De hecho, el desmán pirenaico es un miembro de un linaje en declive que actualmente vive sólo en el norte de la Península Ibérica. Se fundó hace unos 10 millones de años y su último esplendor se remonta a unos 2 millones de años. En aquella época había muchas especies de desmán, unas más grandes y otras más pequeñas. Sin embargo, poco a poco fueron disminuyendo y disminuyendo, y ahora solo tenemos un representante de esa familia en nuestro entorno.
Con el tiempo se especializó en vivir en los manantiales de los ríos. A los manantiales y, por supuesto, a las condiciones de estado natural de los manantiales. Necesita zonas empinadas, sombrías, con numerosas cascadas y pequeñas charcas, condiciones en las que viven las larvas de insectos, su alimento.
Necesita, por tanto, que haya larvas en el río para vivir. No sólo hay que estar, sino que el desmán no es un depredador muy hábil, por lo que para alimentarse adecuadamente es imprescindible que el río tenga muchas y variadas presas. Y para que un río tenga una gran diversidad de invertebrados es necesario que tenga un buen estado ecológico, es decir, que esté fuera de la intervención humana.
En la actualidad es muy difícil encontrar un tramo fluvial sin intervención humana. Debido a sus fuertes pendientes, los manantiales son especialmente interesantes para la generación de energía hidroeléctrica. Para ello solemos colocar centrales (aunque sea una minicentral) y ponerlas lleva aparejada una presa.
Las presas transforman enormemente el río: una zona más alta de la presa deja de ser un río y se convierte en un embalse en el que, en un tramo bajo la presa, no hay suficiente agua, a menos que se deje la mínima cantidad de agua (denominada caudal ecológico) para la supervivencia de sus habitantes. Por lo tanto, porque en uno hay demasiada agua y en el otro hay poca agua, al final, los desbordamientos que en realidad vivirían allí no encuentran las condiciones necesarias para vivir y alimentarse.
Si fueran capaces de evitar estos tramos alterados, el problema sería menos grave. Pero los hocicos no son capaces de hacerlo: son muy hábiles en el agua, pero tienen bastante que trabajar en tierra. Por tanto, la construcción de una presa hace que las poblaciones que han quedado a un lado y a otro de la presa queden aisladas.
Si todo esto no fuera suficiente, el desmán vive en densidades muy pequeñas: en un kilómetro de río sólo hay 2-8 individuos. Es evidente, por tanto, que este animal no tiene muchas razones por las que esperan mantenerse. Si una población aislada de la población vecina desaparece por cualquier tipo de problema, la zona quedará desocupada para siempre, ya que los miembros de la población vecina no podrán ocupar el espacio dejado por los demás.
Teniendo en cuenta su distribución actual, los expertos consideran que en el primer tercio del siglo veinte el desmán se encontraba en la parte alta de todas las cuencas. A medida que desarrollamos la sociedad, sin embargo, cada vez estamos dejando menos espacio para vivir. En Bizkaia desapareció en la década de los 70, en Álava en la de los 80 y, según el biólogo Jorge González, "en Gipuzkoa hoy en día no hay población asegurada de viabilidad. Sólo en el norte de Navarra esta especie tiene alguna sola población en un estado relativamente bueno". González trabaja para la Diputación Foral de Gipuzkoa y es experto en tareas de campo y seguimiento del desmán.
Para evitar agravar aún más la grave situación del desmán, el Departamento para el Desarrollo del Medio Rural de la Diputación Foral de Gipuzkoa aprobó en 2004 un plan de gestión del desmán.
Es un plan muy ambicioso. Entre sus objetivos se encuentran la interrupción de actividades que puedan afectar al desmán, el establecimiento de límites para la explotación del agua y la recuperación de conexiones entre poblaciones aisladas. Dice textualmente que este Departamento establecerá "criterios y condiciones técnicas generales para la realización de obras y actuaciones en proyectos de cauces fluviales, con el fin de reducir al máximo su influencia en el hábitat, la biología y el ciclo de vida del desmán pirenaico".
Pero a veces es muy difícil conseguir ese objetivo. Iñigo Mendiola, Jefe del Servicio de Animales y Plantas Silvestres de la Diputación Foral de Gipuzkoa, nos ha explicado que "las centrales en funcionamiento quieren sacar el máximo partido, conseguir la máxima producción posible. Nosotros queremos preservar los caudales y hábitats. Ahí está la lucha."
En esta lucha, González añadió otro componente: los departamentos de la Diputación que suministran agua a la población, generan energía en los ríos, etc. Por ejemplo, antes de la construcción del embalse de San Antón para el abastecimiento de agua a los vecinos del Bidasoa, el río Endara era muy interesante: había murturluzea, salmón... El embalse, sin embargo, modificó drásticamente el régimen natural del río, desapareciendo el desmán, el salmón, etc. Desde entonces nadie lo ha visto en el río Endara.
Está claro que son incompatibles, es decir, que en un lugar determinado no se puede hacer un embalse y, al mismo tiempo, conservar el desmán. Cuando están ante este tipo de situaciones y uno de ellos tiene que ganar, González tiene claro siempre el ganador: "en definitiva, quienes apuestan por la conservación tienen mucha menos fuerza, tanto en términos monetarios como de público, por lo que no tienen nada que hacer".
Es muy difícil compaginar ambos propósitos, conservación y producción, pero también sería un reto bonito. Como ha señalado González, "no basta con decir que somos muchos habitantes y que necesitamos mucha agua, y con esta "excusa" no prestar atención al medio ambiente. Si somos un país próspero, pionero y puntero, deberíamos ser capaces de afrontar un reto tan complejo como este y de hacer realidad la sostenibilidad, que está tan de moda".
Para que las medidas que adopten para solucionar el problema del desplome sean efectivas es conveniente que conozcan la situación lo más bien posible. El grado de conocimiento que tienen en la actualidad presenta aún muchas lagunas, que se van cubriendo, siendo uno de los principales objetivos del plan de gestión.
Para ello, el seguimiento del desplome se realiza principalmente mediante señales de radio. Primero colocan unas trampas especiales en el río para atrapar a los hocinos. Entonces se ponen emisores a los animales (normalmente los meten bajo la piel, ya que les molesta llevar atados en las piernas o en la cola). Así, recogen información sobre su modo de vida: cómo se comportan, en qué territorio se mueven, cómo se distribuyen por sexos en el espacio, cuándo y cómo se mantienen en contacto, etc.
Sin embargo, tal y como se ha dicho, todavía no se ha terminado. Por lo tanto, ahora tratan de resolver los problemas a medida que van surgiendo, tan bien como sea posible, pero no saben si las medidas que toman son realmente adecuadas o insuficientes.
Mientras tanto, intentan mejorar el estado del hábitat. Sin embargo, como decía Mendiola, el proceso de recuperación del desmán es muy lento. Si una población se ve afectada hasta su extinción, es muy difícil dar la vuelta a la situación. Debido sobre todo a las presas que realizan las mencionadas centrales hidroeléctricas, que en su día constituyó un alojamiento continuo para el desmán, ahora está fragmentado y su capacidad de dispersión por tierra es muy limitada, por lo que si no las introducimos artificialmente difícilmente se podrán llegar a lugares recuperados gracias a las medidas adoptadas en el plan de gestión.
Y tienen esa intención, pero para ello, entre otras cosas, tienen que crecer en cautividad, y eso es todavía una idea. De momento, los gestores están bastante trabajando en la creación de hábitats potenciales para el desmán.
En el caso de que los trabajos no tomen correctamente las medidas necesarias o no les dejen tomarlas, González considera que en diez años también desaparecerá de Gipuzkoa: "A la vista de lo que sucedió en Álava y Bizkaia, sabemos cuándo el desmán está a punto de desaparecer y en Gipuzkoa está así".