La creencia se ha considerado un trastorno de los sentidos. Sin embargo, según la doctora Helena Melero Carrasco, no es una confusión, sino una forma de percibir el entorno y uno mismo. Así lo definió en un artículo publicado en Revista de Neurología en 2015: “La creencia es un fenómeno neurológico en el que la estimulación de un sentido provoca la percepción en un sistema sensorial que no ha sido directamente estimulado”. Melero es sinestésico y realizó una tesis sobre este fenómeno en el Departamento de Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid.
Con él coincide el profesor de neurociencias Pablo Barrecheguren Manero de la Universidad de Barcelona: “Hay que dejar claro que no es una patología. Hay personas que, además de creer, han sufrido alteraciones mentales. Por ejemplo, Vincent Van Gogh, cuando empezó a aprender a tocar el piano, relacionaba las notas con ciertos colores; su profesor lo tomó por loco y lo tiró. Esta anécdota muestra una percepción sinestésica, pero con un carácter bipolar, como las crisis psicóticas y la dependencia del alcohol. Quizá por este tipo de casos algunos piensan que la creencia es una confusión”.
Para Barrechegune, por tanto, es importante analizar la creencia y socializar bien las explicaciones para “eliminar falsas convicciones”. Pero no sólo para eso: “La investigación de la sinestesia nos da indicios de un mejor conocimiento de los sentidos, y a partir de ese conocimiento pueden surgir nuevas vías para superar las insuficiencias de los sistemas sensoriales”.
Por ejemplo, Santiago Eloy Alfaro Bernat ha desarrollado un sistema tecnológico que permite a las personas con algún sentido reducido acceder a la información del entorno mediante el acceso directo al cerebro. Digital Synesthesia, es decir, Sinestesia digital.
Miren Karmele Gómez Garmendia es sinestésica y para ella no es nada especial: “Al comparar mi forma de percibir la realidad con la que dicen los demás me doy cuenta de que la mía es diferente, pero para mí es normal”.
Describe con gran precisión sus vivencias. “Para mí todo sonido tiene un color, una forma y un movimiento. También tiene textura, y todo esto lo veo sobre fondo negro. Y lo veo en la fuente del sonido, es decir, si el sonido me viene detrás, lo veo detrás de mí, aunque no tengo ojos detrás de la cabeza”, dice sonriendo. “Y detrás de todo esto veo lo que veis los demás. Veo todos los sonidos en planos diferentes y también veo mi voz, y no me confundo, porque está jerarquizado. Por ejemplo, tú me escuchas y al mismo tiempo oyes el sonido que te rodea. Pues para mí es parecido, porque yo siempre he tenido esta forma de escuchar y de ver”.
Gómez tiene clavado en la cabeza que de pequeño le decían que era una chica “imaginativa”. En la época en que estudió en Bilbao se dio cuenta de que tenía otra manera de percibir la realidad, diferenciada del resto: “Le conté a mi compañero de piso que ese día el puente cambió de color y, ante su respuesta, me di cuenta de que no todos veían cosas como yo. Es más, me sugirió que podía ser una creencia que fue el mismo compañero de piso”.
Desde entonces, es consciente de que ve el entorno a diferencia de los demás. Al principio necesitó tiempo para darse cuenta de que tenía algo que le separaba de los demás y para saber qué era lo que nosotros vemos y qué es lo que él solo ve. “Ahora lo vivo con normalidad y sé que yo veo una capa que es la mía”.
Hace diez años, basándose en esta capa, comenzó a crear dibujos, primero a partir de las palabras y después de las canciones. Ahora también dibuja sonidos de un momento concreto de la vida cotidiana: “Es como si fueran fotos sinestésicas que recogen lo que veo en un momento determinado”.
Para él es tan fuerte su percepción que cuando se dio cuenta de que se sorprendió que no todos los estésicos perciben las cosas igual. “Para mí las vocales tienen color: a es blanco, e verde, i amarillo, o rojo-marronáceo y u azul. Pues conocí a otra persona con ese mismo tipo de creencia. Me sorprendió cuando supe que para él las vocales tenían otro color.”
De hecho, según muchos estudios, el tipo de creencia más frecuente es la visualización de grafemas a color. Tras Melero el año pasado, ocupa el segundo lugar tras la secuencia espacial. Melero distingue la secuencia espacial en dos tipos: que los números tengan una configuración espacial y que el tiempo tenga una configuración espacial. Y Gómez también tiene ese tipo de creencia. En sus palabras, ve el tiempo situado en el espacio, de forma muy gráfica: “El año es un óvalo; las semanas, cuadros largos, y el día, una línea que viene de arriba abajo”.
En la investigación de Melero, el 13,95% de los participantes era sinestésico, no existiendo diferencias entre derecha o izquierda según sexo, edad o aprendizaje. En otros estudios, el porcentaje de sinestésicos oscila entre el 0,05% y el 23%. Para explicar por qué la diferencia es tan grande, Melero cree que será una forma de investigar. Fue de consulta y lo hizo en facultades, centros de trabajo y red. Se preguntaba sobre el tipo de creencia y sólo tuvo en cuenta a los que “siempre” tenían esa experiencia.
Entre los tipos de creencias más habituales se encuentra el que relaciona sonidos y colores. Cabe destacar que quien tiene un tipo de creencia tiende a tener más, tal y como ha confirmado el estudio de Melero. Dentro de la creencia de que un estímulo sonoro hace ver el color, está el sonido como musical. En la clasificación de Melero, el tipo de creencia que produce el color puede ser de tres tipos: la que une el timbre con el color, la que une el acorde y la que depende del instrumento.
En otros tipos intervienen otros sentidos: ver y oler algo; o que lo escuchado tenga olor; o que lo tocado o escuchado tenga sabor... Y además de las relaciones entre los sentidos, hay otras como que las letras o números sean de un género determinado o que sean personificados.
Las sensaciones y las emociones también pueden ser el motor de las experiencias sinestésicas. En la clasificación de Melero se pueden ver en colores todas las percepciones: tacto, dolor, temperatura, naturaleza, sabor, olfato, emoción y orgasmo.
Estas dos últimas son las que vive Leire Alberdi Arriola. Dice que hace poco se ha dado cuenta de que es sinestésico: “Después de leer y comentar un artículo sobre la creencia, un amigo me recomendó ver un documental sobre el tema y entonces empecé a hacer lazos. Y es que hasta entonces no hablé mucho de eso, pero, por ejemplo, cuando le decía a mi pareja que los orgasmos eran azules oscuros o naranjas, me cogía en medio broma”.
Además del orgasmo, vive algunas emociones en color. “Tienen que ser emociones fuertes, no alegrías y tristezas que tenemos en el día a día. Por ejemplo, he tenido dos muertes cercanas, una de ellas especialmente emocionante para mí, y fue verde-turquesa. Al recordar con el otro, me viene a la cabeza ese color”. Ha explicado que “siempre son colores sólidos, tonos que se pueden definir bien: amarillos, naranjas, turquesas, granates... Normalmente se repiten y la intensidad puede variar, como si estuvieran pintadas con acuarela, pero nunca he sentido colores pasteles, jaspeados o indefinidos. Y tienen movimiento, un movimiento parecido a una cortina o agua caliente”.
Algunas personas también son agentes de color pero no tienen movimiento. Y aunque relaciona las emociones y las personas con los colores, el vínculo es unidireccional, es decir, el color no genera emoción. Por ejemplo, el amarillo se relaciona con un momento crítico de la vida, el momento en el que estuvo a punto de abandonar los estudios de Bellas Artes. “Fue un duro momento de crisis, pero luego el color amarillo no me transmite eso. Es más, es uno de mis favoritos”. Las investigaciones así lo confirman, es decir, que la experiencia sinestésica es unidireccional.
Por último, además de los colores, Alberdi ha añadido que al tocar los útiles metálicos siente un sabor o textura en la boca.
Además de las características y tipos de la creencia, los científicos han investigado el origen de este fenómeno. Al parecer, tiene una base genética y es hereditaria. Hay estudios que demuestran que en las mujeres está más extendido que en los hombres, por lo que algunos han considerado que puede estar relacionado con el cromosoma X. Sin embargo, no se ha conseguido demostrarlo y la investigación de Helena Melero tampoco ha confirmado esta hipótesis, ya que entre los que respondieron al cuestionario no había diferencias por sexo.
Independientemente de la variable genética, los investigadores creen que está relacionada con los procesos que se producen en el desarrollo cerebral. Así lo explica Barrechegune: “Cuando tenemos 10-12 años se produce un proceso denominado poda neuronal. Mediante este proceso, el cerebro elimina de un montón de conexiones neuronales realizadas hasta el momento, las que no utiliza. En ese momento, por tanto, lo que utiliza y funciona se refuerza y gran parte de lo que no usa se pierde”.
¿Qué pasa entonces en el caso de la creencia? “El cerebro de los niños crea muchas conexiones entre diferentes zonas, y algunos parecen tener experiencias sinestésicas. Pero luego, cuando se produce la poda neuronal, algunos de estos niños pierden su característica sinestésica, pero otros no son sinestésicos que siguen siendo adultos”, explica Barrechegune. Son, por tanto, sinestésicas, como Gómez y Alberdi, las que han mantenido esta peculiaridad infantil.