Olla a presión

XVII. Se trata de un artilugio inventado en el siglo XIX, a pesar de que las amas de casa de esa época no lo han utilizado para la cocina. Sin embargo, en las cocinas actuales es bastante conocido. Gracias a esta olla especial no es necesario pasar toda la mañana cociendo los garbanzos en un instante. Se trata básicamente de una máquina de vapor sencilla y útil, muy apreciada por los cocineros.

Hemos dicho la máquina de vapor, pero en ningún caso podemos decir que nos referimos únicamente a la olla a presión, ya que, como es sabido, la olla a presión es sólo una de las máquinas de vapor. La máquina de vapor es toda máquina que transforma la energía calorífica del vapor de agua en energía mecánica. El vapor a presión afecta al pistón móvil situado en un cilindro, creando un movimiento de retroceso que, mediante una cruceta, una biela y una manivela, se transforma en movimiento de giro.

Con el fin de hacer la historia del aparato que usamos en la cocina, vamos a recordar algunas de las máquinas de vapor que se han conocido hasta ahora, todas ellas por citar demasiado largas. El primer invento que utilizó el calor como fuerza motriz proviene de la mano del matemático e ingeniero Heron de Alejandría. Fabricó un aparato que disparaba chorros de agua como si fuera un regadío. No era un artilugio cualquiera, ya que el aparato ocupaba toda una habitación. Esta invención, sin embargo, se mantuvo, ya que en aquella época no se apreció utilidad a la idea.

Olla a presión

XVII. El hombre tuvo que esperar hasta finales del siglo XX para conocer la olla a presión, hasta que se le ocurrió al francés Denis Papin. De profesión y estudio, Papin tenía tendencia a la medicina, pero sus investigaciones más importantes las realizó en física. A él le gustaba mucho la física y se sumergió en ella para encontrar nuevos tipos de energía. En estas tareas se marchó de Francia a Gran Bretaña y trabajó con un físico inglés. Allí, en Inglaterra, inventó en 1679 el precursor de la actual olla a presión. Papin decía que no fue la olla su invento más importante, pero si hubiera vivido en la sociedad actual, claro, habría dicho lo contrario. En una época de prisas, ya que más de uno le agradecerá que haya inventado la olla.

En la imagen se puede ver el esquema de la bomba de vapor de Newcomen, construida por John Semeaton en 1772.

Las primeras ollas a presión se fabricaron en Alemania. Su funcionamiento era muy sencillo. Cuando el agua hierve en el recipiente, la presión aumenta, es decir, la temperatura del agua supera el punto de ebullición. Al evaporar el agua, el pistón colocado en la olla subía. Además, con el fin de evitar la sobrepresión, colocó una válvula de seguridad que eliminó lentamente el vapor. Cuando el agua se enfría y se condensa, es decir, al líquido el vapor pierde su fuerza y el pistón cae abajo. Como veis, el funcionamiento del artilugio no es nada complejo, ni muy caro hacerlo: en cualquier caso, había que echarlo a alguien y, cómo no, alguien tuvo que llevar la idea a la práctica para darla cuenta.

Desde que Papin anunciara su primera olla, las cosas han cambiado mucho, pero la olla actual y la original son bastante similares. La olla a presión actual suele ser herméticamente cerrada, de aluminio o de acero.

Siguiendo el camino de Papin

El watt escocés fue el que mejoró y comercializó la máquina de vapor. Esta máquina fue imprescindible para la Revolución Industrial que se inició en Inglaterra.

Por el camino que abrió Papin, en los próximos años habría más inventores e investigadores. Entre ellos destaca el ingeniero inglés Thomas Savery. Savery quiso aplicar en este campo de trabajo minero lo que mostró Papin. Y es que, analizando el problema de los mineros que morían cada año debido a los derrames de agua, pensó que las máquinas de vapor tendrían un gran papel. Su trabajo tuvo buenos resultados: En 1698 construyó una bomba de vapor que podía extraer 200 litros de agua.

En 1712 el herrero de Newcom moldeó y mejoró la máquina de Savery. Sin embargo, aquella máquina de perfumería contenía errores y reparaciones y llamaron al escocés James Watt. Pronto descubrió lo que fallaba Watt. El artilugio estaba bien construido, pero la idea de la máquina era errónea. Esta máquina de vapor fascinó a Watt y se dedicó a la investigación. En 1769, a los 33 años, fabricó su propia máquina de vapor.

Las embarcaciones de vapor que se basaban en la máquina de vapor tuvieron rivales en su origen. En la imagen se puede ver a los pescadores del río Weser destruyendo uno de ellos.

Al motor de Newcomen se le añadió un condensador que le permitía consumir mucho menos combustible. El siguiente paso fue la comercialización de esta máquina, que tras superar los problemas económicos, se extendió a Gran Bretaña.

A partir de ese momento, esta invención ha tenido múltiples aplicaciones en la industria. Esta máquina fue sin duda imprescindible para la Revolución Industrial que se inició en Inglaterra. Se utilizaron en primer lugar en fábricas textiles y textiles, minería y manufactura. Posteriormente, las máquinas de vapor se adaptaron a industrias como la metalurgia, la siderurgia, la laminación de cobre y plomo, la madera, el papel, etc. Sin olvidar, por supuesto, la influencia del motor de vapor en el transporte y, sobre todo, en los buques y locomotoras. Cuando hablamos de embarcaciones de vapor, nos vienen a la memoria los barcos americanos de las películas, que circulaban con vapor el XIX. A principios del siglo XX empezaron a navegar por Escocia y Nueva York. Sin embargo, la locomotora basada en la máquina de vapor fue uno de los primeros impulsores de la Revolución Industrial.

Una de las máquinas de vapor diseñadas por James Watt.

Actualmente la única energía por vapor es la de la turbina de vapor. La turbina transforma la energía de un fluido a presión en movimiento de giro. La idea del ingeniero Charles Parsons de Newcastle fue una turbina de vapor de reacción que fue construida en 1884. Actualmente las turbinas de vapor se utilizan principalmente para la obtención de electricidad. Considerando el carbón, los hidrocarburos o la energía nuclear como combustible, las turbinas producen casi la totalidad de la electricidad que utilizamos.

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