Las normas de tráfico se van endureciendo progresivamente en toda Europa. Y en cuanto al alcohol, la mayoría de los países se han marcado como límites concentraciones similares de alcohol. Estas concentraciones, recomendadas por la Comisión Europea, son de 0,5 g/l en sangre para conductores en general y de menos de 0,2 g/l para conductores noveles, camiones con cargas pesadas o peligrosas y conductores de transporte público.
Esto significa que un conductor no puede contener 0,5 g de alcohol –etanol– o más de un litro de sangre corporal. O dicho de otro modo, antes de coger el coche, el motor o la bicicleta no se puede beber más de dos o dos cervezas o un par de pequeños vinos, hay que tener cuidado.
Además, en España se quiere poner en marcha en verano de 2005 el sistema de carné por puntos. La idea no es nueva, por supuesto, ya que está en marcha en muchos países europeos desde hace tiempo. Además, se ha partido del sistema francés, que está dando buenos resultados. Si se respira entre 0,25 mg/l y 0,75 mg/l, se perderán cuatro puntos de los doce primeros y a partir de 0,75 mg/l se eliminarán seis puntos. Además, se abonarán multas. Y además, es inútil renunciar a la prueba de alcoholemia, ya que eliminarán directamente 6 puntos del carné de conducir.
De hecho, el alcohol, después de beber, llega a todos los fluidos del cuerpo: sangre, sudoración, respiración... Una vez consumida una bebida alcohólica, el etanol pasa a la corriente sanguínea en el estómago, incluso cuando llega al intestino. A través de los vasos sanguíneos se distribuye a todo el cuerpo, sobre todo a los tejidos con más agua.
El cuerpo utiliza el alcohol como combustible: en las células del hígado se degrada la mayor parte del alcohol, en torno al 95%, para obtener energía. El resto se elimina por orina, sudor o respiración.
Cuando la sangre llega a los pulmones, se produce un intercambio de gases en los alveolos: el dióxido de carbono pasa a los pulmones para salir del cuerpo con la respiración y el oxígeno pasa a la sangre. A su vez, parte del etanol, al ser un líquido volátil, sale del cuerpo con la respiración.
El aparato utilizado para realizar las pruebas de alcoholemia es el alcoholímetro, que mide la concentración de alcohol en la respiración. También se puede realizar un análisis de sangre, pero para ello se requieren estrictas medidas higiénicas y se requiere más tiempo. Por ello, en los controles de alcoholemia se mide la concentración respiratoria de alcohol y no la de sangre.
Sin embargo, la relación entre estos dos parámetros es conocida, está calculada. Según el cálculo realizado por Harger, Forney y Barnes en 1950, la relación es de 2.100:1. Sin embargo, normalmente se ha considerado la relación 2.000:1.
Así, en sangre lo que es 0,5 g/l en respiración es de 0,25 mg/l. Por lo tanto, cuidado, si sopla en el alcoholímetro y pone 0,25, es señal de que hay 0,5 g/l de alcohol en sangre, por lo que has bebido más alcohol de lo permitido por la ley.
Esta relación es muy útil porque es extrapolable, es decir, sirve para cualquier persona, ya que no depende del peso ni del cuerpo.
El alcoholímetro dispone de un microprocesador para asegurar la exactitud de las medidas. La medida la realizan dos sensores, uno de ellos mediante ondas infrarrojas y el otro mediante una reacción electroquímica. Ambos sensores trabajan simultáneamente, lo que permite una medición fiable y rápida.
La prohibición de beber alcohol durante la conducción no es un capricho. El alcohol debilita el sistema nervioso y este efecto es más evidente en algunas zonas del cerebro. Al beber un poco de alcohol parece estimulante, se debilita la autoconciencia y eso hace que se sienta bien. Sin embargo, a medida que aumenta la concentración de alcohol se ven afectadas algunas funciones como la coordinación.
Después de una buena cena con los amigos —comer bien, beber un poco de vino— y de ir al coche, la duda de siempre: ¿He bebido demasiado?
Para ello existen en el mercado once pequeños alcoholímetros, la mayoría bastante caros. Pero a pesar de haber probado antes de coger el coche y de haber bebido más alcohol de lo permitido, muchos conducirán. Este conductor se compromete a sí mismo y a los demás.
Ante esta situación, los fabricantes de coches buscan coches más seguros. Saab, por ejemplo, ha presentado una llave con alcoholímetro en el Salón Internacional de Coches de este año en París. Para utilizar esta llave es necesario soplar en el tubo. Si la concentración de alcohol es mayor que la permitida, el motor no se pone en marcha.
Parece que este tipo de invenciones llegarán a partir de ahora de forma ininterrumpida, ya que en breve exigirán en algunos países europeos la existencia de un sistema que detecte si el conductor está o no bebiendo.