"La nueva normativa ha matado la investigación y el desarrollo". Esta frase fue lanzada por el investigador José Manuel López Nicolás en una jornada sobre componentes funcionales. El centro de investigación Gaiker-IK4 organizó en marzo esta jornada bajo el título "Componentes funcionales en los sectores de alimentación y cosméticos: Bajo el título "status quo y estrategias de futuro", López Nicolás fue el primer ponente.
Investigador y profesor de Bioquímica y Biotecnología Enzimática en la Universidad de Murcia, es conocido sobre todo por ser autor del blog Scientia. En cualquier caso, conoce muy bien la investigación, el mercado y las normativas en materia de alimentos funcionales y, tanto en la jornada como en el blog, ha explicado que la nueva normativa no ha cumplido con las previsiones y necesidades de los implicados, lo que tiene consecuencias directas en la investigación, los productores, el mercado y los consumidores.
De hecho, en la nueva normativa (Reglamento 432/2012), la EFSA regula las afirmaciones relacionadas con la salud que aparecen en las etiquetas de los alimentos, en concreto las que señalan que reducen el riesgo de padecer determinadas enfermedades y las relativas al desarrollo y la salud de los niños.
De hecho, las asociaciones de defensa de los consumidores llevaban años denunciando que las normativas sobre etiquetado no eran lo suficientemente estrictas y que podían leerse casi cualquier cosa sin saber si tenía una base científica: fortalecía el sistema inmunológico o los huesos, intensificaba la actividad cerebral, ayudaba a mantener un nivel adecuado de colesterol en sangre o a ir al baño con cierta frecuencia, etc.
Por tanto, la normativa que entró en vigor el año pasado tenía el objetivo de aclarar todo esto. La profesora de Derecho Constitucional, Leire Escajedo, que participó en la jornada, considera que con ello la Unión Europea no ha alcanzado el objetivo: "Han pasado diez años trabajando en la elaboración de la normativa y no se desarrollará completamente hasta el 2022. Y en la práctica ha generado problemas a productores, consumidores y a la propia EFSA".
Los asistentes a la jornada coincidieron con Escajedo. Por ejemplo, el investigador López Nicolás advirtió de que la normativa no afecta al producto final sino a los componentes. "Y ahí está la cuchara, que permite a los productores introducir afirmaciones en las etiquetas que antes no podían poner". Muestra de ello es el caso de los yogures que contienen L. casei.
Los más conocidos son los Actimel, de la compañía Danone. De hecho, Danone reivindicaba que estos yogures mejoraban el sistema inmunológico. En la etiqueta y en la publicidad explicaba que los yogures Actimel eran tan beneficiosos y saludables gracias a la cepa L. casei DN-114.001, desarrollada por él mismo.
En algunos lugares, sin embargo, las asociaciones de consumidores, apoyadas por científicos diversos, denunciaron que esta reivindicación no tenía garantías científicas y era fraudulenta. Así, la organización que regula la publicidad en Gran Bretaña (Advertising Standards Authority) obligó a Danone a retirar dicha publicidad y tuvo que pagar en Estados Unidos una multa de 16 millones de euros.
Poco a poco, y la EFSA no dio el visto bueno a los estudios presentados por Danon a favor de su cepa. Como consecuencia de todo ello, Danone tuvo que eliminar el apellido Imunitass que acompañaba a L. casei en las etiquetas de los yogures Actimel al sistema inmunológico.
Esta era la situación cuando EFSA lanzó una nueva normativa sobre etiquetado. "En teoría, la normativa debía servir para aclarar este tipo de cosas y para cerrar las puertas al fraude. Pero no ha sido así, porque ha dejado a los productores un hueco para inventar nuevos trucos", dijo López Nicolás.
Explicó el truco con la etiqueta de los yogures de la marca blanca de Mercadona: "Me he dado cuenta de que en los yogures que llevan L. casei vuelve a aparecer la referencia al sistema inmunológico, concretamente en los yogures de Mercadona (Hacendado), junto a las palabras L. casei, pone que contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunológico; la misma afirmación que ha traído a Danone tantos problemas".
La misma afirmación sí, pero con un asterisco. "Para darse cuenta hay que mirar la etiqueta con la lupa, pero es cierto que junto a la afirmación hay un asterisco medio escondido". El asterisco dirige al consumidor hacia un lado del embalaje, donde hay una advertencia "con letra minúscula" de que la vitamina B6 contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunológico.
"En esa nota está la clave", destacó López Nicolás. La nueva normativa de la EFSA permite establecer que la vitamina B6 contribuye al normal funcionamiento del sistema inmunológico. Y eso es lo que ha aprovechado Mercadona, que ha incluido entre sus ingredientes la vitamina B6, lo que le permite afirmar sin problemas que el yogur beneficia a la salud por su influencia sobre el sistema inmunológico. "De hecho, este efecto se debe a la vitamina B6, pero el productor oculta la de la vitamina y aumenta el tamaño de las palabras L. casei para parecerse a los yogures Actimel y diferenciarse de otros yogures".
Además de Mercadona, otros muchos fabricantes utilizan el mismo truco. Danone ha introducido B6 y D entre los ingredientes de los yogures Actimel, lo que le permite reafirmar que es beneficioso para el sistema inmunológico. Además de la vitamina B6, la EFSA reconoce los efectos saludables al resto de vitaminas e incluso minerales y, añadidos a los ingredientes, pueden realizar nuevas reivindicaciones en las etiquetas. Y los hacen.
Por eso, López Nicolás no duda: La normativa de la EFSA permite el fraude. Y en muchos casos, al igual que ocurre con los yogures, consumir el producto no supone un beneficio especial, ya que con una alimentación equilibrada no hay riesgo de carencia de estas vitaminas y minerales. El propio López Nicolás ha recordado que un plátano simple tiene tres veces más vitamina B6 que uno de estos yogures.
Algunos fabricantes han aprovechado hasta el extremo la oportunidad que la normativa permite para hacer predicciones confusas. Por ejemplo, la compañía Florette sacó el verano pasado ensaladas funcionales listas para comer. Se llaman Florette Digestiva, Cardio, Inmuno y Antiox y cada uno reivindica un beneficio sanitario. Estos beneficios están basados en la influencia de los componentes propios de las ensaladas.
Esto genera confusión sobre la definición de alimento funcional. En general, con el fin de obtener un beneficio para la salud, se llama funcional a los alimentos que se les añade algún ingrediente (leche con ácido graso omega 3), se agudiza (enriquecida en calcio en leche), se elimina (sin lactosa), se sustituye (fructosa en lugar de glucosa) o se modifica la biodisponibilidad (por ejemplo, para reducir el colesterol).
Además, en cierta medida, los expertos consideran que con estos trucos también se puede entender que vulneran la normativa. Y es que, según la normativa, "las reivindicaciones no deben ser falsas, ambiguas o fraudulentas. No deben suscitar dudas sobre la seguridad alimentaria ni sobre la conveniencia nutricional y no deben promover su consumo excesivo". Más adelante establece que no podrá afirmar, sugerir o comprender que una dieta equilibrada y de todo tipo no puede proporcionar cantidades adecuadas de nutrientes.
Por otro lado, la normativa ha generado desesperación entre los investigadores. Los investigadores que acudieron a la jornada sobre componentes funcionales se sumaron a la denuncia de López Nicolás. De hecho, en su opinión, "dado que la normativa permite establecer la declaración deseada basándose en una lista de reivindicaciones permitidas, el productor no tiene que investigar en nuevos productos, y el que lo investiga tampoco tiene la posibilidad de diferenciarse de los demás".
También dio ejemplos: "Si alguien quiere poner que su producto es bueno para el sistema nervioso, basta con añadir potasio o si quiere reivindicar que el fósforo es beneficioso para el desarrollo de los niños".
Es más, en la lista autorizada por la normativa hay un elemento que permite colocar ocho reivindicaciones, ya que es bueno para una correcta coagulación de la sangre, para el funcionamiento normal del metabolismo energético, para el buen funcionamiento muscular, para el buen funcionamiento de la neurotransmisión, para el buen funcionamiento de las enzimas digestivas, para la separación y separación celular, y para el mantenimiento de huesos y dientes. Es calcio.
Sin embargo, los investigadores mostraron la esperanza de que la situación cambie, entre ellos José Ramón Iglesias, de la compañía láctea Central Lechera Asturiana. En su opinión, para reivindicar beneficios para la salud "es imprescindible cumplir con los criterios científicos"; de lo contrario, las normativas son inútiles.
Por otro lado, subrayó la necesidad de solicitar este beneficio al producto: "no basta con que uno de los ingredientes sea bioactivo, sino que debe garantizarse que, mezclado con el resto de los ingredientes de los alimentos y consumido como se consume, sigue siendo efectivo". Por lo tanto, Iglesias dio algunos indicios para mejorar la normativa.
En la jornada de componentes funcionales también participaron productores e investigadores de productos de belleza, que afirman que la mezcla es aún mayor en su ámbito. Así lo opina Noemi Serra, director de I+D de dermatología de los laboratorios Leti: "Las leyes no son nada exactas y dejan mucho margen para casi cualquier cosa".
Sin embargo, Serra reconoció que la composición de los productos de belleza es más compleja que la de los alimentos, lo que dificulta la creación de una normativa unificada y completa: "En Belleza hay 23.000 ingredientes y en una formulación se utilizan cerca de 40".
Entre las debilidades de la normativa actual, Serra destacó tres. Por un lado, la propia definición del producto cosmético, según Serra, "la mitad de los productos no lo cumplen porque es demasiado restrictivo". Por otro lado, la falta de una interpretación conjunta de las reivindicaciones cosméticas es también un obstáculo. Por último, los métodos de demostración de eficacia son escasos y son insuficientes para cubrir las necesidades actuales de los laboratorios.
Este último punto coincidió también con Blanca Suárez, de Gaiker IK-4. Diseña y realiza pruebas de seguridad y eficiencia de componentes funcionales y productos en desarrollo, entre otros. Recordó que en estas pruebas está prohibido el uso de animales. Suárez aceptó esta prohibición, "pero todavía no se han desarrollado y autorizado a quienes la sustituyen".
En cualquier caso, los investigadores siguen trabajando para probar la seguridad y eficacia de los nuevos componentes y productos que desarrollan. Pero tienen que superar muchos obstáculos. Parece ser que en el campo de la belleza, al igual que en los alimentos, es tan perjudicial tener una normativa inadecuada como no tener normativa.