Cultura de buitres

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

Los machos y las hembras no comen igual, ni los del norte ni los del sur. Son animales gregarios que aprenden unos de otros o juntos. El biólogo Eneko Arrondo Floristán lleva años investigando las costumbres y comportamientos de los buitres leonados y ha realizado llamativos descubrimientos.

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Ed. Martin Prochazkacz/Shutterstoc.com

Alas muy anchas en el aire, ojos afilados, explorando los alrededores. Los buitres leonados tienen un perfil inconfundible. Son capaces de detectar la masacre a kilómetros. Esa es su forma de vida, con la masacre como único alimento. Pero no toda la masacre es la misma. “Se piensa que comerá lo primero que encuentra un carroñero —afirma el biólogo navarro Eneko Arrondo Floristán—, pero hemos visto que los buitres tienen aficiones”.

De hecho, Arrondo y sus compañeros investigan de forma muy precisa la dieta de los buitres leonados y obtienen sorprendentes resultados. Descubren un comportamiento complejo que nadie esperaba. Han visto que los buitres del norte y del sur tienen diferentes hábitos alimenticios y que cuando unos y otros acuden a las dehesas de la zona de Extremadura, cada uno mantiene sus hábitos. Esto es lo que han llamado cultura de buitres en su artículo titulado “Vulture culture: dietary specialization of an obligate scavenger”.

En este estudio, financiado por el Parque Natural de las Bardenas Reales de Navarra y la Junta de Andalucía, se instalaron dispositivos GPS a 30 sargos capturados en las Bardenas Reales y a 35 capturados en Cazorla (Jaén). Estos dispositivos contaban también con un acelerómetro que permitía no sólo saber dónde andaron los buitres, sino también saber cuándo quedaban para comer.

Durante tres años han estado investigando. Entre diez investigadores, visitaron 4.000 puntos indicados por los acelerómetros, analizando los restos que quedaban para determinar qué comieron los buitres en aquel lugar. “Ha sido un gran trabajo y nos ha costado mucho, pero estamos muy contentos con el resultado”, confiesa Arrondo. “No se han realizado estudios de este tamaño en ningún otro sitio: tres años, 60 individuos, dos poblaciones, tantos puntos…”.

“La dieta de los buitres se conocía a nivel de la población, por lo que no hemos encontrado nada nuevo sobre los ingredientes de la dieta”, explica. “Pero ahora, gracias a los acelerómetros, hemos podido saber qué ha comido cada alimoche y cuándo lo ha comido”. Y al analizar estos datos, ven que no todos comen igual.

Por un lado, han encontrado diferencias entre los sexos. Los machos prefieren los recursos humanos, como la ganadería intensiva y los vertederos, mientras que las hembras recurren más a los recursos cedidos por la caza o la ganadería extensiva. Esta diferencia no les ha sorprendido mucho. “En otros trabajos se ha observado que hay diferencias en el estado físico, en la movilidad, en la mortalidad…”, afirma Arrondo. “Es curioso, porque en el caso de los buitres no hay dimorfismo sexual, no hay diferencias morfológicas, y podría pensarse que tampoco existiría en el comportamiento, pero no es así”.

Ed. Gustavo Palacios/Shutterstoc.com

De hecho, ahora se están investigando otras diferencias entre los sexos, como su comportamiento en el crecimiento de las crías. “Tienen roles claramente diferentes y eso tiene consecuencias, incluso en la manera de buscar comida. Los machos tienden a asumir más riesgos, con lo que mueren más”.

Por otro lado, también se han encontrado diferencias entre las poblaciones de Navarra y Jaén. Esto también era de esperar, ya que los recursos disponibles en ambos ámbitos son diferentes. “El Valle del Ebro es una zona muy antropizada con abundante ganadería intensiva. En la zona de Cazorla, la ganadería es extensiva y hay muchos cotos”, explica Arrondo. En consecuencia, las buitres de cada lugar tienen una dieta variada según los recursos.

Dehesas, despensas copiosas

Ha sido una sorpresa lo que ocurre cuando se mueven a la dehesa”, dice Arrondo. De hecho, otro trabajo publicado el año pasado mostró que los saiak de toda la península, así como algunos franceses acuden a las dehesas de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía. “Esto tampoco lo esperábamos en absoluto —reconoce Arrondo—, y mucho menos en todas las poblaciones”.

Se analizaron cinco poblaciones (el Pirineo francés, el Pirineo catalán, el Valle del Ebro, Cazorla y Cádiz) y se comprobó que todas van a dehesas. Allí pasan un tiempo muy variable y vuelven a la colonia original. Algunos realizan un viaje de ida y vuelta de 1.500 km.

“Todos los que marcamos en la bardenas acudieron a las dehesas. Unos una vez al año, otros varias veces al año, y otros una sola vez durante el tiempo que duró la investigación, pero todos fueron”. Llama la atención que el viaje se realiza incluso con los crías en el nido, de varios días de duración, y generalmente lo hacen las hembras. En estos casos las crías se quedan con los machos.

Ed. Gelpi/Shutterstoc.com

Además de las cinco poblaciones incluidas en el citado estudio, existen otras. “Me atrevo a decir que todos los buitres peninsulares pasan por las dehesas más temprano o más tarde”, dice Arrondo.

“Las dehesas son despensas de buitres”, explica. Se alternan árboles, prados, cultivos y zonas de montaña, lugares muy ricos en biodiversidad y con recursos variados y variados. De hecho, hay muchas ganaderías extensivas, también intensivas, y muchos ciervos y jabalíes. Estos últimos han aumentado además en los últimos años.

Es decir, que las buitres tienen de todo y mucho en ellas. “Esto no ocurre en muchos lugares. En algunos lugares puede haber mucha comida, pero no variada”, dice Arrondo. “Entonces, si usted prefiere un tipo de comida, sea cual sea, encontrará dehesa”. Y eso es precisamente lo que han visto. A pesar de la disponibilidad de todo tipo de alimentos, las buitres mantienen sus hábitos alimenticios originales.

Aprendizaje social

Por lo tanto, los buitres no comen lo primero que encuentran, al menos si pueden elegir. Y los buitres tienen ciertos gustos según su origen. Por eso dicen que los buitres tienen una forma de cultura. “Claro, no tiene nada que ver, por ejemplo, con que unos chimpancés enseñen a otros a utilizar herramientas, pero en el fondo es algo parecido: unos buitres aprenden de otros qué comer y dónde comer. Por eso decimos que algunas características culturales influyen en la dieta de los buitres. Esto ha sido muy llamativo y sorprendente. Estas aves no son tan ricas y saladas como parecen”.

Ed. Manuel de la Riva

“No son exactamente animales sociales”, explica Arrondo. No tienen una estructura social como los lobos o los leones. “Yo a veces utilizo el clan, no es una palabra muy técnica, pero creo que da una idea: nos conocemos, aprendemos unos de otros, nos comportamos más o menos de forma parecida, somos gregarios, pero no tenemos vínculos muy estrechos…”. En cualquier caso, “lo que está claro es que existe una transmisión de información o un aprendizaje social”.

Precisamente, conocer cuándo y dónde se desarrolla este aprendizaje es uno de los próximos objetivos de Arrondo y sus miembros: “Nos falta saber si aprenden de los padres en los primeros meses o cuando se unen a la colonia (en la mayoría de los casos es la misma colonia, pero no siempre)...”.

Por otra parte, en los últimos años se ha extendido la cultura de los buitres de carroñeros a atacar animales vivos. En esta última investigación sobre la dieta de los buitres no se ha podido averiguar si los buitres acudían al examen de lo ingerido en un tiempo, por lo que era imposible saber si estos animales estaban vivos o muertos. Pero lo han investigado antes y calcularon que las denuncias probadas afectaban a uno de cada mil animales.

Además, según Arrondo, habría que analizar bien qué hay detrás de estos casos probados: “Por ejemplo, un parto que se prolonga mucho, donde el animal ha perdido mucha sangre y está muy débil. Diremos que este animal está vivo porque el corazón le hace latidos, pero es como si estuviera muerto ecológicamente y para un alimoche. Y de ahí deducir que los buitres se están convirtiendo en depredadores no tiene sentido. Puede ocurrir alguna vez, pero es absolutamente excepcional”.

La cuestión comenzó en la época de las vacas locas. Se cerraron los comederos para las matas y se prohibió el depósito de cadáveres de ganado en el campo. “Es cierto que hubo una escasez de carroña en aquella época, pero desde entonces estas prohibiciones se han ido calmando, y ahora no es cierto que los buitres estén hambrientos”, aclara Arrondo.

Por otra parte, las políticas de tratamiento de los cadáveres de los animales afectan mucho a las buitres. Hace unos años se dieron cuenta de que los buitres leonados y negros no cruzaban la frontera entre Portugal y España. Sin límites geográficos, vieron que no cruzaban esa frontera administrativa invisible. Y la razón es que a uno y otro lado de la frontera se juega diferente con los cadáveres de los animales.

Desde la crisis de las vacas locas, en España se acepta el abandono de las reses que mueren en el campo. En Portugal deben ser enterrados o incinerados. “Los buitres han aprendido que no merece la pena pasar a Portugal porque allí es más difícil encontrar comida”, dice Arrondo.

En relación con estas políticas, Arrondo considera que “en el caso de la ganadería extensiva no está justificada la retirada o incineración de cadáveres”. Su coste económico es elevado y perjudica el medio ambiente. Los buitres nos prestan este servicio de forma gratuita. Por eso, entre otras, son especies tan importantes.

Los mejores carroñeros

Son el paradigma de los carroñeros”, afirma Arrondo. “Son los únicos vertebrados que se alimentan exclusivamente de la masacre y, por su especialización, son los más eficaces para su destrucción. Cuando hay buitres, la masacre dura mucho menos. Los buitres son clave”.

Ed. Alfredo Maiquez/Shutterstoc.com

Recuerda lo que pasó en la India. En el año pasado desaparecieron millones de alimoches envenenados con el far­ma de la diclofena. “Se acumuló un montón de masacres que provocaron la proliferación de perros salvajes. Aquellos perros salvajes tenían rabia, y la muerte de las personas causadas por esta enfermedad fue tremenda”.

El Diclofenaco eliminó el 95% de los buitres indios y paquistaníes en la década de 1990. Allí se becó la recogida veterinaria de este fármaco. Sin embargo, en Europa se puede utilizar. En el año 2021, un grupo de ellos, en una carta publicada en Science, pidieron que debieran en Europa.

En este sentido, la dependencia de los buitres con los recursos de ganadería intensiva tiene algunos riesgos. “Teóricamente, los cadáveres de las reses de ganadería intensiva no pueden ser abandonados en régimen de sacrificio. Pero, por una cosa u otra (a veces ilegalmente, otras veces sin querer), siempre queda algo, y está tan intensivo que ese ‘algo’ acaba siendo mucho. Y los buitres al final se alimentan de esos recursos”.

También han visto sus consecuencias: los buitres del norte tienen peor salud que los del sur. “No parece que estén mal, ni en tamaño ni en peso, pero si nos fijamos en otros parámetros como el nivel de corticosterona o los telómeros, hemos visto que los del norte están más estresados”. Además, al acercarse más a los peligros provocados por el hombre, mueren más, por ejemplo, electrocutados y afectados por vehículos en la carretera.

Tener en cuenta estas cosas es fundamental para cuidar los buitres. Por ejemplo, está claro que la ganadería extensiva es positiva para los buitres. “Todo habría que ponerlo en balanza y decidir qué es lo que conviene impulsar”, dice Arrondo.

Y destaca la importancia de conservar las dehesas. “Como hemos visto, estos paisajes, a pesar de ser entornos antropizados, son hoy en día básicos para los ensayos. La conservación de este paisaje es inmejorable para los ensayos y para muchos más”.

Más carroñeros de los previstos
Para conocer las dietas de los animales, lo más habitual es examinar las heces, las egagrópilas en el caso de las aves rapaces o la presencia de estómagos de animales muertos. Pero en todos ellos no se puede saber si lo ingerido estaba vivo o muerto.
“Si pone “conejo” en la dieta del zorro, podría ser que el zorro capturara a conejos vivos, pero también podría ser que comiera conejos muertos”, explica Arrondo. Un trabajo publicado este año revela que “se tiende a pensar que el conejo ha sido capturado vivo, por lo que el valor de la masacre en la dieta de los vertebrados está muy despreciado”.
En este trabajo se ha analizado la mayor base de datos de tranvías fotográficas del mundo y 900 artículos sobre dieta de vertebrados. En las fotografías se han identificado 156 especies de vertebrados que se alimentan de masacre. Y han visto que en la dieta de la mitad de estas especies no había constancia de que comieran masacres. “En ningún sitio aparecía que estas especies fueran carroñeras, pero tenemos fotos que demuestran que comen masacre”.
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