayuda en nada, me hace sentir nervioso y angustiado, y en 15 horas no puedo sentarme".
En la sesión de Newsnight, un alumno de la Universidad de Oxford contó su experiencia con la modafinilla: "Lo he tomado pocas veces, sobre todo porque ayuda a estar despierto y me mantiene concentrado y alerta durante mucho tiempo. No lo tomo muchas veces, pero me resulta muy útil si tengo que estar entre 20 y 30 horas trabajando".
La amplia información disponible en Internet también corrobora lo expuesto en ambas encuestas: los medicamentos utilizados para tratar determinados problemas de salud tienen un uso diferente y reciben a personas sanas, sobre todo para mantenerse despierto y concentrado durante mucho tiempo.
Sin embargo, el investigador César Venero ha advertido que "no hay en el mercado botiquines con efecto nootrópico, es decir, sustancias que tengan una función específica de mejora de la actividad cerebral".
De hecho, Venero investiga este tipo de sustancias y publicó en febrero un artículo sobre este tema en la revista científica PLos Biology.
Venero ha afirmado que "existen fármacos para frenar la pérdida cognitiva asociada al Alzheimer y a este tipo de patologías. Muchos de estos fármacos tienen un mecanismo de acción similar, que generalmente impide que el glutamato neurotransmisor se asocie a uno de sus receptores, el NMDA. De hecho, el glutamato es muy importante para la función cognitiva normal, pero si se libera en exceso puede causar una pérdida cognitiva y neuronas". Sin embargo, para las personas sanas que quieren mejorar la memoria y la capacidad de aprender, Venero ha anunciado que estos medicamentos pueden ser "nocivos".
Sin embargo, "si se encuentra una sustancia con estos efectos, que no tiene efectos secundarios, sería posible mejorar las funciones cognitivas de muchas personas", opina Vero. De hecho, junto a sus compañeros de equipo investiga un péptido sintético, el péptido FGL, que por el momento está teniendo resultados esperanzadores.
"Este péptido es similar a una parte de la molécula de NCAM que tenemos en el cerebro y, además, es el agonista del receptor 1 del factor de crecimiento de los fibroblastos FGF", explica. En las investigaciones con animales hemos demostrado que este péptido, el FGL, mejora las capacidades de aprendizaje y recuerdo de las ratas jóvenes. Eso, teniendo en cuenta que las ratas jóvenes tienen una gran facilidad de aprendizaje".
También han dado un paso más: "Además, hemos encontrado un mecanismo molecular que explica la influencia del FGL, que para nosotros supone un gran avance y abre la puerta a la búsqueda de nuevos fármacos. Precisamente en breve, otros grupos europeos van a iniciar una primera investigación preliminar con las personas para ver si la FGL tiene un efecto nootrópico también en las personas".
En cualquier caso, Vero quiere dejar claro que, al igual que cualquier otro medicamento, el uso de los nootrópicos debería estar regulado y que antes de su administración, un profesional debería decidir si es necesario darlos y comprobar los beneficios y perjuicios que se le podrían ocasionar para ordenarlos sólo cuando sea necesario. Zuhur añade otro detalle: "Es muy probable que las personas con buena función cognitiva no utilicen los fármacos nootrópicos, pero debemos esperar a los resultados de los primeros estudios clínicos y epidemiológicos para saber si alguno de los medicamentos nootrópicos que se están desarrollando ahora servirá para mejorar las capacidades cognitivas de todos nosotros".
Incluso antes de que los incentivos cerebrales lleguen al mercado desde los laboratorios, se discute entre los expertos la cuestión ética que genera el uso de estas sustancias. Por ejemplo, junto con el cuestionario, Nature publicó un artículo de opinión: Towards responsible use of cognitive-enhancing drugs by the healthy, es decir: "Hacia el uso responsable de medicamentos que mejoran las funciones cognitivas en personas sanas". El artículo es el resultado de un seminario celebrado en la Universidad Rockefeller, en el que participan juristas, psiquiatras, expertos en ética, responsables de salud pública e investigadores del cerebro.
Si el título del artículo es significativo, la frase que subyace es aún más representativa: "La sociedad debe responder a la creciente demanda de incentivos cerebrales. Esta respuesta debe empezar por descartar que se trata de una mala palabra de incentivo".
Tras mencionar qué medicamentos se utilizan para mejorar la actividad cerebral, los comparan con otros métodos que se utilizan tradicionalmente, como la enseñanza, la lectura, el deporte, la nutrición y el sueño. Y su conclusión es que, en principio, los adultos con buena mente deberían tener "oportunidad" de utilizar medicamentos para mejorar sus capacidades cognitivas.
Entre tanto, también dan argumentos contrarios a los argumentos utilizados para descartar este tipo de medicamentos, pero reconocen que generan dudas éticas en tres aspectos: seguridad, libertad y corrección.
En el caso de la seguridad, los autores del artículo hacen un llamamiento a medir "sobre la base de las evidencias" los beneficios y daños de los incentivos cerebrales. Además, piden que se cuiden especialmente a los niños. Y los niños son precisamente los que más preocupan en la siguiente cuestión, la de la libertad. También se preocupan de los adultos, lo que se refleja en algunos de los problemas que ya se han producido -en concreto, citan a los militares, a los que durante mucho tiempo se les ha dado anfetamina y modafinilla para estar alerta. Pero el caso de los niños les parece extraordinario y creen que sus normas deben proteger con rigor el bienestar y la salud de los niños.
Por último, analizan el tema de la corrección. En su opinión, aun sin tener en cuenta los incentivos cerebrales, ya se producen injusticias como las diferencias en la enseñanza. Sin embargo, son conscientes de que el uso de estos medicamentos conlleva el riesgo de aumentar las diferencias socio-económicas. Por tanto, las normas deberían servir también para evitarlo.
Para finalizar, el artículo concluye con lo siguiente: "Al igual que ocurre con otras tecnologías, también es imprescindible pensar y trabajar duro para que los beneficios sean los mayores posibles y los daños mínimos".
A pesar de que este artículo es de 2008, en otros muchos artículos posteriores que se han publicado en torno al tema, los expertos muestran opiniones similares. Sin embargo, parece que la opinión de la gente de la calle no es tan unificada. Así lo demuestran al menos los resultados de las sesiones de Play Decide.
Play Decide es una metodología que ayuda a tomar decisiones y llegar a un consenso sobre los temas que generan debate. Basado en el juego de equipo, el juego sobre los incentivos cerebrales fue creado en 2010. Por el momento, se han celebrado sesiones en Estados Unidos y en seis países europeos, y no son suficientes para considerar los resultados como representativos, pero pueden dar una idea de lo que la gente piensa.
Así, los resultados indican que moralmente para la mayoría no es admisible el uso de incentivos para mejorar la actividad normal, sino que sólo aceptan el uso terapéutico. Y en caso de usarlo, siempre debería ser por prescripción médica. Sin embargo, las encuestas de uso han demostrado que también utiliza personas sanas por sí mismas. El debate está en la calle.